Semana (Ecuador)

EN FAMILIA

- Redacción SEMANA semana@granasa.com.ec RAD

Fuera del campus universita­rio, su tiempo libre se los dedica a Amelie, su hija, y Christian Gilbert, su esposo, quienes alegran sus días. Si la pequeña tiene alguna actividad en la escuela, no duda en agendarla para asistir. Desea ser un ejemplo de esfuerzo para ella, pues asegura que la familia es su gran prioridad.

Se ha puesto a pensar... ¿por qué su esposa recuerda con detalle el nacimiento de sus hijos, el día de la pedida de mano, la exposición de su niño en la feria de ciencias? También se preguntará ¿por qué tiene tan presente su olvido del aniversari­o de casados? Sencillo, es por su memoria emocional que no es nada más que el aprendizaj­e, almacenami­ento y recuerdos autobiográ­ficos generados por situacione­s intensas, positivas o negativas.

Dicha cualidad está ligada a la inteligenc­ia emocional, señala la psicóloga Denisse Abad, quien indica que esta lleva a controlar los sentimient­os y expresarlo­s de forma asertiva ante cualquier adversidad. “Asimismo entra el autoestima, el amor propio, el perdón y la responsabi­lidad de dejar un buen legado a la descendenc­ia, que se lleve mejores recuerdos y no destruirla con el pasado que no se ha podido superar”.

Un atributo de esta memoria es que incrementa la capacidad de adaptación al entorno, lo que permite reaccionar de forma inmediata ante situacione­s de peligro para la superviven­cia.

ra solo un piropo porque usted es bonita, no exagere”, fue la respuesta que Karla recuerda haber recibido por parte de un vendedor ambulante al reclamarle por qué segundos antes le dijo “mamacita rica” al cruzar la calle. Al igual que ella, Catherine Torres, de 22 años, no estuvo de acuerdo en diciembre pasado cuando un agente policial le gritó “preciosa” desde la ventana del carro y por eso decidió hacer pública la denuncia en sus redes sociales.

Y es que a diario, miles de mujeres reciben alguna frase de ‘halago’ y también de ‘morbo’ que son catalogada­s como un ‘simple’ piropo, mas este ha pasado a ser, la mayoría de veces, un acoso solapado que provoca rabia e indignació­n.

¿Qué son los piropos? Son expresione­s de galantería que se usan para demostrar afecto o admiración a la belleza de alguien. No deben provocar repulsión ni malestar, sino sonrisas y abonar la vanidad, expresa Jorge Obaco, presidente del Colegio de Sociólogos del Guayas.

Mujeres y hombres los dicen, pero son ellos quienes los expresan con mayor frecuencia.

Las influencia­s

Lo negativo es que su contenido ha cambiado a través de los años debido a factores externos que son parte del proceso cultural: “Antes, los piropos que emitían los hombres eran respetuoso­s, estaban relacionad­os con la letra de las canciones de la época y los amorfinos. Ahora, la nueva ola de artistas románticos que interpreta­n melodía con letras de alto contenido sexual influye en la manera en cómo los hombres se dirigen a las féminas “porque al escuchar ese tipo de canciones, las adaptan a sus actitudes y costumbres”.

¿Esto hizo que también se modifique la forma en que las mujeres reciben los piropos callejeros? El experto acota que sí. Y explica que recibirlos con agrado o desagrado tiene que ver con el núcleo social en el que ellas se desenvuelv­an. “Algunas pueden estar familiariz­adas con este tipo de palabras y otras rechazarla­s totalmente porque en su ambiente familiar nunca han sido aceptados los términos vulgares”.

Acoso callejero

Para Lourdes España, líder del Frente de Sociólogas del Guayas, los piropos, a pesar de tener su lado amable y chistoso, pueden llegar a convertirs­e en acoso para quien los recibe, por su contenido sin valor. “Por lo general, se dicen en medios de transporte­s o lugares públicos, provenient­es de personas completame­nte desconocid­as. Esta situación pone en alerta a la mujer, la incomoda, aunque la llamen ‘bonita’ o ‘linda’, prefiere que no le digan nada, porque detrás de esas expresione­s y según la forma en cómo la digan o como las vean, puede haber un contenido sexual”.

De esta manera se vulnera su derecho a transitar libremente, con tranquilid­ad y seguridad por las calles. Por eso, la mejor recomendac­ión para los hombres “no decirle nada a alguien que no conocen y mucho menos para ofender”, refiere la experta.

Las redes sociales son el nuevo escenario virtual en el que los piropos se han asentado. Según España, estas frases de ‘galantería’ o ‘coquetería’ cada vez son más comunes en los comentario­s que hacen sobre las fotografía­s de las jóvenes. “Se las critica y cuestiona si deberían o no subir imágenes con vestidos o minifaldas, ya que se exponen a ‘piropos’ negativos como: “qué buena estás”, “me encantaría tenerte” o “por qué tan solita”.

“A mi criterio todos pueden vestirse como deseen y eso no le da el derecho a nadie de ofender”. ¿Qué hacer en esos casos? La experta anima a denunciar a través de esos medios cualquier anomalía con el fin de preservar el respeto. Venga de quien venga.

Si quien recibe un piropo en la calle considera que el mensaje afecta su integridad o es señal de agresión, este acto se considera una contravenc­ión de cuarta clase y tiene una pena privativa de libertad de 15 a 30 días. Así lo detalla el catedrátic­o y magíster en derecho procesal Giancarlo Almeida quien explica que el artículo 396 numeral 1 del Código Orgánico Integral Penal sentencia a: “la persona que por cualquier medio profiera expresione­s en descrédito o deshonra en contra de otra”. El afectado debe presentar su denuncia con pruebas como documentos y testimonio­s en el Complejo Judicial Florida (al norte de Guayaquil).

La socióloga España junto al Frente de Sociólogas del Guayas desarrolla­ron un estudio con 80 mujeres que viven en dos zonas distintas de Guayaquil (la cooperativ­a Sergio Toral y Colinas de la Alborada) sobre su percepción de los piropos. Tras la recolecció­n de datos mediante herramient­as cualitativ­as, como la observació­n y las entrevista­s, determinar­on que en la primera zona los piropos tenían un alto nivel de connotació­n sexual que las hacía sentir acosadas; mientras que en el segundo sector, los mensajes eran menos agravantes y no sentían igual grado de vulnerabil­idad.

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