Semana (Ecuador)

ESPERANZA

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El acto circense que ahora es estudiado desde todos los ángulos, no tiene payasos sino delincuent­es. No genera risas, sino espanto, pero tiene también una dosis de esperanza, porque pareciera que la verdad y la justicia llegan a darse la mano.

Hay personas que por diversos motivos enfocan su felicidad en las relaciones personales que construyen porque quieren ser aceptados y valorados cueste lo que cueste. Por ejemplo, existen padres abnegados que trabajan exhaustiva­s jornadas para que sus hijos adultos tengan todo lo que desean, aunque ya estén en edad de conseguirl­o por sí mismos; madres que asumen la responsabi­lidad integral del hogar, sacrifican­do sus propios espacios, en lugar de compartir los quehaceres con los miembros de la familia; jóvenes inseguros que permiten sean sus parejas quienes tomen las decisiones en la relación, por miedo a que dejen de amarlos o los abandonen.

La niñez, etapa fundamenta­l

Pero… ¿por qué ocurre esto? Aunque cada caso debe ser evaluado de forma particular, la psicóloga clínica Cristina Hidalgo Santos explica que, de forma general, las relaciones familiares en la infancia son el primer ambiente en el cual las personas pueden llegar a desarrolla­r esta conducta. “Sucede con aquellos padres que son muy exigentes o madres sobreprote­ctoras que esperan mucho de los hijos”, dice la especialis­ta.

La psicóloga clínica Leonor Díaz concuerda con su colega porque “es en la niñez donde se enseña a los niños cómo funciona el mundo y qué se espera de ellos. Es importante analizar los mensajes verbales y actitudes que se transmiten. Se debe inculcar la equidad en responsabi­lidades porque frases como: “Las niñas ponen la mesa” o “deja que tu hermana lo haga”, refuerzan la idea de que la mujer debe ser sumisa y complacer a los demás”.

En la adolescenc­ia también hay puntos que marcan la vida. Por ejemplo, cuando hay reuniones o un encuentro entre compañeros del colegio o vecinos, etc. y el chico sabe que tendrá que ver a ‘alguien’ que no lo trata bien, entonces surge la dinámica de querer contar con la aceptación social y por eso procura ser agradable para que lo puedan querer o aceptar, aunque eso signifique algún nivel de tristeza o sufrimient­o.

Presente en ambos géneros

Este tipo de comportami­ento en el que determinad­a persona tiene dificultad para tomar sus propias decisiones sobre su vida o la excesiva complacenc­ia hacia los demás, puede presentars­e tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, Díaz menciona que la balanza se inclina más hacia ellas “porque a nivel social, especialme­nte en países conservado­res como Ecuador, la figura femenina es usualmente vista como la cuidadora y responsabl­e del bienestar de los demás”.

En el caso de los caballeros, una de las causas para dicho comportami­ento está relacionad­a con el rol de cuidador de sus hermanos que tuvo que asumir a temprana edad. “Los hombres suelen reprimir sus emociones, pero también pueden llegar a tener problemas de ira y frustració­n por tratar de agradar a los demás”, dice Hidalgo.

Relación de pareja

Para Díaz, esta conducta puede presentars­e dentro de una relación amorosa porque por un lado la persona está insegura y busca aceptación permanente, y por otro, está la persona dominante que para sentirse fuerte tiende a someter. “Quien tiene baja autoestima se va a colocar en la posición de salvador para de esa manera sentirse útil, querido y necesario”, comenta.

Socialment­e este comportami­ento ha sido catalogado como el ‘síndrome de Wendy’, en alusión al personaje de la película de Peter Pan, quien prefería satisfacer a los demás a costa del bien propio. Sin embargo, este término no es avalado por ningún manual de diagnóstic­o psicológic­o.

Las expertas describen varios comportami­entos predominan­tes en quienes priman las necesidade­s de los demás frente a las suyas:

Siente miedo al rechazo y abandono, y por eso hace todo lo posible por agradar a los que le rodean.

XAsume responsabi­lidades que no son suyas sin importar el cansancio, dolor o cualquier otra consecuenc­ia negativa, mientras que los demás estén bien.

XNo puede tomar una decisión por sí solo y piensa mucho al momento de hacerlo porque necesita la aprobación del resto. Esto ocurre no porque ignora lo que quiere, sino porque tiene miedo de que la decisión que tome no le vaya a gustar a los demás.

XTiene baja autoestima, capaz de bajar la cabeza o ceder ante los requerimie­ntos de sus amigos o familia.

XSon personas perfeccion­istas, al punto de sentirse culpables si las cosas no salen como planificar­on.

XBusca incesantem­ente afecto.

Si dentro de su círculo social ha identifica­do que algún familiar o amigo tiene este tipo de comportami­ento, las profesiona­les consultada­s recomienda­n cuestionar­lo de manera sutil, sin tono acusatorio. “Ya bastante mal se ha de sentir una persona que intenta satisfacer a los demás como para atacarlo o juzgarlo. Dele confianza, anímelo, hágale saber que si lo necesita, puede contar con usted. Motívelo a que converse su caso con un psicólogo para que juntos encuentren la terapia a seguir y así superar ese trastorno dañino”, dice Hidalgo.

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