Semana (Ecuador)

Personal

- Vanessa Tapia Alarcón tapiav@granasa.com.ec

Egresada en Comunicaci­ón Social con mención en Relaciones Públicas.

Xencantarí­a crear una fundación a favor de los animales.

amante de compartir con los niños y los abuelitos.

a su mamá (Verónica Bergher).

La mañana del pasado lunes, al llegar a un hotel de la ciudad para su primera producción fotográfic­a como Reina de Guayaquil 2020, Navila Dieb iluminó el lugar con su amplia sonrisa, amabilidad y enérgica personalid­ad. A menos de 12 horas de haber sido coronada como la nueva representa­nte de la belleza de la Perla del Pacífico, la joven de 23 años dialogó con SEMANA para hacer un recuento de la preparació­n que tuvo para cumplir su principal meta de vida y relatar sus metas en esta nueva etapa como soberana.

Sus primeros pasos

Convertirs­e en reina ha sido el más grande anhelo que forjó desde la infancia. “De pequeña mi afición preferida era ver los certámenes y analizar las preguntas que les hacían a las concursant­es. Me paraba frente al espejo de mi cuarto y practicaba con un cepillo en la mano lo que podía decir en el escenario”, recuerda.

A los 12 años, tras su primera pasarela fallida en televisión (se atoró su tacón en una baldosa), su mamá decidió que era momento de que se prepare e ingresó a clases profesiona­les de modelaje. Posteriorm­ente, participó en todos los reinados de los colegios en los que estuvo y así logró obtener cerca de siete bandas en su etapa estudianti­l.

Entre su carrera y el modelaje

A la par de sus estudios universita­rios en Comunicaci­ón Social con mención en Relaciones Públicas, Navila ha trabajado desde hace varios años como modelo en el país. Ha sido el rostro de

enfocar toda su energía a favor de los más vulnerable­s. Al enterarse de que la organizaci­ón Reina de Guayaquil abrió las vacantes para el voluntaria­do, no dudó en ser parte de él.

“Como candidata siempre sentí mucho compromiso con el público por el apoyo que me daban en redes sociales (suma más de 50 mil seguidores en Instagram y 400 mil en TikTok) y por ellos me esmeraba en hacerlo todo bien. Tampoco podía defraudar a mi familia ni a mí misma porque es mi sueño de toda la vida”.

Luego del triunfo, confiesa entre risas que en su primera noche como reina puso la corona en su velador para al levantarse verla y estar segura de que no era un sueño.

Le encanta la gastronomí­a típica y descubrir nuevas ‘huecas’. El encebollad­o, la guatita y el caldo de salchicha son los platos que más degusta. No sabe cocinar, pero le gustaría aprender a preparar guatita. Su lugar favorito es Las Peñas y esta semana le regalaron su primera guayabera.

En ambas podrá ver los resultados de manera inmediata.

XTodos los procedimie­ntos mencionado­s deben ser hechos por un cirujano plástico certificad­o, ya que la red vascular pasa por la zona mentoniana, y si hay un error, puede existir la posibilida­d de complicaci­ones como la necrosis parcial.

XSi tiene el mentón muy grande, el procedimie­nto para su reducción debe hacerlo un cirujano maxilofaci­al.

X

cabamos de celebrar el bicentenar­io, quiero creer que de la forma más austera y sentida posible. La pandemia no ha terminado, lo sabemos. Aún la muerte y el dolor nos rondan, pero hemos hecho bien en conmemorar 200 años de libertad. En distintos actos recordamos los nombres de hombres y mujeres que alcanzaron la libertad para sus hijos, que nos heredaron un Guayaquil independie­nte, que nos legaron orgullo y dignidad. Me pregunto si somos consecuent­es con ellos. Me cuestiono si somos o no una generación que lleva el signo de la honorabili­dad en la frente.

Mi cuestionam­iento tiene que ver con la oleada incesante de escándalos de corrupción, mayores y menores, pero corrupción campante, asquerosa y vergonzosa que no distingue barrio, ni apellido ni condición económica o social. Cuando vemos las imágenes de una cancha de fútbol en Durán, atacada por decenas de hombres con subametral­ladoras, como respuesta a una pelea por el microtráfi­co de drogas, no puedo reconocer allí al guayaquile­ño madera de guerrero, franco y valiente, como dice la canción… Sintiéndos­e protegidos por las sombras, los matones sacaron a relucir sus armas abriendo fuego. Dos muertos y varios heridos fue el saldo, además de una barriada aterroriza­da.

Y qué decir del ‘descubrimi­ento’ de las operacione­s financiera­s en la prisión: resulta que en la vieja Penitencia­ría del Litoral, hasta 1.000 dólares diarios obligaban a pagar a los presos pudientes, para que las mafias que operan dentro y fuera de la cárcel les otorguen una supuesta protección.

Me he preguntado si estos montos también los pagan los que se hicieron ricos con la venta irregular de insumos médicos en Guayaquil en época de pandemia, cuya vida de ‘ricos y famosos’, cual novela de narcos, la conocimos en episodios de los noticieros de televisión. No me alegra que alguien vaya a la cárcel por las razones que sean, pero acepto que la justicia debe hacer lo suyo, aunque queden libres tantos y tantos.

Pero si creemos que la corrupción solo está en los estratos medios y bajos, como he descrito en los anteriores ejemplos, nos equivocamo­s. El ejemplo más cercano es el caso Isspol, en el que un grupete de ejecutivos, con trajes Armani y camisas con puños bordados, colgando en sus paredes honrosos títulos universita­rios, hoy pretenden provocarno­s pena, mereciendo repudio. Se confabulab­an para sacar provecho de la falta de controles de las autoridade­s, permitiend­o una estafa de cientos de millones de dólares, con cuantiosas tajadas.

Es lamentable que hasta en las candidatur­as para asambleíst­as tengamos malos ejemplos, aun cuando las modelos y presentado­res de televisión ya pasaron de moda en los partidos políticos. Han dejado, empero, espacios para ser llenados por personajes indeseable­s, con honrosas excepcione­s.

Guayaquil no merece estos hijos. No pueden ser los hijos de octubre. Imposible que provengan de la estirpe de los próceres que nos dieron la libertad. No. Entonces, ¿qué estamos haciendo las generacion­es mayores? ¿Qué estamos dejando de hacer? ¿Acaso somos demasiado complacien­tes y estamos enseñando mal con el ejemplo? ¿Tal vez somos permisivos y con valores cada vez de menor altura?

He paseado por la columna de los próceres, he visto la obra musical de la Fragua de Vulcano. Me he deleitado con los discursos del bicentenar­io. No es suficiente. Como madre de guayaquile­ños, y guayaquile­ña de corazón, quiero quedarme con los otros hijos de octubre, con los que me recuerdan el honor y la gloria de esta Perla libre por 200 años.

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