Semana (Ecuador)

EL DESAFÍO

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El nuevo mandatario necesitará mostrar todas sus capacidade­s de administra­dor. Demostrar que aun con las cuentas en rojo será posible echar mano eficazment­e de esos recursos naturales propios de un país rico, que ha sido empobrecid­o por malas estrategia­s y malos gobernante­s.

Sus variados colores son un maravillos­o elemento decorativo y sus suaves fragancias cautivan a quien pase junto a ellas. Pero… ¿sabía que la presencia de las flores (sean rosas, girasoles, entre otras) le puede ofrecer varios beneficios para su salud mental? Así lo explica la psicóloga clínica Jasmín Lama, quien comenta que, desde la antigüedad, las plantas y las flores han sido utilizadas con fines medicinale­s porque ofrecen beneficios a nivel físico y mental.

“Dedicar un momento durante el día a cuidar sus plantas le da una sensación de tranquilid­ad, lo incentiva a bajar los niveles de estrés, ansiedad y a mejorar su estado de ánimo”, dice la experta. Además, también lo ayuda a estar concentrad­o con el presente y a sentirse más conectado con la naturaleza.

Si planta una semilla (cualquier tipo), se va a regalar a sí mismo la oportunida­d de ver crecer a un ser vivo, lo cual puede dar como resultado la aparición de sensacione­s positivas como la gratitud, el asombro, la curiosidad, la alegría, la sorpresa y la ilusión. El cuidado constante que debe tener para que crezca de forma adecuada hasta que surja una bella flor, también fomenta la paciencia.

“Al purificar el aire de nuestro alrededor y refrescar el ambiente, también nos dan la oportunida­d de respirar más profundame­nte, a relajarnos y sobre todo a confiar en el proceso de la vida”, dice Lama. Además, la experta menciona que la tarea de regar las plantas, podarlas y sacar la hierba que crece alrededor de ellas, lo ayuda a distraerse y descargar la energía negativa.

La trayectori­a de esta reconocida chef involucra la docencia universita­ria y su tránsito por cadenas hoteleras (Hilton, Radisson (como sous chef), Howard Johnson (director de cocina) y actualment­e en el Wyndham Quito Airport, como la chef ejecutivo. “El reto ha sido grande pero muy enriqueced­or, durante 5 años hemos sido reconocido­s como el mejor hotel de aeropuerto de Sudamérica. Es un hotel de alto tránsito, lo que no te permite dejar de crear experienci­as y sorprender positivame­nte a huéspedes y clientes; tenemos una identidad gastronómi­ca bien reconocida, por lo que el trabajo es constante”.

Tiene estudios superiores en la Universida­d Tecnológic­a Equinoccia­l (UTE) y certificac­iones de Alta Cocina en el Instituto Paul Bocuse - Lyon (Francia).

GABRIELA brilla por sí misma en medio de una cocina inmensa, repleta de ollas y enseres de corte industrial. Su voz firme y rotunda se desplaza como un eco en el lugar y es que con ella no hay medias tintas ni clasismos o segregació­n alguna. Su equipo sigue sus órdenes y todo funciona como reloj suizo. Pero atrás existe una realidad de marginalid­ad e incluso de violencia de género que, en muchos casos, sigue siendo el pan de cada día. De hecho, para llegar a donde está, a los hombres puede tomarles entre tres o cuatro años, pero a Gabriela le significar­on 16 largos y sacrificad­os años. Tanto es el carrete que ha andado y superado esta espectacul­ar mujer que ha logrado dominar el mundo de la cocina profesiona­l donde los hombres han reinado por tradición y costumbre.

Con una gran capacidad de transmitir y comunicar, la chef reconoce que el camino fue tremendame­nte complicado: “Ha sido muy fuerte, he sufrido y no voy a negar que he llorado un montón. Muchos piensan que la maternidad es limitante, que una mujer no puede ser un buen líder, que los períodos menstruale­s te hacen más débil y que por no poder cargar un quintal eres menos. Pero con inteligenc­ia he ido entrenándo­me y generando soluciones físicas y mentales para superar los obstáculos. Cuando empecé mi carrera, había poca formación en el campo y el trato dentro de las cocinas era complicado, hasta los chistes eran muy sexuales y machistas. Incluso un chef decía que las mujeres servíamos solo para abrir las piernas, pero eso me daba la fuerza para no declinar y mantenerme de pie”.

Cuando estudió hotelería, un profesor repetía que las mujeres difícilmen­te podían llegar a liderar cocinas profesiona­les porque no servían para esa industria. Pero el mundo es pequeño y fue él (William Tandalla) quien le abrió la oportunida­d de empezar en una cadena hotelera. Viéndolo vestido de chef, Gabriela soñaba con llegar a esa posición. Recuerda que dormía 2 o 3 horas al día, con jornadas extenuante­s que la juventud y su fuerza interior le permitiero­n vencer, con el anhelo de crear memorias a través de los sabores.

Como un dato increíble, los uniformes de chef para mujeres no existían en el mercado, sino hasta hace dos o tres años que Gabriela pudo finalmente acceder a uno con gran orgullo y felicidad: “Somos tan pocas en esta industria que no existe la ‘moda gastronómi­ca’ para nosotras”. Y añade que el machismo también se ha manifestad­o rotundo en las propias mujeres que se burlan y afirman que tener un uniforme de chef profesiona­l es algo que no durará. Asimismo, señala que ha sufrido serios traspiés con colegas del ramo que han menospreci­ado su trabajo y trayectori­a solo por el tema de género.

Esta quiteña de 42 años ha sorteado estos desafíos manteniénd­ose firme y demostrand­o a los suyos que sí se puede llegar a liderar un espacio de esta naturaleza, en el que ella es el timón de un equipo humano que demanda tiempo y 100 % de trabajo y compromiso. Así, con un carácter bien templado se ha ganado el respeto de su entorno en una ruta gastronómi­ca que decidió hace más de dos décadas.

S¿Alguna vez le salió algún plato pésimo para alguien especial? Sí, no lo puedo negar. Por eso considero que para clientes excepciona­les, a veces, la oferta debe ser más sencilla y la técnica no muy elaborada.

¿Temática en su cocina? Totalmente. La cocina debe tener una limpieza al nivel de un quirófano, la u madre y tía abuela fueron piezas fundamenta­les para que la chef no desistiera en sus metas, siempre motivándol­a a seguir adelante. Casada hace 14 años con Jofree Cadena y con 3 hijos (Thomas, de 12 años; Emilio, de 11, y Pedro, de 7), el viento está a su favor. Su marido la apoya en casa y con la crianza de los chicos para que pueda cumplir su trabajo en jornadas que empiezan a las 6 de la mañana y en las que las fechas importante­s las celebra posteriorm­ente en familia. “Mi marido fue criado a la vieja usanza y al principio le costó adaptarse a las tareas del hogar. ¡Cocina arroz con carne y fréjol muy bien! Cuando viajo es difícil, pero siempre estoy pendiente de mis hijos para que no se sientan desatendid­os y sepan la importanci­a del trabajo de su mamá. Sufro cuando se enferman o no puedo acompañarl­os en momentos especiales, pero dejo mi corazón en casa. La clave es la organizaci­ón, buena comunicaci­ón y el apoyo de mi esposo que me han permitido lograr un equilibrio”. organizaci­ón y los detalles son imprescind­ibles.

¿Qué es lo que más le gusta cocinar? Amo la cocina ecuatorian­a, me encanta sorprender a propios y extraños.

¿Qué anécdota podría compartir? Cuando nos visitó una princesa tuvimos que formar una calle de honor que yo encabezaba.

Uno de los guardaespa­ldas hizo una seña y yo asumí que me pedía chocar la mano, ¡no me di cuenta que esa era la venia para recibirla! Me sonrojé tanto que parecía un camarón cocido.

¿Metas? Chef corporativ­o.

¿Anhelos? Que mis hijos sean felices y exitosos.

¿Es una mujer feliz y realizada? Sí, soy feliz en casa y me siento plena, profesiona­lmente he tenido hermosos momentos.

¿Qué le falta en la vida? En cierto momento pediría tiempo, pero la vida me ha dado cosas únicas en el momento preciso.

¿El camino ha valido la pena? Si. Ha enriquecid­o mi vida y me ha forjado como persona.

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FOTOS | KARINA DEFAS
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