Semana (Ecuador)

Simpson Priscila

“Que no les digan que por ser mujer no pueden”

- Gianella Muñoz Rennella. semana@granasa.com.ec

Su vida está en el campo de salto, donde la sensación de libertad la invade al cabalgar. Aquella es Priscila Simpson, quien desde el lomo del caballo va haciendo de su nombre una leyenda femenina.

En ese galopeo, obtuvo un logro que ha ocasionado una enorme ovación. El pasado diciembre subió al podio del Rancho San Francisco y se hizo merecedora del título de campeona nacional de salto ecuestre.

Fue la única mujer compitiend­o en este deporte dominado por hombres, lo que hace que este primer lugar se vuelva un pedestal para romper la brecha de género.

Su conexión con los caballos

Su pasión por estos animales viene desde niña. A corta edad pudo montar los que criaban en la finca familiar en Quito.

“Tenía dos años cuando me caí de uno. Me rompí una clavícula, pero me cuentan que de inmediato me subieron para que no tenga miedo y, con la clavícula afuera, yo ya no me quería bajar. Pedía una vuelta más”, cuenta Priscila.

Ese vínculo con los animales creció y con el tiempo se fue interesand­o por la equitación. “A los seis años, el hijo de una amiga de mi mamá me invitó a un concurso. Él ganó, me regaló su escarapela y en ese instante digo `yo también quiero saltar'. Y hasta ahora estamos”, dice entre risas.

Así arrancó su vida deportiva a la par de sus estudios en la escuela y secundaria. “En todos estos años he tenido alrededor de cinco caballos. La conexión con ellos ha sido superfuert­e”, refiere.

El más apegado a ella fue Talismán, con él estuvo desde los 16 hasta los 18 años. En esa época, Priscila ya daba a notar su espíritu competitiv­o, y junto con su compañero superaba cada uno de los obstáculos que veía. “Con Talismán obtuve medalla de oro en el Sudamerica­no Juvenil. Luego lo llevaron a vivir a Guayaquil, pero aunque pase el tiempo, yo le silbo y él me relincha todavía”, dice emocionada. “Al igual que las personas, unos son más sensibles que otros”.

Una vez que se graduó del colegio se fue a vivir a Francia por dos años. “Fui sola, vivía dentro del establo en una minisuit encima de las pesebreras de los caballos. Ahí aprendí muchísimo con un jinete profesiona­l. Esa fue como mi universida­d”, menciona.

Ahora su compañero en Ecuador es Cretchon, a quien monta desde hace tres años y ha podido competir a alto nivel. “A mí me encanta el rato que se abre la puerta para ingresar a la cancha. Él entra a galope y con garra, como diciendo aquí estoy, para competir”.

“Era la única entre once varones”

Con su clásico atuendo de jinete, donde no falta el casco, saco, jean y botas altas, Priscila va zanjando sueños.

“Tengo la suerte de levantarme todos los días a las 5:30 de la mañana con una sonrisa porque voy a hacer lo que amo. Soy feliz todo el día”, dice.

Por las tardes está dedicada a dar clases en el sector de Lumbisí, en donde las niñas la ven como su modelo a seguir.

“A la edad de ellas, para mí era normal competir con hombres. Fue en la etapa juvenil cuando me fijé que cada vez había menos mujeres. De hecho, mucha gente me decía que debía seguir una carrera convencion­al, y que la equitación la considere como un hobbie. Mi padre fue de gran apoyo y me motivó a seguir con este deporte. En el campeonato reciente, por ejemplo, yo era la única entre once varones”, dice alarmada.

Hoy, Priscila tiene un ideal. “Me gustaría que haya más mujeres en Ecuador practicand­o este deporte y también en toda Latinoamér­ica, porque aquí están más marcados los estigmas sociales. Debemos romper las barreras. Que las niñas sepan que pueden competir con los hombres en las mismas condicione­s. Y que nadie les diga que por ser mujer no pueden ser jinetes profesiona­les”.

LA CAMPEONA NACIONAL DE SALTO ECUESTRE CONVERSÓ CON SEMANA, Y ASPIRA A QUE SU TRIUNFO SEA UN PEDESTAL PARA ROMPER LA BRECHA DE GÉNERO

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FOTO | CORTESÍA

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