Gaby Avellan, guerrera incansable
Su anhelo es cambiar el mundo para hacerlo más justo e inclusivo con una historia de vida que define el amor en todo sentido.
LA COMUNICACIÓN entre ambos sorprende y conmueve a la vez. Se abrazan, juegan, bailan, conversan y todo fluye alrededor. Son gestos de amor que se repiten y llenan el corazón. Lucas es dulce y tranquilo, devuelve abrazos con simpatía y naturalidad. Su autismo no ha sido impedimento alguno, todo lo contrario, es el motor de una misión que engrandece la existencia de esta madre y la llena por completo. Durante esta entrevista, Gaby se sincera y, al hacer un repaso de todo lo vivido, cada palabra es una confesión de entrega y lucha que resume una vida que impacta por ser la suma del amor en estado puro.
Determinada, súper extrovertida y simpatiquísima, se dedicó varios años a su profesión como chef, hasta que las demandas familiares resultaron incompatibles con su carrera. “Tengo dos hijos maravillosos, Lucas de 12 e Inés de 9. Mi hijo vino de un embarazo y parto normales y a los 14 meses, cuando ya había muchas dudas sobre su salud y desarrollo, tuvo una convulsión muy fuerte que lo mantuvo en estado de coma. Fue una situación extrema que me hizo percibir la posibilidad de perder un hijo… Valoré aún más la vida y entendí que las leyes de la naturaleza se pueden romper”.
El autismo, una realidad
Fue en los Estados Unidos donde la familia recibió el primer diagnóstico de autismo de Lucas. Fue un shock emocional muy fuerte y difícil de asimilar: “No sabía qué conllevaba esta condición, qué exigiría, a qué estaba expuesto mi hijo… Veníamos del dolor de ese episodio terrible y luego vino el diagnóstico… fueron dos frentes a trabajar y superar muy fuertes”.
Así empezó una nueva forma de vida, entregando el 100 por ciento para sacar adelante a Lucas: “La única prioridad ha sido igualar su desarrollo e intentar darle las mejores posibilidades de vida, educándome sobre este trastorno y lo que significaba este para Lucas y su familia” (* ver nota inferior).
Inés llegó después, como por arte de magia pues, con ella, Gaby comprobó que la salud y el desarrollo normal es mágico. “Inés llegó a ser mi fuente de paz. Sin buscarlo, se convirtió en la mayor motivación para su hermano, en su motor y resultó la mejor terapista”.
Se radicaron temporalmente en los Estados Unidos para fortalecer las virtudes de Lucas y trabajar en sus debilidades. “Logramos ver un cambio radical, con grandes progresos en su desarrollo. Pero esto empezó a pasar factura en el matrimonio y nos convertimos en parte de las estadísticas, pues más del 80 por ciento de familias que viven el autismo acaban en divorcio”.
Desde entonces ha enfrentado los desafíos de una madre soltera en una ruta compleja e incierta: “Cuando los hijos te necesitan, pones toda la fuerza y entereza. Ellos marcan el compás de cuántas ganas y corazón debes tener. Aunque con distintas necesidades, debo estar ahí. Cada uno tiene sus propios sueños, metas y formas de ser. Por eso no puedo enfocarme solo en Lucas. Inés también merece tiempo y atención”.
Afortunadamente el autismo de Lucas le permite interactuar socialmente y pertenecer a un sistema educativo regular. “Los padres somos los dueños de la batuta en el equipo. Su proceso de desarrollo es lo que define las terapias que requiere. En nuestro caso, hemos pasado por todas las gamas, entre terapias de lenguaje y física, pero actualmente tiene una de integración sensorial”.
Gracias a su carácter fuerte y bien templado, Gaby ha logrado estar parada como soldado ante las necesidades de sus hijos y, a pesar de lo duro que sea el camino, los aciertos y las decisiones correctas son un aliciente para no decaer jamás. “Soy una mujer y madre incansable, que lucha por las metas y sueños de sus hijos. Tengo 39 años y he soñado con la posibilidad de cambiar este mundo. La vida me dio esa obligación, pero también hay que ser suficientemente bondadosos para dejarse caer cuando faltan las fuerzas. Ahí es cuando mis padres, hermanas y amigas más cercanas me apoyan y han acompañado desde el principio”.
La fundación
Enfocada en la educación e inclusión basada en un trabajo social, Gaby devuelve a la sociedad lo que ella ha podido hacer por su hijo, agradecida de poder ayudar a otros niños con autismo y otras necesidades especiales a través de la fundación Camina Conmigo que creó para apoyar a este sector vulnerable. Ha sido un arduo camino de capacitación y asesoría en diferentes plazas públicas y privadas para que tengan las herramientas adecuadas en cuanto a desarrollo y educación. “En el país existe una ley para recibir a niños y/o jóvenes de este sector con un margen del 2 por ciento en las escuelas o colegios. Por eso se necesita trabajar internamente y a conciencia para apoyar a esta población. La fundación ha crecido y atendemos a varios niños y sus familias con terapias cinco días a la semana. Y próximamente están por entrar 17 más”, dice.