La Prensa Grafica

Carta a Jesús de alguien que sufre

- Por p. Dennis Doren,

Todos pasamos por momentos de dolor y sufrimient­o. Hay dos formas de sufrir: sufres solo o sufres acompañado. No dejes de volver tu mirada a Jesús, este gran médico de cuerpo y de alma, toca a su puerta, comparte con él tu dolor y sufrimient­o, y verás cómo entra en tu vida como un bálsamo que todo lo suaviza y lo sana. Si estás pasando por un momento difícil, lee y medita la siguiente carta.

Señor: he tenido muchas pérdidas y estoy sufriendo mucho debido a los cambios que ha habido en mi vida, cambios en mi relación contigo, con mi Iglesia. Estoy sufriendo rechazos y soledad. Tal parece como si Tú me hubieras dado la espalda.

Ayúdame y guíame para poder comprender, Señor, que todo lo que nos sucede, sea bueno o malo, tiene un propósito, y que el sufrimient­o aceptado con humildad me ayuda a crecer espiritual­mente.

Ayúdame a experiment­ar de nuevo tu amor y tu sanación. Ayúdame a sentir tu presencia en lo más profundo de mi corazón y saber que Tú eres mi Dios. Muéstrame cómo amarte a ti, a mí mismo y a mis hermanos. Guíame por el camino del amor, de la justicia y de la paz. La respuesta de Jesús: Hola, ¿cómo estás? Te envío esta carta para decirte que me preocupo por ti. Ayer vi que hablabas con tus amigos y yo también quería hablarte. Esperé todo el día, pero no acudiste a mí.

Anoche velé tu sueño, toqué tu frente y tu cara con los rayos de la luna. Nuevamente esperé que me hablaras pero no lo hiciste. En la mañana ya era tarde cuando saliste corriendo a trabajar y ni siquiera te acordaste de mí.

Hoy estás triste, te sientes solo. Mi corazón entiende; mis amigos también a veces me abandonan. Otros me hieren, pero yo los sigo amando.

Si tan solo tú me buscaras. ¿Acaso no ves mi amor reflejado en el azul del cielo y en el verdor de los campos? Yo susurro en tu oído con el crujir de las hojas, con el canto de las aves y el murmullo de los ríos, para decirte que mi amor por ti durará por toda la eternidad. Yo sé que para ti la vida es difícil, pero quiero ayudarte. Llámame, pídeme, háblame. No te olvides de mí. La decisión de buscarme a través de la oración y la meditación es tuya. Ya yo te creé, te amé y te escogí para salvarte. Te espero como el padre del hijo pródigo, para darte todas las riquezas de mi reino, solo tienes que pedírmelas. Tu amigo fiel, Jesús.

No olvides que el Señor está ahí a todas horas, esperando; confía en Él, tómate un tiempo para dirigir tu plegaria, verás cómo la respuesta no se deja esperar, solo tienes que aplicar tu fe. No dejes que los momentos difíciles te atormenten y dejen en ti esa impresión de que estás solo, que Dios no te escucha y no te responde, al contrario, Él siempre estará al pendiente de ti. Carta obtenida en Vida Humana Internacio­nal (Legionofch­rist.com; Regnumchri­sti.com).

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