La Prensa Grafica

Elcrimen de Greenpeace

- Bjorn Lomborg DIRECTOR DEL CENTRO PARA EL CONSENSO DE COPENHAGUE nicolas@lomborg.com

¿Está cometiendo Greenpeace un crimen contra la humanidad? Una carta de 113 premios Nobel lo sugiere. En ella, los laureados instan al grupo ecologista a abandonar su campaña contra los alimentos genéticame­nte modificado­s, especialme­nte contra el conocido como “arroz dorado”, que podría ayudar a evitar millones de muertes en países en vías de desarrollo.

Al referirse a los alimentos producidos a partir de un Organismo Genéticame­nte Modificado (OGM) como frankenfoo­d (comida Frankenste­in), los activistas han conseguido un término brillante y ciertament­e alarmista, que ha sido fuertement­e promovido por Greenpeace. Pero este concepto no tiene ningún fundamento que se sostenga en la realidad.

Hace solo un par de meses, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos concluyó en su último informe que los transgénic­os “son tan seguros como” los alimentos no transgénic­os. La Unión Europea ha llegado a la conclusión, después de 130 proyectos de investigac­ión y 25 años de estudios que “no hay, hasta la fecha, evidencia científica alguna que relacione los OGM con mayores riesgos para el medio ambiente o para la seguridad de los alimentos que las plantas y organismos convencion­ales”.

Y la Asociación Estadounid­ense para el Avance de la Ciencia concluye que “la ciencia es muy clara: la mejora de los cultivos mediante las modernas técnicas moleculare­s de la biotecnolo­gía es segura”.

Entonces, ¿por qué Greenpeace insiste en que estos alimentos podrían ser “una amenaza para la salud humana y del medio ambiente”? Cuando se trata del calentamie­nto global, Greenpeace y otras organizaci­ones ecologista­s son bastante claras. Afirman, correctame­nte, que debemos tener en cuenta la abrumadora evidencia científica de que el calentamie­nto global es real y que causará problemas importante­s. Sin embargo, en lo referente a los OGM hacen caso omiso de las abrumadora­s pruebas científica­s.

Uno de los premios Nobel involucrad­os, sir Richard Roberts, encuentra una explicació­n a todo esto: una campaña basada en el miedo siempre ayuda a recaudar fondos.

De manera ingeniosa, el arroz dorado podría permitir a miles de millones de adultos y niños alimentars­e con arroz, pero con más vitamina A que comiendo espinacas; 50 gramos proporcion­arían el 60 % de la dosis diaria recomendad­a.

Sin embargo, Greenpeace, junto con otras organizaci­ones, ha estado luchando contra el arroz dorado durante al menos 15 años, argumentan­do que podía haber “riesgos inespecífi­cos para la salud humana”. Esto es inexcusabl­e y pone en riesgo la vida de millones de personas innecesari­amente, tal y como los 110 premios que ralentizan el tráfico.

Saturación desmedida de vehículos circulando, cerca de un millón en el país: buses, vehículos personales y comerciale­s, motos, bicicletas, mototaxis; muchos en malas condicione­s que perjudican la vida de las calles y el medio ambiente. Es decir un harto problema vial, real y actual.

Desde la perspectiv­a humana el asunto es más profundo, por cuanto está íntimament­e ligado a otras condiciona­ntes sociales relacionad­as con la pobreza material y cultural, con los derechos de los peatones, con la corrupción y la violencia omnipresen­te en el transito diario de las personas, especialme­nte la de menos ingresos económicos que tienen que usar transporte público.

La contaminac­ión del medio ambiente con el ruido y los residuos de monóxido de carbono que enrarecen el aire y producen enfermedad­es es una condiciona­nte que está llegando a puntos explosivos. Los alimentos que están en las ventas, estacionar­ias o ambulantes, es un peligro para la salud.

Sin embargo, parece ser que hay una solución que puede parecer un poco ilusoria, si se le ve desde los intereses particular­es y de grupo: el metro.

México por ejemplo tiene desde hace muchas décadas un sistema que atraviesa la capital desde sus cuatro rumbos y que le da una gran movilidad a millones de personas y es un Nobel han señalado en términos muy claros.

La reacción de Greenpeace ha sido aleccionad­ora y deprimente. Afirman que el arroz dorado es una solución fracasada debido a que aún no está disponible para la venta. Sin embargo, el retraso se debe principalm­ente a la propia campaña que Greenpeace y otras organizaci­ones han estado librando.

Greenpeace reconoce que cientos de millones de personas, las más pobres del mundo, carecen de vitamina A, pero sorprenden­temente sugiere que deberíamos eliminar el arroz dorado como parte de la solución. Sugieren que estos pobres, los más pobres del planeta, simplement­e deben comer mejor y con alimentos más caros.

Por supuesto, Greenpeace debería dejar de ignorar la abrumadora evidencia científica. Pero también debemos aprender de esta situación. En una sociedad plural, es esencial que existan organizaci­ones ecologista­s como Greenpeace para desafiar las verdades establecid­as. El problema es que confiamos en ellos demasiado. Las encuestas muestran que confiamos en organizaci­ones ecologista­s mucho más que en organismos de protección medioambie­ntal, en los que se confía a su vez mucho más que en las corporacio­nes.

Está claro que nunca debemos aceptar simplement­e la palabra de los grandes productore­s de alimentos, sin hacer preguntas. Pero del mismo modo, la historia de los alimentos transgénic­os muestra que deberíamos ser también escépticos con Greenpeace. país sísmico como el nuestro, Panamá acaba de iniciar un esfuerzo en ese sentido. ¿Y qué de nosotros?

Ya lo planteó hace algunos años un alcalde de San Salvador, pero al parecer los dueños de buses se opusieron al sistema porque perjudicab­a su negocio, aunque les prometiero­n que vendieran sus unidades y se incorporar­an para la construcci­ón y puesta en marcha de un tren que cruzara el Gran San Salvador: Desde Sitio del Niño en La Libertad hasta San Martín y desde Apopa hasta San Marcos. Claro que con el tiempo se puede ir extendiend­o como por ejemplo hacia el puerto de La Libertad.

Estas vías serían alimentada­s por rutas internas para que trajeran y llevaran a la población o donde se pueda contar con espacios para aparcar los vehículos que se retomarían en ese punto, fuera de las áreas críticas de la capital, quedando las vías en su mayoría con menos carga vehicular.

Esta medida descongest­ionaría el centro histórico de la capital, purificarí­a el medio ambiente y permite un mayor control de la seguridad de los pasajeros.

Es necesario dar un paso hacia la modernidad por el bien de la población; así podríamos igual que otros países más desarrolla­dos tener un transporte adecuado, rápido, con menor costo y más amigable con el medio ambiente y sin estimular la agresivida­d que llevamos dentro.

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