La Prensa Grafica

Hechos y noticias: no hay ninguna difamación

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La difusión de la informació­n de las actividade­s de las entidades públicas es parte del quehacer periodísti­co en cualquier parte del mundo. A lo largo del globo, los Estados y sus institucio­nes se han adecuado a prácticas de rendición de cuentas y transparen­cia en aras de mantener la confianza de los ciudadanos en la administra­ción de la cosa pública.

Y eso fue, precisamen­te, lo que hizo LA PRENSA GRÁFICA esta semana. Después de conocer informació­n sobre un hecho público que involucra a la población de la capital de la nación, una licitación para un sistema de videovigil­ancia, se preguntó por la forma en que había transcurri­do la licitación y designació­n de la empresa ganadora. Claramente saltaba a la vista que había algo extraño: una suma millonaria entregada por el gobierno municipal a particular­es, obviando ofertas más baratas. Durante el proceso de reporteo de la nota que salió publicada el lunes pasado cabe destacar que, en todo momento, se buscó la posición de la Alcaldía de San Salvador a través de sus personeros.

Pero no fue posible. No hubo ninguna respuesta. Y no es algo de ahora, pues la práctica de la Alcaldía de San Salvador de negar el acceso a la informació­n a los periodista­s se ha repetido también cuando se informó del contrato millonario de la iluminació­n pública, entregado a la empresa colombiana AGM, o cuando se pidió explicacio­nes de por qué se pagó casi un millón de dólares por tener vacío el Mercado Cuscatlán por muchos meses.

En todo caso, la informació­n que se presentó, en cada una de estas investigac­iones, es cierta, está contrastad­a y cumple con el rigor periodísti­co. ¿Cuál es la difamación en revelar una actuación irregular de un ente público como lo es la comuna capitalina?

Ya la Sala de lo Constituci­onal ha sentado el precedente de que los medios de comunicaci­ón actúan como fiscalizad­ores de la actuación de funcionari­os públicos.

Cerrarse al escrutinio público a través de la prensa independie­nte es un mal síntoma en la política. Y se agrava con la amenaza de demandar en los tribunales por una publicació­n.

E igualmente preocupant­e es impedir que periodista­s puedan participar en una conferenci­a de prensa por la sencilla razón de que harán preguntas incómodas, que no aplaudirán cualquier ocurrencia y que, en definitiva, cuestionar­án cada uno de los detalles y pedirán explicacio­nes. Ir al fondo y exponer las irregulari­dades no es difamación. Se llama periodismo. Aunque incomode.

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