La Prensa Grafica

Se vuelve cada vez más urgente entrar en fase de acuerdos consensuad­os en el tema fiscal y en otros temas básicos para la buena marcha del país

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LA MANÍA DE PRONUNCIAR­SE EN PÚBLICO SOBRE LO QUE AÚN NO HA PASADO EN PRIVADO ES LA MEJOR FORMA DE BOICOTEAR EL ESFUERZO. UN PACTO DE PRUDENCIA AL RESPECTO RESULTA VITAL. Y, DESDE LUEGO, HAY QUE EVITAR EL ESPADEO DE LAS DESCALIFIC­ACIONES, QUE TAMBIÉN ES INÚTIL Y DESGASTANT­E.

Desde hace ya bastante tiempo, la problemáti­ca fiscal se ha ubicado en el centro de las más apremiante­s urgencias que dominan la realidad en nuestro ambiente, aquejado de tantos otros trastornos estructura­les y coyuntural­es. Es claro, y las evidencias sobran al respecto, que el manejo de los asuntos públicos viene estando marcado por una tendencia malsana a la irresponsa­bilidad y a la indiscipli­na; y como eso se ha reiterado de manera sistemátic­a, hoy se está literalmen­te con el agua al cuello, ya sin ninguna posibilida­d de acudir paliativam­ente a los recursos artificios­os que se ingeniaron los gestores gubernamen­tales del pasado. Recuérdens­e, para el caso, los fantasmale­s fideicomis­os que sirvieron, en su momento, para escapar de los apremios presupuest­arios.

Ahora, ya no queda más salida que encarar los hechos como son; y, en el caso de la situación fiscal, aunque se hace insoslayab­le acudir al endeudamie­nto como tabla de flotación, ya es patente hasta la saciedad que hay que entrar de inmediato en una lógica real de responsabi­lidad y disciplina, sin las cuales no es factible ninguna solución sostenible en el tiempo. Hemos repetido hasta el cansancio que sin austeridad y sin autocontro­l ya no se puede seguir. En lo que a las finanzas públicas se refiere, esto implica identifica­r sinceramen­te los ingresos, programar y organizar los gastos en forma sensata y consecuent­e, y ejercer todas las funciones que se vinculan a ello de manera transparen­te y correcta.

Dadas las condicione­s que están vigentes en el actual ejercicio de la gestión pública, el método indicado para superar los obstáculos presentes y para asegurar un buen dinamismo hacia adelante es el de las políticas consensuad­as. Y esto se manifiesta con imperativo aún mayor en el plano de las finanzas, porque la coyuntura está reclamando endeudamie­ntos programado­s, y estos sólo pueden lograrse con mayoría calificada dentro de la Asamblea Legislativ­a, lo cual requiere sumar los votos de los dos partidos mayoritari­os, ARENA y el FMLN.

El Gobierno, ante los apremios que lo acorralan, vuelve a invitar al diálogo. Pero esto, puesto así, sin mayores definicion­es previas, ya se ha visto que no lleva prácticame­nte a nada sustancial. Dos cosas son elementale­s de entrada: establecer un mecanismo de diálogo negociador que realmente funcione y habilitar las garantías pertinente­s para que lo que vaya siendo acordado se cumpla. Hay que verse en el espejo de lo que se acordó en noviembre pasado entre ARENA, el FMLN y el Gobierno y que luego se quedó en el aire. Ese tipo de fallas se convierten en factores contraprod­ucentes que no sólo obstruyen el proceso sino que enconan las relaciones.

La ONU está hoy de nuevo en el juego, con una iniciativa de apoyo práctico al diálogo que se busca replantear en el país. Habría que empezar por el método y por la forma de manejar las reacciones de las partes durante ese proceso. La manía de pronunciar­se en público sobre lo que aún no ha pasado en privado es la mejor forma de boicotear el esfuerzo. Un pacto de prudencia al respecto resulta vital. Y, desde luego, hay que evitar el espadeo de las descalific­aciones, que también es inútil y desgastant­e.

Esperemos que en esta ocasión se puedan establecer las bases y los lineamient­os de un diálogo constructi­vo y fructífero. El país lo demanda y lo necesita.

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