La protección efectiva del régimen de libertades constituye un requisito fundamental para que funcione de veras la democracia
En nuestros días, las situaciones anómalas se propagan por todas partes a una velocidad expansiva sin precedentes. Este es, sin duda, uno de los efectos del fenómeno globalizador, que por otra parte sigue abriendo oportunidades para todos, en una dimensión también sin precedentes. Hay que tener presente, para poder manejarse de manera satisfactoria en el novedoso escenario actual, que lo que ahora estamos viendo y viviendo en todos los sentidos es producto de la evolución en movimiento, y por consiguiente no hay que ver los acontecimientos del presente como expresiones y convulsiones que brotan sin avisos previos, sino que hay que tomarlos como lo que son: evidencias de que para crecer hay que cambiar y para cambiar hay que comprometerse, conforme a las condiciones y requisitos del respectivo momento.
La apertura creciente del mapa global ha venido haciendo surgir acontecimientos de la más diversa índole, lo cual incrementa las tensiones y las ansiedades generalizadas. Ahora mismo, hechos tan significativos y reveladores como la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el resurgimiento de extremismos políticos que enarbolan el propósito de establecer una especie de nuevo orden mundial y la ola de inseguridad que se sigue expandiendo por todas partes sin que nada pareciera ser capaz de contrarrestarla hacen cada vez más evidente la urgencia de poner en acción, con toda la energía constructiva que sea necesaria, un movimiento en función del avance democratizador en todas partes.
Lo principal consiste en potenciar y en posibilitar la sana evolución, aun en medio de las circunstancias más adversas. Punto clave del dinamismo evolutivo que debe asegurarse en esta precisa coyuntura histórica lo constituye el mantener vivo y saludable el régimen de libertades que está en la base de la convivencia pacífica y progresista en todos los planos: el na- cional, el regional y el global. Como siempre, pero más aún en el momento que ahora mismo se vive, preservar y consolidar las libertades es tarea esencial, que no hay que descuidar ni un solo instante, porque las amenazas y los ataques nunca dejan de estar al acecho.
Entre dichas libertades, las de expresión y de prensa tienen un rol decisivo; y ahora ni siquiera en las sociedades más desarrolladas pueden considerarse seguras, como se manifiesta, con no poca sorpresa, en los signos verdaderamente alarmantes que se están dando en Estados Unidos por efecto de las actitudes y de las declaraciones que ha traído consigo el liderazgo presidencial recién instalado. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) ya ha manifestado su preocupación y su alarma ante el borbollón de descalificaciones contra periodistas y contra medios de prensa dentro de esa atmósfera tan conflictiva que se está formando, y que es un trastorno sin precedentes en una sociedad como la estadounidense, tradicionalmente abierta tanto en lo concerniente a la información como en lo que toca a la opinión.
Hay que estar muy atentos al recrudecimiento de la intolerancia y a la proliferación de las actitudes divisionistas en todas partes. El riesgo mayor es que nos dirijamos hacia un ambiente generalizado en que la convivencia pacífica se vuelva cada vez menos factible y sustentable. La recuperación de valores y la preservación de libertades son en todo caso desafíos vitales a los que nadie debe sentirse ajeno. Lo que está en juego es la suerte de esta compleja contemporaneidad.
PUNTO CLAVE DEL DINAMISMO EVOLUTIVO QUE DEBE ASEGURARSE EN ESTA PRECISA COYUNTURA HISTÓRICA LO CONSTITUYE EL MANTENER VIVO Y SALUDABLE EL RÉGIMEN DE LIBERTADES QUE ESTÁ EN LA BASE DE LA CONVIVENCIA PACÍFICA Y PROGRESISTA EN TODOS LOS PLANOS: EL NACIONAL, EL REGIONAL Y EL GLOBAL.