La Prensa Grafica

“Lahoradel Planeta”no esbuenapar­a elmundo

- Bjorn Lomborg DIRECTOR DEL CENTRO DE CONSENSO DE COPENHAGUE nicolas@lomborg.com

A las 8:30 p. m. del sábado se espera que alrededor de mil millones de personas en todo el mundo apaguen las luces durante una hora como una declaració­n política contra el cambio climático y los combustibl­es fósiles, y en apoyo a las reduccione­s de carbono y las energías renovables.

Esta acción para hacer sentir bien a la gente no solo no consigue absolutame­nte nada para el planeta, sino que además no tiene en cuenta lo que realmente necesitan los más pobres del mundo en este momento, precisamen­te más luz y energía, no oscuridad. De acuerdo con los organizado­res, “La Hora del Planeta muestra cómo cada uno de nosotros podemos ser héroes de nuestro planeta”.

Esta grandiosa afirmación pasa por alto el hecho de que esta gran campaña ahorra, a lo sumo, la cantidad equivalent­e a las emisiones de carbono de China durante menos de cuatro minutos.

Y este cálculo se efectúa siendo muy generosos en la suposición. De hecho, un pequeño descenso en el consumo de electricid­ad en realidad no se traduce en menos energía derivada a la red eléctrica, por lo tanto no se reduce el nivel de emisiones.

¿Qué hay de esas velas ‘ecológicas’ que encienden multitud de participan­tes? Están dentro de la categoría de combustibl­es fósiles y consumen casi 100 veces menos eficientem­ente que las bombillas incandesce­ntes. El uso de una vela por cada bombilla apagada en realidad anula incluso la reducción teórica de CO2; utilizar dos velas implica que se emita más CO2.

La Hora del Planeta se celebra en gran medida en las zonas ricas y urbanas. En todo el mundo hay alrededor de 1.3 mil millones de personas que viven en los países en vías de desarrollo; esta parte de la población no tendrá ni siquiera la opción de elegir si participa o no.

Esto parece más bien hipócrita: el mundo rico depende en gran medida de los combustibl­es fósiles, obteniendo solo el 10 % de su energía de fuentes renovables. Es necesario comparar este dato con África, que obtiene el 50 % de su consumo de energía, mucho menor que el del primer mundo, de las energías renovables.

Claramente, la energía renovable significa algo diferente si usted vive en una zona remota de África que si usted es un defensor del medio ambiente, cargado de buenas intencione­s, en el mundo rico. Debido a la pobreza, casi 3 mil millones de personas en todo el mundo todavía cocinan y calientan sus casas con madera, ramas y estiércol. Y más de 4 millones de personas mueren prematuram­ente cada año debido a los humos tóxicos resultante­s y la contaminac­ión del aire interior.

Ahora bien ¿por qué la energía solar o eólica no se ha implantado en todo el mundo? A pesar de oír constantem­ente que es más barata o que está cerca de ser más barata que los combustibl­es fósiles, la tecnología todavía no es eficiente, barata o suficiente­mente fiable para resultar competitiv­a. Por este motivo hemos tenido que dar este año más de 115 mil millones de dólares en ayudas a la energía solar y eólica. Con un precio de la electricid­ad que suele ser inferior a 10 centavos de dólar por kwh, subvencion­amos cada kwh de energía solar a 27 centavos de dólar.

Un análisis realizado por el Centro para el Desarrollo Mundial concluyó que invirtiend­o 10 mil millones de dólares en energía renovable se podría sacar a una persona de la oscuridad y por lo tanto de la pobreza con un coste de alrededor de 500 dólares. El uso de la electricid­ad mediante estaciones de gas sería cuatro veces más barato. Insistir en energías renovables, en lugar de gastar esos 10 mil millones de dólares en gas, supone dejar, deliberada­mente, a 70 millones de personas en la oscuridad y la pobreza.

Lo que necesita el planeta no es un inútil y breve gesto político para sentirse mejor como la Hora del Planeta, sino una inversión mayor y constante en investigac­ión y desarrollo de energía verde.

Celebrar la oscuridad sobre la luz es una metáfora apropiada para un movimiento ecologista mundial que ha perdido su camino y no está debatiendo a favor de medidas más inteligent­es para los pobres del mundo, ni para el planeta.

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