Sobre el resurgimiento y prosperidad de El Salvador
Lideramos el homicidio mundialmente, el menor crecimiento y competitividad de la región, el mayor endeudamiento e insostenibilidad de las finanzas públicas, y los mayores grados de división y polarización política sostenidas –Venezuela excluida– en el nuevo siglo, en el país más pequeño y de menores recursos de Latinoamérica. Enfrentar y superar semejante crisis histórica conduciendo al país a su resurgimiento y prosperidad constituye el desafío histórico de nuestro tiempo; tarea de estadistas y visionarios comprometidos con la transformación y el futuro, pero también de políticos capaces y honestos en la sociedad civil y el Estado.
El punto de partida es, por supuesto, un diagnóstico y caracterización de los principales problemas con los que concluiremos la segunda década del siglo XXI en un mundo que se transforma aceleradamente. Estos problemas constituyen, en su mayoría, manifestaciones de agotamientos estructurales de varias décadas con distancias que siguen creciendo respecto al mundo que se transforma aceleradamente con la revolución científico-tecnológica y las tecnologías de la información, particularmente.
Se trata de aprovechar las oportunidades del futuro que ya se hizo presente. Y esto es precisamente lo que dijo Francisco de Sola en su discurso de aceptación de Miembro Honorario de FUSADES 2017, que por su relevancia, citamos ampliamente. Después de referirse a Otto Von Bismarck (“La tarea del estadista es de captar el sonido de los pasos de Dios a través de la historia, ¡y de tratar de agarrarse de sus faldones al pasarle por frente!), dijo “¡DESPIERTEN! Se trata de “agarrarnos de los faldones” de esa evolución tecnológica que nos está pasando por frente con una rapidez asombrosa, y cambiando el mundo como hoy lo conocemos...”.
Efectivamente, y continuó afirmando: “Cuando más gente tiene acceso a información, a contacto con otras gentes, hay disrupción: los Estados se ven forzados a apertura y transparencia, las fronteras como las conocemos se derrumban, los trabajos que nos dan seguridad se disgregan, las ventajas comparativas que nos dieron de comer desaparecen, todas las reglas de la convivencia tambalean. Y la velocidad del cambio es lo que preocupa. Lo sensato no es abandonarnos en pánico, más bien es de enfocar en que las tecnología de información, al forzar que sean más eficientes los procesos, a la vez empodera nuevos modelos de negocios, nuevos productos y nuevas plataformas de crecimiento... Los sabios de hoy nos insisten que en la historia mundial, las sociedades que son abiertas a los flujos de información, de finanzas, de cultura, de comercio y de educación, y las que aprenden de todo esto son las que saldrán adelante”.
Dos son las ventajas competitivas que tenemos, nuestra ubicación geográfica y nuestra gente, pero tenemos que hacer la tarea que no hemos hecho en ambas. Si bien es fundamental crear confianza y certidumbre para favorecer la inversión privada y el crecimiento, necesitamos apalancarnos y sacar provecho de ambas, impulsando sostenidamente la transformación productiva, fomentando el desarrollo logístico y productivo-exportador, el cluster de servicios aeronáuticos, la industria exportadora de bienes y de servicios diversos con niveles crecientes de tecnología y comercialización digital, la agro-industria azucarera, cafetalera y del cacao con mayores grados de diversificación, productividad y valor agregado. Así transformaríamos la economía, crearíamos más y mejores empleos y nos insertaríamos a la economía regional y mundial de manera competitiva.
Por eso afirma de Sola: “América es un gran continente donde hemos sido estratégicamente colocados por el destino en el centro, entre norte y sur y entre los grandes Océanos Pacífico y Atlántico. Esa es una de nuestras grandes riquezas. La otra gran riqueza, también excepcional, es la pirámide poblacional de la región, donde la edad media se estima en 27 años. ¡En esas dos riquezas está nuestro futuro: una ubicación ideal para conectividad, con una población joven que ya absorbe