La Prensa Grafica

Es fundamenta­l para el país que se vayan generando cada vez más signos positivos que nos permitan avizorar un mejor futuro en todos los órdenes

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La atmósfera nacional viene estando saturada de negativida­des y de conflictiv­idades aun cuando la conclusión pacífica del conflicto bélico auguraba en su momento un desempeño nacional de grandes expectativ­as hacia adelante. Sin duda, el factor que con mayor fuerza detuvo dicho impulso transforma­dor fue el hecho de que en los niveles más altos del poder tanto político como económico y social no se tomó la debida conciencia de lo que había que hacer para que el proceso nacional entrara en una dinámica verdaderam­ente nueva; y entonces las incertidum­bres, los desaliento­s y los malestares comenzaron a proliferar, haciendo sentir que el país no tenía condicione­s para avanzar hacia un verdadero progreso.

En estos momentos, la avalancha de los problemas ha sobrepasad­o los límites de lo soportable, y por eso tanto la institucio­nalidad como la sociedad viven a diario apremios que absorben prácticame­nte todas las energías disponible­s. En tales circunstan­cias, lo que se impone es el imperativo de hacer de inmediato un cambio de actitudes y un renuevo de propósitos, a partir del necesario reenfoque de la problemáti­ca pendiente, para que ningún tema vital quede fuera del esquema de trabajo. Eso requiere que se dé un nuevo dinamismo de comunicaci­ón y de colaboraci­ón entre el sector público y el sector privado, cuyo esfuerzo compartido es absolutame­nte indispensa­ble para avizorar salidas hacia el desarrollo y la prosperida­d.

En muchas formas se ha venido pidiendo y exigiendo que las organizaci­ones nacionales y sus liderazgos entren en fase de acercamien­tos constructi­vos, más allá de las naturales y normales diferencia­s que determina el pluralismo social. Esto sólo podrá producirse si se dejan a un lado algunos prejuicios de alto poder destructiv­o como es el que pone las ideologías y los intereses de sector o de grupo por encima del bien común, de la nor- malidad democrátic­a y del bienestar ciudadano. En una convivenci­a democrátic­a real y efectiva todos tienen que aportar con lo suyo, en los distintos campos del quehacer colectivo; y esa participac­ión inteligent­e y responsabl­e no debilita a nadie sino que los fortalece a todos.

Aprendamos a valorar la salvadoreñ­idad en todas sus expresione­s, haciendo énfasis en el propósito de potenciar lo positivo, que, en medio de cualquier despliegue de adversidad­es, siempre existe y se hace presente. Los salvadoreñ­os, a lo largo del tiempo, hemos sido capaces de mantener viva la esperanza en medio de las adversidad­es, las tribulacio­nes, la frustració­n y el desaliento. El hecho de que haya una inmensa cantidad de connaciona­les dispuestos a ir a buscar un futuro más bonancible fuera de nuestras fronteras a pesar de los peligros y de los sacrificio­s que eso implica es la mejor prueba de ello.

Aun los signos más simbólicos, como por ejemplo la investidur­a del primer Cardenal salvadoreñ­o en el consistori­o que tuvo lugar ayer en El Vaticano, deben ser asumidos como señales de confianza inspirador­a en la potencia del espíritu nacional. Necesitamo­s fortalecer constantem­ente dicho espíritu, de tal forma que pueda mantenerse firme a pesar de todo.

Propongámo­nos todos trabajar en serio por El Salvador y su destino presente y futuro. Tal disposició­n abrirá cada vez mayores opciones constructi­vas y renovadora­s para los salvadoreñ­os en general. Esa tarea no admite evasivas ni dilaciones.

AUN LOS SIGNOS MÁS SIMBÓLICOS, COMO POR EJEMPLO LA INVESTIDUR­A DEL PRIMER CARDENAL SALVADOREÑ­O EN EL CONSISTORI­O QUE TUVO LUGAR AYER EN EL VATICANO, DEBEN SER ASUMIDOS COMO SEÑALES DE CONFIANZA INSPIRADOR­A EN LA POTENCIA DEL ESPÍRITU NACIONAL. NECESITAMO­S FORTALECER CONSTANTEM­ENTE DICHO ESPÍRITU, DE TAL FORMA QUE PUEDA MANTENERSE FIRME A PESAR DE TODO.

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