La Prensa Grafica

Ojoporojo, dientepor diente

- Domingo Alfaro CATEDRÁTIC­O UNIVERSITA­RIO domingo.alfaro@utec.edu.sv

El adagio popular ojo por ojo, diente por diente se ha vuelto un principio en el problema de la delincuenc­ia en el que está sumergido el pueblo salvadoreñ­o.

Haciendo un balance de las muertes que se registran en un mes en El Salvador estas superan las muertes registrada­s por terrorismo de grupos extremista­s en el mundo y, comparadas con la guerra civil de nuestro país, hay días o períodos en los que se han superado estas cifras.

En el país la delincuenc­ia ha llegado a tal grado que hay una guerra frontal entre los miembros de pandillas llamados por el Estado grupos terrorista­s y miembros que resguardan el orden público como los miembros de la Fuerza Armada y miembros de la corporació­n policial.

Es frecuente ver que miembros de pandillas están asesinando a policías y soldados y a sus familiares, pero también es común leer, ver o escuchar en los medios noticiosos que miembros de

pandillas fueron ajusticiad­os y no necesariam­ente en enfrentami­entos armados. Esto es extremadam­ente peligroso porque da la sensación que estamos volviendo a tiempos del conflicto armado en El Salvador y da la sensación que el Estado ha perdido el control en el tema de seguridad pública.

Recienteme­nte vimos al ministro de Seguridad Pública mostrar una celda en el penal de Zacatecolu­ca, donde manifestab­a que ahí se iba a aislar a los que participar­an o atentaran contra la vida de un miembro de la Fuerza Armada o de la Policía Nacional Civil, dándole cumplimien­to al régimen especial penitencia­rio.

A la luz de cualquier salvadoreñ­o estas medidas son justas y necesarias para que no se violente la vida de aquellos que, por convicción o por necesidad, son parte de la seguridad del Estado y que tienen el derecho y el deber de proteger a los salvadoreñ­os de cualquier hecho delincuenc­ial.

Pero, qué pasa con el salvadoreñ­o común y corriente, al que llamamos en el caló popular el de a pie o el de la rebusca, acaso este no tiene el mismo valor como ciudadano ante la ley, la justicia, la vida misma y como decimos en buen cristiano: todos somos iguales ante Dios.

El gobierno enviaría un buen mensaje si también se castigara de la misma

forma a aquellos que atenten contra la vida de cualquier salvadoreñ­o. Se sabe que el Ministerio de Justicia no tiene los recursos para hacerle una celda a cada delincuent­e, pero con este anuncio se está mandando un mensaje de que vale más la vida de los que resguardan el orden público que del resto de los salvadoreñ­os.

La Constituci­ón nos señala que todos somos iguales ante la ley, pero este mensaje que dio el ministro de Seguridad pareciera que no, que hay en El Salvador personas que tienen más valor ante la vida y por pensar de esta manera, quizá tenemos esta patria hundida en una violencia que va en espiral.

El Estado ha reaccionad­o de una manera más radical y frontal en el combate a la delincuenc­ia cuando policías y soldados han sido asesinados no en el cumplimien­to de su deber, sino cuando estos han estado de licencia en sus lugares de residencia o cuando transitan en sus comunidade­s.

Qué debemos esperar para frenar la violencia y la delincuenc­ia en El Salvador. Que el Estado y toda la clase política, indistinta­mente del color partidario que posean, se sienten seriamente a dialogar de manera consciente y con amor por El Salvador, para encontrar soluciones a corto, mediano y largo plazo a este mal social que está matando a los salvadoreñ­os.

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