INVOLVIDABLE PRINCESA
El domingo del 31 de agosto de 1997 marcó un antes y un después en la historia de la realeza, tras la pérdida de la inolvidable Lady Di. Conocida como “la princesa del pueblo”, en vida decidió dejar a un lado las excentricidades del palacio para tomar un papel más activo en la sociedad como princesa de Gales. Se involucró en apoyo de causas para pacientes con sida, drogadictos, ancianos y ayudó a niños en extrema pobreza. Estuvo al lado de figuras como Madre Teresa de Calcuta, Nelson Mandela y Dalai Lama. Todas estas acciones la convirtieron en un ícono que logró humanizar la monarquía británica, ante la apartente frialdad de la Reina Isabel II. Independiente y atrevida, con una mezcla de belleza y timidez, sonrisa resplandeciente, elegancia, clase y sencillez que nunca fue opacada por accesorios demasiado llamativos, Diana impuso su propio estilo clásico: perlas, trajes de manga larga, cuellos tipo marinero y tacones medianos reflejaban su elegancia innata. De acuerdo a la edición británica de la revista Vogue, Jacques Azagury, uno de sus diseñadores favoritos, aseguró que “Diana siempre encontraba rápidamente lo que quería. Escogía los vestidos en cuestión de segundos y siempre apuntaba que ella buscaba algo sencillo, pero no demasiado sexy”. Su objetivo nunca fue destacar en la moda, pero indudablemente su estilo quedó inmortalizado. Inglaterra, después de Diana, jamás ha conocido a una princesa tan amada por su nación y por aquellos que la adoptaron como propia por su calidez y corazón altruista.