El mes cívico
Según la Real Academia Española (RAE), cívico es un adjetivo que significa “ciudadano, patriótico, doméstico, y es lo relativo al civismo”. Patriótico lo define como “perteneciente a la patria”, y la patria la define como “la tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”. La patria es el lugar en donde se ha nacido o el lugar al que uno se siente vinculado, es el lugar del que siente orgullo.
La misma RAE define el civismo como “celo por las instituciones e intereses de la patria” y también como “comportamiento respetuoso del ciudadano, con las normas de convivencia pública”. En civismo… hace mucha falta educarnos. En las calles y avenidas y en las relaciones sociales se demuestra ¡cuánta falta nos hace! El amor al lugar en donde estamos y nos desarrollamos ¡cuanta falta nos hace! El orgullo del lugar en donde hemos nacido… ¡cuánta falta nos hace! El simple cumplimiento de las leyes y las obligaciones ¡cuánta falta hace!
Hoy iniciamos septiembre. El mes cívico será inaugurado por funcionarios de alto nivel este mismo día. Tendremos 30 días de actividades conmemorativas que van desde antorchas centroamericanas hasta los tradicionales y coloridos desfiles. Todos nos unimos a conmemorar el 196.º aniversario de Independencia, desfilando o esperando en las estrechas calles y avenidas a que pase el desfile. Hay tradiciones difíciles de cambiar, aunque se tiene la tarea de innovar.
Septiembre es una buena excusa para reflexionar sobre el lugar al que nos sentimos vinculados. Irónicamente, los que estamos disfrutando de los recursos y las bendiciones que tiene nuestro reducido espacio de 20,000 kilómetros cuadrados encontramos dificultados para reconocerlos, apreciarlos y conservarlos. Culturalmente nos cuesta encontrar oportunidades… culturalmente identificamos racimos de problemas y dificultades. ¡Nos cuesta hacer limonada con un limón! Y si la hacemos, ¡nos lamentamos!
La gente quiere emigrar. La gente quiere dejar su tierra. La gente quiere salir de su cantón para buscar oportunidades de desarrollo. Eso lo demuestran las encuestas. Y con este sentir, perdemos valiosos recursos humanos y terminamos subsidiando economías desarrolladas con talento formado con inversión nacional en nuestro propio e incomparable espacio.
La gente emigra porque no tiene arraigo. No le importa pagar $7,000, $8,000 y hasta $10,000 para salir, y tampoco le importa enfrentarse a uno y mil riesgos. No hay muro que le detenga ni advertencia que le persuada. Así de decididos somos los salvadoreños. Pero fuera es otra cosa. Ahí se ejerce la cultura ciudadana, se cumplen leyes de convivencia y si se irrespetan, tienen que asumir las consecuencias. Pero con desarraigo y en la lejanía, irónicamente se desarrolla y fortalece el vínculo con el lugar de origen, el vínculo con los símbolos de identidad y se estrecha el sentido de pertenencia. Vuelven y vuelven a venir.
Esos miles de salvadoreños que mantienen a flote nuestra economía con sus remesas familiares están amenazados por la política migratoria de Estados Unidos y para agravar la situación, están amenazados por la política exterior del Gobierno de nuestro país en relación con la dictadura militar de Maduro en Venezuela. Esos miles de salvadoreños que integran el Departamento 15 irónicamente se emocionan y lloran nuestro himno nacional.
Y por eso mi obligada pregunta: ¿tienen que irse para amar y fortalecer los vínculos con el lugar de origen? Educación y cultura, investigación y valoración, identidad y sentido de pertenencia son grandes ausentes en nuestro diario vivir. Y esos grandes ausentes son los que nos tienen como estamos.
Estamos dispuestos a infringir las leyes, estamos dispuestos a irrespetar las instituciones, estamos dispuestos a ignorar la autoridad, estamos dispuestos al desarraigo con costos elevados, estamos dispuestos a mencionar la cultura de paz una y otra vez sin que la paz emerja. Así es difícil hacer patria, así es difícil el ejercicio de la ciudadanía.
Los ciudadanos hacemos la diferencia. Septiembre es un mes inspirador para un compromiso de desarrollar la identidad cultural, esa identidad que hace diferentes y únicos a los salvadoreños en cualquier parte del mundo. Esa cultura hay que apropiarla, ejercerla, desarrollarla y demostrarla en nuestro mismo espacio. Septiembre es la excusa para demostrar el orgullo, la alegría, el ejemplo y el respeto a la patria comprometida con “Dios, unión y libertad”.