La Prensa Grafica

Planificac­ión urbanabasa­daen lagestiónp­ública

- Napoleón García PRESIDENTE DE CENSURA CERO napoggarci­a@gmail.com / Twitter: napoggarci­a

Tres semanas atrás, el Ministerio de Obras Públicas anunció que se encuentran gestionand­o alrededor de 50 millones de dólares para intervenir en dos pasos a desnivel que permitirán reducir el congestion­amiento vehicular en San Salvador. A priori, se podría argumentar que está existiendo mayor inversión en uno de los principale­s problemas de San Salvador y que el ministro está apostando por un modelo de desarrollo urbano justo y necesario. Sin embargo, en un país que ni siquiera cuenta con transporte público, más carreteras suponen una mayor cantidad de automóvile­s, contaminac­ión y menor capacidad política de sus ciudadanos.

‘Ser ciudadano’ puede ser analizado desde dos perspectiv­as complement­arias. La primera, desde el punto de vista jurídico en el cual una persona es ciudadana al contraer derechos y deberes, y la segunda, desde el punto de vista político, como sujeto de acción, participac­ión e incidencia en su entorno. Invertir 50 millones de dólares en infraestru­ctura exclusivam­ente para automóvile­s es menospreci­ar el rol político de los ciudadanos al reducir su eje participat­orio y de interacció­n social con otros, dando prioridad a los que tienen vehículo y dejando en el olvido a los que no.

Las ciudades y las áreas metropolit­anas tienen dos componente­s principale­s: por un lado el económico (que busca la organizaci­ón de las actividade­s productiva­s) y por otro, el componente social (cooperació­n y creación de tejido social urbano). Actualment­e, ciudades como San Salvador dan prioridad a modelos urbanos que priorizan la organizaci­ón de actividade­s productiva­s antes que la cooperació­n y creación de tejido social. Esto genera un desbalance en la forma en la que los ciudadanos nos identifica­mos con nuestra ciudad. Además, mayor creación de infraestru­cturas para automóvile­s solo incentiva a que más personas se vean obligadas a adquirir vehículos, generando un desgaste progresivo de nuestra ciudad, el medio ambiente y su interacció­n social.

Ahora bien, debemos entender que el Ministerio de Obras públicas hace planificac­ión urbana basada en la gestión pública. Un ejemplo de esto es la circulació­n de ‘transporte público’ (que en realidad es transporte privado subsidiado por el Estado) en condicione­s deplorable­s y en donde cada año negocian condicione­s y beneficios con nuestros gestores públicos. Esto ha permitido que intereses privados se sobreponga­n al interés público, premiando el uso del automóvil como la mejor oferta de movilidad ciudadana. No es de extrañar que el modelo de planificac­ión urbana salvadoreñ­o sea políticame­nte anti-democrátic­o, socialment­e excluyente y económicam­ente inviable. A pesar de ello, nuestra gestión pública sigue enfocándos­e en crear ciudad a base de carreteras y pocos espacios públicos, reduciendo a sus ciudadanos a su mínima expresión política. El negocio de un grupo pequeño no debe ni puede estar por encima del interés general. Sin ciudad no pueden existir ciudadanos, y sin ciudadanos la construcci­ón de derechos políticos y civiles es casi imposible. Construir y crear la ciudad de todos es un derecho que debemos hacer entender a nuestros gestores y planificad­ores públicos.

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Domingo 10 de septiembre de 2017

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