La lucha efectiva y sostenible por la renovación del TPS y por la supervivencia de DACA requiere una estrategia inteligente y certera
TOMEMOS LA DEBIDA CONCIENCIA DE QUE EN ESTA ÉPOCA SOMOS UNA NACIÓN EXPANDIDA EN DIVERSOS DESTINOS GEOGRÁFICOS Y CULTURALES, Y ESO ES AL MISMO TIEMPO UN ENORME DESAFÍO Y UNA EXTRAORDINARIA OPORTUNIDAD. DE LO QUE HAGAMOS HOY DEPENDEN TODOS NUESTROS MAÑANAS.
La Administración estadounidense actual ha expresado desde un inicio su clara tendencia antiinmigrante, que responde a convicciones y a posiciones bien arraigadas en buena parte de la población del gran país del Norte, que fueron determinantes para que la línea aludida resultara triunfante en las elecciones presidenciales de 2016. Y lo que más sorprende al respecto es que siendo Estados Unidos desde siempre un país de inmigración proliferen ahí tantos rechazos al respecto, sobre todo cuando es fácilmente constatable el aporte que dan los inmigrantes en diversos campos laborales y en la permanente diversificación de los tejidos poblacionales que tanto contribuye hacer que aquella poderosa nación mantenga su liderazgo.
Pero pese a todas las resistencias atrincheradas y las maniobras de choque, no es posible evadir el alto componente humano que tiene el fenómeno inmigratorio, y así pudieron activarse durante la gestión presidencial anterior programas como el TPS (Estatus de Protección Temporal) y DACA (Consideración de Acción Diferida para los llegados en la Infancia), que han favorecido y continúan favoreciendo a una buena cantidad de salvadoreños que califican para dichos apoyos, tanto en lo referente a su sostén económico por medio del trabajo como a su formación personal en las etapas tempranas de la vida.
Para nuestro país el hacer todo lo necesario para que la situación de los connacionales que han emigrado hacia el Norte se mantenga dentro de los límites de la normalidad y del respeto constituye no sólo un ejercicio de solidaridad humanitaria y patriótica, sino también un reconocimiento a todo lo que dicha emigración representa para el sostén familiar y material de los salvadoreños que siguen aquí y para la estabilidad de la economía nacional. Hace tiempo que el país se hubiera hundido en el caos sin los aportes que hacen los connacionales, con gran esfuerzo y sacrificio, para que El Salvador continúe avanzando en su proceso de democratización y de modernización, pese a todos los inconvenientes que se presentan en el camino; y la inmensa mayoría de ellos están allá gestando una nueva vida personal y contribuyendo de esa manera a la productividad y al desarrollo en sus lugares de destino.
Como una buena señal hacia la salvaguarda de los derechos de nuestros compatriotas hay que poner de relieve que en este punto parece haber bastante conjunción de voluntades partidarias, que en otras cuestiones están constantemente enfrentadas. Hay que mantener la concordancia básica como un factor movilizador de iniciativas que nos favorezcan a todos. Nuestros connacionales lo merecen y el país lo necesita.
Esta no será una tarea de corto plazo, porque los rechazos a la inmigración no van a detenerse fácilmente y porque los impulsos migratorios de nuestros compatriotas no dan visos de ir desapareciendo. Es la realidad, tanto de nuestro país como de Estados Unidos, la que va moviendo las piezas de este complejísimo rompecabezas; y sólo podrá entrarse en una ruta de buen pronóstico si hay conjunción de enfoques e integración de esfuerzos.
Tomemos la debida conciencia de que en esta época somos una nación expandida en diversos destinos geográficos y culturales, y eso es al mismo tiempo un enorme desafío y una extraordinaria oportunidad. De lo que hagamos hoy dependen todos nuestros mañanas.