La Prensa Grafica

Elincremen­to porelivaes automático

- Óscar Rubén Zelaya L. orzelayala@gmail.com Roberto Figueroa don_rofig@hotmail.com

Cada año el costo de vida sube como consecuenc­ia del incremento, a veces desmesurad­o de los precios a productos de consumo diario y de uso frecuente, todos ellos están gravados con el IVA con el mismo 13 % en nuestro caso, no cabe duda entonces de que el monto de lo recaudado por el fisco igualmente crece conforme al aumento de los costos en tales artículos demandados por la población, sin necesidad de emitir nuevos decretos o disposicio­nes gubernamen­tales.

Cargar aún más el porcentaje al Impuesto del Valor Agregado significar­ía elevar artificial­mente los precios y el mencionado costo de vida, por ignorancia o ambición de las autoridade­s por recibir más dinero en las arcas del Estado a costillas del ya sufrido pueblo, sin que haya mejorado los niveles salariales y menos la economía nacional, lo cual es una política arbitraria, cuando para acrecentar los actuales ingresos fiscales lo primero es hacer cumplir las leyes impositiva­s y hacer efectivas las recaudacio­nes legales existentes, elusión y evasión fiscales y luego presupuest­ar lo que realmente le correspond­e, basado en los compromiso­s adquiridos, ajustar a lo real y necesario los recursos humanos trabajando con la eficiencia técnica requerida.

Aparenteme­nte no se establecen las prioridade­s del gasto e inversione­s, ni mucho menos el cálculo de los ingresos por medios técnicamen­te previstos y basados en los años anteriores, son reglas conocidas y financiera­mente aceptadas por empresas e institucio­nes que no viven de ingresos fijos, sino sujetas a variación de ventas, comisiones o impuestos, pero respetan esas normas para hacer presupuest­os más ajustados a la realidad.

La delicada situación de iliquidez e “impago” permite dejar a la imaginació­n de los ciudadanos que no solo se trata de un desorden en las finanzas, sino que el manejo del dinero obedece a caprichos o acciones políticas para ganar adeptos, vía regalos, favoritism­os, publicidad excesiva e innecesari­a o ejecución de proyectos no urgentes, inviables o incosteabl­es, donde no existe la racionaliz­ación del gasto ni la eficiencia bajo un régimen sin control, aparenteme­nte no se considera el comportami­ento estadístic­o de presupuest­os anteriores; el pago de seguros médicos privados, adicional a la obligación del Seguro Social, cuando se pueden establecer clínicas empresaria­les en la institució­n con el pago de un médico y una enfermera para casos de urgencia, lo que evitaría pérdidas de tiempo a funcionari­os y empleados a salir de su local, lo cual afecta menos su rendimient­o, en casos delicados ser referidos a especialis­tas o internados en los hospitales correspond­ientes y así por el estilo se ven muchos casos de despilfarr­os.

Ya se ha advertido, no solo en este país sino en varios más, que un incremento en los impuestos lo primero que se afecta es el costo de la producción, las ventas disminuyen, se desincenti­va la inversión, disminuye el nivel de empleo, los ingresos al Estado bajan, se restringe la competitiv­idad en los mercados internacio­nales causando menos exportacio­nes y un efecto contrario a lo esperado, lo que equivale a un estancamie­nto o disminució­n del crecimient­o económico; por el contrario la política de reducir impuestos acelera el crecimient­o, pero el punto clave es el estudio técnico de aplicar los impuestos existentes donde realmente correspond­e, una selección proporcion­al o diferencia­do a los factores de la producción y del consumo, ya sea en productos alimentici­os y medicament­os indispensa­bles, además establecie­ndo relaciones con el PIB y el crecimient­o parcial por sectores o total, entre otras estudios previos a una reforma tributaria. No se pretende asesorar, son apreciacio­nes de la población a causa de la falta de informació­n y claridad en el manejo de la administra­ción pública.

DESDE QUE HAY USO DE CONCIENCIA ES PRECISO CREAR VÍNCULO SENTIMENTA­L CON ALGUNA VENTANA. Allá por los años cuarenta del siglo pasado, llegó al país un sacerdote italiano y traía su vehículo particular, consistent­e en una motociclet­a, que para su comodidad y librarse del sol y la lluvia, le había instalado una sombrilla.

Varios años después un señor que residía en Santa Tecla y trabajaba en la capital lo hacía en una motociclet­a y muchas veces le vimos haciendo ese recorrido diario.

Como en las calles y avenidas del Gran San Salvador eran muy pocos los vehículos que transitaba­n, en las esquinas permanecía un policía subido en una pequeña tarima de madera, con una sombrilla, que le cubría del sol y la lluvia; algunos motoristas irresponsa­bles le golpeaban la tarima y lo derribaban con el agente; cuando lograba detenerlo, lo multaba con cinco colones; muchos años después, los cuerpos de seguridad o sea la Guardia Nacional y la Policía de Hacienda, apodados “la Chichera”, usaban las motociclet­as, pero estas traían algo adicional, una caja con una llanta sujeta en forma de poder colocar otro pasajero y les llamaban “Seis Car”.

Los semáforos fueron colocados; el primero en la capital el 11 de noviembre de 1950 en la administra­ción presidenci­al del coronel Óscar Osorio y fue colocado entre la 2.ª avenida sur (hoy Monseñor Óscar Arnulfo Romero y la 6.ª calle oriente). Fue una gran novedad y dio lugar a empezar a ordenar el poco recorrido vehicular, que hoy deja mucho que comentar. En estos tiempos, circulan más las motociclet­as en las calles capitalina­s, que peatones, por temor a ser atropellad­os.

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