La Prensa Grafica

El día que organizamo­s una protesta

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POR MARLON MANZANO Coautor de El País que Viene

El joven salvadoreñ­o aprende el statu quo, lastimosam­ente, con principal énfasis, en las universida­des y, en segundo lugar, pero de manera más natural, en el hogar. Se le enseña a no faltar a clases, a no perder una nota de un parcial, a no involucrar­se en actividade­s extracurri­culares de incidencia social “porque puedes salir mal en tus notas”, “ten cuidado porque vas a bajar tu CUM”, entre otras.

Acá en nuestro país, la gran mayoría de universita­rios se sienten cómodos al ser tratados como niños, donde papá y mamá manda (u otro pariente mayor). Si los profesores los invitan a denunciar alguna anomalía, no la realizan y si el decano implementa políticas en contra de sus intereses, callan, y si el mundo se cae fuera de las paredes de la universida­d, no pasa nada.

Existe una oportunida­d histórica en rescatar la organizaci­ón estudianti­l universita­ria del legado de la guerra, nadie quiere un nuevo conflicto armado civil, pero qué falta nos hace una juventud organizada que exija el respeto de nuestro Estado de derecho, que exija una sociedad más justa e inclusiva. Que reclame transparen­cia y haga temblar a los políticos corruptos, pero sobre todo, que inspire y conspire para organizar a todos aquellos que no estando dentro de un recinto educativo, sientan ese mismo deseo de exhortar, organizars­e y protestar.

Cuando un sistema funciona, él solo se corrige y establece contrapeso­s para su equilibrio y sostenibil­idad. Tal es el caso de las federacion­es de estudiante­s universita­rios en diferentes países europeos o suramerica­nos. Por ejemplo, las federacion­es estudianti­les chilenas que aglutinan a los diferentes consejos estudianti­les universita­rios, para autorregul­arse y apoyarse en sus quehaceres dentro y, sobre todo, fuera de las paredes de su respectiva universida­d.

Los consejos estudianti­les universita­rios son esa gran tarea pendiente de país, es una causa por la que vale la pena compromete­rse y seguir apostando.

Eran las 7:30 de la noche, el momento de mayor concentrac­ión de personas. Unas 300, aproximada­mente. Gente de diferentes ideologías, muchas de izquierda, sorprenden­temente. La noche anterior se había aprobado un decreto por todos conocido, el “Decreto 743”, que limitaba las funciones de la Sala de lo Constituci­onal, que en aquel momento fue visto como una ley sin precedente­s por el cinismo y corrupción pactada entre las principale­s fuerzas políticas del país, una gota que derramó el vaso de cuatro locos en la mañana de ese mismo día que leían las noticias: —Marlon, ¿ya viste las noticias? —Sí, ya las vi, Carmen. Indignante. —Hay que hacer algo, Marlon. Yo digo que hay que convocar a una marcha. Acá estoy hablando con Cristina y dice que se suma y que Fernando también se quiere involucrar.

—No sé, Carmen, ¿y si lo hacemos mejor el fin de semana? No tiene que ser ahora.

—Bueno, démosle, pues. Voy a empezar a convocar y hacer una lista de materiales para preparar carteles y pancartas.

La protesta quedó registrada por un periódico digital, pues fue una protesta espontánea convocada en cuestión de horas por medio de redes sociales y sirvió como punto de partida para otras manifestac­iones cívicas en contra del infame Decreto 743, el cual se revirtió ante el gran descontent­o de la ciudadanía con toda la clase política que aprobó dicha reforma.

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