La Prensa Grafica

4º Domingo de Pascua. San Juan 10. 11-18

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Señor, nos dices en este día, que eres el buen Pastor, que conoces a tus ovejas y que tus ovejas te conocen. Me pregunto, ¿es que realmente te conozco? ¿Qué es en realidad lo que conozco de ti? ¿Cómo decir que te conozco, que soy un fiel seguidor Tuyo, si no leo la Sagrada Escritura, si no te visito en la Eucaristía, si no te recibo y no sigo tus palabras? Ahora entiendo lo que decía san Jerónimo, “que desconocer la Escritura es desconocer a Jesús”. Este conocimien­to nos va llevando de la mano hasta llegar a tener la experienci­a profunda e interior de Ti, conocimien­to íntimo que nos lleva a gustarte interiorme­nte.

Me llamas hoy, Buen Pastor, a analizar, con honestidad, qué clase de oveja soy; qué hago para mantenerme dentro del redil. Hoy me pides cuidar la sencillez para mantenerme como oveja obediente.

No podemos olvidar que todos de alguna o de otra forma somos pastores; el buen ejemplo y la palabra oportuna con que podemos hacer llegar Tu mensaje a los que tenemos a nuestro alrededor. Comencemos por nuestra familia, es decir, son aquellos que me han sido confiados a mí para conducirlo­s al cielo: mis padres o hijos, esposa-esposo, mis amigos y compañeros, mis seres queridos...

Me ofreces para meditar, las caracterís­ticas de un buen pastor. El buen pastor no huye de la responsabi­lidad como si del lobo se tratase, sino que la enfrenta y hasta sacrifica la propia vida si es necesario. Señor, nos pides que sepamos sacrificar nuestros pequeños gustos, que no pensemos solo en nosotros mismos, en “mi tiempo”, que sepamos entregarno­s generosa y desinteres­adamente a ayudar a mis hermanos en sus necesidade­s espiritual­es y materiales.

Como pastor tengo que “conocer a mis ovejas” porque, como sucede en los rebaños, no hay dos que sean iguales y el pastor conoce a cada una por su nombre y le da lo que necesita. Eso requiere mucha dedicación y amor, exige el dejar de pensar en mí para comprender al otro.

Señor, ayúdame a saber guiar a los que tengo junto a mí, llevándole­s por los caminos que conducen hacia ti. Enséñame en el silencio de mi oración esos caminos para que no me pierda y descarríe.

Nos dices que das Tu vida por las ovejas. Tienes, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tienes que traer, y escucharán tu voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor, Señor ayúdanos a construir la unidad entre todos, que seamos uno Contigo y el Padre.

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