El feminicida que sabía de armas
“Nosotros nos vamos a hacer cargo de los niños (de Blanca Iris). Ahí anda jugando Alvarito, mírelo, no sabe lo que ha pasado”. FAMILIAR DE BLANCA IRIS RIVERA
La casa de bahareque y tejas es tan pequeña que los familiares y amigos de Blanca Iris Rivera que vinieron a velarla han tenido que acomodarse en el patio. Adentro solo cabe el ataúd, nada más. Alvarito, el hijo de tres años de Blanca Iris, corre y juega con otros niños a los vaqueros. Usa un sombrero y dispara con un revólver de plástico.
—Alvarito, váyase para la casa de su tía –le grita su hermana de ocho años.
Alvarito parece no escuchar. Sigue corriendo, apuntando con su revólver de juguete a los otros niños, y dice “¡pum, pum! Somos vaqueros”.
—Así que el niño se llama Alvarito... –le comenta uno de los compañeros de trabajo de Blanca Iris a la niña de ocho años. —Sí, pero ojalá tuviera otro nombre. Álvaro Rodríguez, el padre de Alvarito y padrastro de la niña de ocho de años y de otra de 11, es el hombre que asesinó a Blanca Iris. O al menos esa es la información que tienen todos los que han llegado a la vela y también la que tiene la mayoría de los 8,300 habitantes del municipio Agua Caliente, ubicado a 45 kilómetros de la cabecera departamental de Chalatenango.
Cuando se les pregunta sobre el caso, responden sin titubear que todo ocurrió así: Blanca Iris acababa de almorzar. El reloj marcaba la 1:45 de la tarde y todo estaba tranquilo, como de costumbre en el mercado municipal de ese caluroso pueblo, donde no hay pandilleros que exijan extorsión a los comerciantes.
Blanca Iris se sentó en su pequeño escritorio de administradora del mercado. Lo ordenó, puso a un lado un pinta uñas, arregló unas flores sobre una caja y acomodó un calendario. En ese afán estaba cuando su expareja Álvaro Rodríguez entró en la oficina. Los que lo vieron dicen que estaba furioso. Sacó su arma y se acercó, mientras ella se congeló al verlo. Álvaro le apuntó y le disparó tres veces.
“Los disparos fueron letales. Uno lo tenía en la cabeza y los otros dos en el pecho. Hasta donde sabemos, usó balas explosivas o expansivas, por cómo quedó. Es que ese hombre sabe de armas”, dice a este periódico uno de los familiares de Blanca Iris. La Policía local dice que todavía no hay un informe de balística. Álvaro salió de la oficina y huyó a bordo de su motocicleta, mientras Blanca Iris moría sobre un calendario grande en su escritorio.
“Llegué corriendo unos minutos después. Pensé que todavía podía hacer algo, llevarla al hospital o algo, pero ya no, ya estaba muerta”, continúa diciendo el familiar.
Dos minutos después llegaron los policías. Acordonaron la escena y coordinaron, con los policías de los municipios vecinos, un operativo de búsqueda de Álvaro. Una hora después, solo encontraron su motocicleta abandonada en la calle principal del cantón Palo Verde.
El jefe del puesto policial de Agua Caliente asegura que la búsqueda sigue. “Lo vamos a encontrar, todo el departamento está activado para buscarlo. Aunque eso sí, lo andamos buscando con cuidado. Sabe de armas. O lo encontramos y lo capturamos o seguramente se suicida porque sabe que andamos cerca”, dice.
De acuerdo con el perfil que la Policía tiene de Álvaro, lo que más sobresale es que es un hombre violento. Que lo fue especialmente con su expareja Blanca Iris. Su pasado en Irak, como enviado especial de la Fuerza Armada salvadoreña, le dejó como experiencia el uso de armas. Eso le permitió encontrar trabajo como vigilante privado de una empresa de lácteos de Chalatenango. En su historial aparece que fue capturado en varias ocasiones. Solo una de esas fue por disparos al aire, en un riña. Las demás tienen que ver con la violencia intrafamiliar que ejercía en contra de su expareja Blanca Iris.
Los expedientes judiciales de esos casos revelan que Blanca Iris también había sido sometida a violencia psicológica y emocional, y no solo a violencia física. Álvaro había dañado tanto la autoestima de Blanca Iris que ella se desvalorizaba, mediante las amenazas que sufría. Y cuando los familiares o amigos denunciaban esto, ella acudía al Juzgado de Paz a decir que no lo enviaran a la cárcel.
En las actas que se levantaron para dejar constancia de los procesos judiciales frustrados en contra de Álvaro consta que ella no autorizaba ninguna acción penal.
La cosa cambió en noviembre del año pasado, cuando Álvaro la amenazó con un arma de fuego. El caso llegó hasta el juzgado y ella autorizó la imposición de un año de medidas para que él no se acercara a ella ni volviera a amenazarla.
Álvaro incumplió las medidas. Así que Blanca Iris, según los expedientes, llegó al juzgado en junio para denunciarlo. El juzgado pidió a los policías que lo buscaran y que lo mantuvieran detenido hasta noviembre de este año.
Los policías comenzaron a buscarlo, pero Álvaro se enteró y comenzó a esconderse. Hasta que el lunes pasado apareció en el mercado municipal para asesinar a Blanca Iris.
“El sistema judicial hizo todo lo posible, todo lo que estuvo a su alcance y dentro de lo legal para dar seguimiento a este caso. Con lo que ha pasado, se me ocurre que es importante que el Estado tenga “casas de acogida” para recibir a mujeres que denuncian la violencia intrafamiliar, para atenderlas y ayudarlas. Porque después de la denuncia están más vulnerables”, dijo a este periódico la jueza suplente de Agua Caliente, quien detalló que en ese municipio su juzgado ha atendido 13 casos de violencia intrafamiliar. El año pasado, según sus estadísticas, cerró con 19 casos.
Ninguno de esos casos, según aseguró, ha terminado en feminicidio, excepto el de Blanca iris. De hecho, las estadísticas policiales revelan que desde octubre del año pasado no había ocurrido ningún asesinato en Agua Caliente.
La actividad comercial se paralizó ayer en el municipio después del feminicidio de Blanca Iris. En la puerta principal del mercado, que estaba cerrada, había un papel que decía: “Por motivos de fuerza mayor, el mercado estará cerrado todo el día martes 17 de julio”. Otro papel similar estaba pegado en la puerta principal de la alcaldía.
En la vela de Blanca Iris, un familiar señala a Alvarito y dice: “Nosotros nos vamos a hacer cargo de los niños. Ahí anda jugando, mírelo, no sabe lo que ha pasado”.