Se expande el impulso del consumo consciente de plástico
Brasil se suma a la preocupación por los efectos del desperdicio de plásticos en el mundo.
La gran cantidad de plástico que se emplea en los comercios de Brasil, donde te embolsan hasta un paquete de chicles, es alarmante y fue constatada por un estudio gubernamental que apuntaba que en el país se reparten 1.5 millones de bolsas por hora, algo que solo ahora comienza a ser cuestionado. Una costumbre también arraigada en el gigante suramericano, que denota una falta de concienciación sobre los recursos plásticos, es el uso extendido que se hace en la hostelería de las pajillas de plástico, algo ya combatido por grupos ecologistas en otros países y que en Brasil poco preocupa.
De acuerdo con el último informe de la Asociación Brasileña de la Industria del Plástico (Abiplast), que analiza el consumo y producción del sector, Brasil consumió el año pasado 6.5 millones de toneladas de este material, del cual solo un cuarto se recicla.
Con el comienzo de siglo XXI, empezó también una mayor sensibilización global sobre la reducción del consumo de plástico y, con esta voluntad, países como China o Australia prohibieron hace más de diez años la distribución gratuita de bolsas de este material, impulso sostenible que, con cierto retraso, está empezando a llegar a Brasil.
Río de Janeiro es la primera ciudad brasileña en prohibir el uso de pajillas plásticas.
Apenas hace un mes, se sancionó una ley que prohibe también la distribución de bolsas gratuitas en todas las ciudades de este estado brasileño.
La nueva ley fija en 18 meses el plazo para que las pequeñas empresas hagan la sustitución, mientras que para las más grandes será de 12 meses, además de determinar que las nuevas bolsas estén compuestas por al menos un 51 % de material renovable, como el bioplástico.
Estas iniciativas se están promoviendo desde Río, la ciudad más emblemática de Brasil, pero deben multiplicarse.