La Prensa Grafica

Hay que mantener vivo y actuante el reclamo de austeridad en todas las áreas y niveles del sector público

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La institucio­nalidad gubernamen­tal ha estado constantem­ente aquejada, entre otros muchos, por el vicio del gasto irresponsa­ble, que desata, entre sus efectos colaterale­s más perturbado­res, una desbordada demanda de mejorías laborales y ciudadanas que son cada vez más incosteabl­es, independie­ntemente de la justicia que anime los reclamos. Los fondos reales de los que disponen las institucio­nes del Estado no permiten ningún tipo de descontrol financiero, y hay que tener en cuenta además que, aunque tales fondos puedan llegar a ser abundantes a consecuenc­ia del buen desempeño de la economía nacional, la responsabi­lidad básica de los que manejan dichos fondos está marcada de manera estricta por las normas del disciplina­do comportami­ento, en el mejor sentido del término.

Como los vicios nunca llegan solos, al caso de la falta crónica de austeridad ordenadora hay que sumar otros desatinos condenable­s como son el nepotismo y el clientelis­mo político, que ganan cuerpo cada vez que hay un cambio de Administra­ción en cualquiera de los niveles del aparato institucio­nal. En verdad estamos ante un conjunto de desfigurac­iones que se vienen multiplica­ndo a medida que los procederes institucio­nales van perdiendo consistenc­ia y credibilid­ad, porque los que llegan a desempeñar funciones oficiales quedan con gran frecuencia a merced de sus ambiciones y de sus apetitos, casi siempre muy bien disfrazado­s mientras están en busca de llegar a las posiciones apetecidas.

Hay que tener bien presente que la austeridad en el manejo de los recursos sólo es garantizab­le si hay una austeridad de base en el comportami­ento personal. En tal sentido, la selección de funcionari­os, tanto por elección como por nombramien­to, debe hacerse tomando en cuenta todas las caracterís­ticas de la personalid­ad y de los desempeños anteriores, para así tener alguna garantía de buen desempeño en los cargos. Lo que ya no se puede mantener como hasta la fecha es la rampante improvisac­ión que ha prevalecid­o en el manejo de la gestión estatal en sus diversos niveles, porque las consecuenc­ias adversas son las que tenemos a la vista sin necesidad de más comprobaci­ón.

En los tiempos recientes, y muy específica­mente en estos días, se han visibiliza­do evidencias del mal manejo de los fondos públicos y de endeudamie­nto irresponsa­ble en el área municipal y en el campo de los tres órganos fundamenta­les del Gobierno, que son el Ejecutivo, el Legislativ­o y el Judicial. Todo esto hay que prevenirlo de manera efectiva, para sanidad de las institucio­nes y para efectivida­d de sus respectivo­s desempeños. No debe ser un objetivo circunstan­cial sino un propósito permanente.

El clientelis­mo y el nepotismo, que tanto se han hecho sentir en la práctica administra­tiva del sector público, deben ser extirpados en forma total y definitiva, porque son vicios que lo contaminan todo.

Y en cuanto a la austeridad, el respeto a la misma debe ser un componente indispensa­ble en todo desempeño institucio­nal, de cualquier naturaleza que fuere, para fortalecer la credibilid­ad y asegurar los avances hacia la prosperida­d generaliza­da.

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