Aprendamos de lo que pasa a nuestro alrededor para mantener la estabilidad interna con las debidas correcciones
Los salvadoreños tenemos una gran cantidad de deberes pendientes en lo que corresponde al desenvolvimiento de nuestro proceso interior; y muchas de esas labores por hacer se refieren a asegurar la estabilidad del esquema político, que se ve constantemente amenazado por la falta de coherencia que padecen los diversos actores nacionales a la hora de asumir y de implementar las acciones y las tareas respectivas. Lo primero que tendría que estar en la mente y en la agenda de dichos actores es la responsabilidad de hacer bien las cosas, conforme a los requerimientos de nuestra propia realidad, que se nutre de la experiencia vivida y también de los ejemplos que se dan alrededor en esta era de transversalidades globalizantes.
En ese sentido, los salvadoreños debemos responder a tiempo y sin excusas a lo que la evolución nos demanda en todos los órdenes, desde el político hasta el cultural, pasando por el económico, el social y el ambiental. Y para ello, las realidades que nos rodean también deben cumplir con su rol aleccionador. En Centroamérica, para el caso, si bien en lo referente al crecimiento económico vamos a la zaga, en lo que toca a la estabilidad política estamos a la delantera, y hay que hacer todo lo necesario para que esto último se mantenga. El desolador ejemplo de Nicaragua habría que tenerlo presente de aquí en adelante, para evitar todo tipo de artificio supuestamente estabilizador y progresista, que más temprano que tarde se desactiva por su cuenta, dejando consecuencias de muy alto riesgo permanente. Lo que está pasando en ese país vecino es una gráfica desoladora de lo que puede ocurrir cuando se transgreden las normativas democráticas básicas.
Para que la normalidad pueda garantizarse en términos sanos es indispensable que la legalidad impere en todas sus formas. En nuestro caso, eso implica aplicar todo el imperio de la ley a quienes se dedican a cualquier tipo de actividad delictiva, desde las que practican los delincuentes organizados en el terreno hasta las que ejecutan los funcionarios que se aprovechan del poder para ejercer la corrupción en beneficio propio y de sus allegados.
Es fundamental, entonces, que toda la institucionalidad pública esté en línea con la lógica democrática y con el orden legal establecido. Y, en consecuencia, no es permisible, bajo ningún pretexto, que las instituciones queden acéfalas, por el tiempo que fuere, porque los políticos no logran ponerse de acuerdo para tomar las decisiones oportunas y pertinentes, como se ha visto en estos días en el caso de la elección postergada de cinco magistrados de la Corte Suprema de Justicia, incluyendo a cuatro de la Sala de lo Constitucional, que cumple una función tan decisiva para el mantenimiento del Estado de Derecho.
Con todo lo anterior, y mucho más que se podría agregar al respecto, lo que queremos es subrayar de manera inequívoca el imperativo de preservar la salud del sistema, para que nada lo desajuste o lo desarticule.
Si los salvadoreños nos decidimos de veras, como conjunto nacional sin fracturas ni desequilibrios, a llevar al país adelante, podemos aprovechar todos los factores positivos que tenemos a la mano, dejando las negatividades al margen.
EL DESOLADOR EJEMPLO DE NICARAGUA HABRÍA QUE TENERLO PRESENTE DE AQUÍ EN ADELANTE, PARA EVITAR TODO TIPO DE ARTIFICIO SUPUESTAMENTE ESTABILIZADOR Y PROGRESISTA, QUE MÁS TEMPRANO QUE TARDE SE DESACTIVA POR SU CUENTA...