La educación debe emprenderse desde el inicio de la vida, para que los seres humanos puedan desarrollarse a plenitud
Ha venido creciendo en el ambiente la conciencia sobre el imperativo de garantizar una educación nacional que efectivamente responda tanto a las necesidades de cada connacional como también a la exigencias del progreso general. A lo largo del tiempo, y sobre todo en las décadas más recientes, nuestro sistema educativo ha padecido quebrantos que hasta la fecha no ha sido posible superar de manera definitiva, y eso nos mantiene inmersos en una inoperancia cada vez más perniciosa y deshabilitante. Allá en los años 60 del pasado siglo, cuando en el país se iba manifestando un cambio sociológico de gran perspectiva, se dio una Reforma Educativa que tuvo propósito modernizador pero que, a la postre, vino a desarticular muchas cosas dentro del sistema sin lograr implantar una verdadera dinámica de renovación sustentable.
Hoy, cuando enfrentamos compulsivos retos de productividad y de competitividad, la necesidad de replantear la educación en todas sus expresiones se ha vuelto un imperativo sin alternativas. Y esto se da cuando ya no estamos reducidos a nuestras fronteras tradicionales en ningún campo, pues el fenómeno globalizador opera en todos los ámbitos, incluido por supuesto el de la educación. Lo que estamos viendo son aperturas progresivas, que trascienden los viejos esquemas y se mueven según la lógica de una transversalidad cada vez mayor. Hoy, por ejemplo, se habla cada vez más de educación inicial, donde está la base de una formación humana e intelectual que responda a las necesidades y a las oportunidades del momento que se vive. Esto ha sido enfatizado en el reciente Foro “Educación Temprana, la clave para El Salvador”, que organizó la Fundación Rafael Meza Ayau en colaboración con la UNICEF y con el BID.
Lo que se propone y se pretende es impulsar nuevos esquemas no sólo de formación integral sino de desarrollo individual y colectivo, en armonía con los tiempos. Un especialista de la UNICEF lo ha expresado con toda claridad: “El Salvador necesita
SE TRATA, PUES, DE HUMANIZAR LA EDUCACIÓN AL MÁXIMO, Y TODOS TENEMOS QUE TOMAR LA DEBIDA CONCIENCIA DE ELLO, A FIN DE PONER A DISPOSICIÓN DE ESE EMPEÑO HISTÓRICO CUANTAS VOLUNTADES Y LAS ENERGÍAS QUE SE REQUIERAN.
una nueva generación de ciudadanía que responda a los desafíos globales; la demografía salvadoreña es muy joven, y evidentemente hay una oportunidad de hacer ciertas nivelaciones con los adolescentes, pero además construir esta ciudadanía global con la generación más joven”. Sería la forma más directa de insertarnos en la corriente de la globalización en clave humana.
Para el logro de todos estos propósitos hay que estructurar e impulsar dinamismos integradores, los cuales requieren el concurso articulado de la familia, de la escuela y de la sociedad. Es decir, la educación que los tiempos reclaman y posibilitan va desde el inicio hasta el fin de la vida y sus aulas están en todas partes. Se trata, pues, de humanizar la educación al máximo, y todos tenemos que tomar la debida conciencia de ello, a fin de poner a disposición de ese empeño histórico cuantas voluntades y energías que se requieran.
Como dice la Fundación Meza Ayau, “invertir en niños de 0 a 9 años es clave”, y a partir de ahí hay que desplegar todos los esfuerzos necesarios para que el empeño formativo no se detenga.