Salvadoreños se benefician con ventas ambulantes en L. Á.
Después de un proceso de 20 años, las autoridades de Los Ángeles y del estado de California lograron legalizar a los vendedores ambulantes y al comercio informal. La medida entra en vigor en 2019.
No todo es glamur en una de las ciudades más famosas del estado de California: Los Ángeles. Los turistas no se imaginan que muy cerca del famoso “downtown”, atrás de los grandes rascacielos y los hoteles pretenciosos, está un espacio que evoca las calles del centro de San Salvador.
Sí, la locura de las calles del centro. Sus ventas callejeras, los pequeños puestos de pupusas que se compran al paso, los vendedores ambulantes que tienen chucherías, los puestecitos en el suelo donde se encuentran “antigüedades” u objetos usados y, por supuesto, las imitaciones de ropa de marca o de diseñadores. En muchos estados del país norteamericano las ventas o el comercio informal son ilegales, y quienes son sorprendidos en estas actividades pueden ser castigados con sanciones criminales. Sin embargo, en Los Ángeles, desde septiembre, esta actividad comercial fue amparada a la ley SB 946, medida que beneficia a los inmigrantes, muchos de ellos salvadoreños.
Organizaciones civiles angelinas habían denunciado que los vendedores ambulantes eran acosados por las autoridades, y hasta denunciaron que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (conocido como ICE por sus siglas en inglés) estaba aprovechando este contexto para perseguir a los vendedores informales indocumentados.
Entre los puestos que se instalan los fines de semana, en la calle Alvarado, frente al parque Macarthur, zona muy conocida por la comunidad salvadoreña, están los de Sandra y María, dos compatriotas que desde hace 14 y 11 años respectivamente, se dedican a la venta informal los fines de semana.
“Cuando recién llegué aquí, tenía tres trabajos para poder salir con los gastos y para poder mandarle dinero a mi mamá en El Salvador. El trabajo era muy pesado, como me había dedicado a la venta en mi país, pensé que eso me podía ayudar aquí y decidí empezar con un puesto pequeño en la zona”, dice Sandra, mientras arregla las bocinas y accesorios para celulares que vende afuera de la estación del metro.
La historia de María no es tan diferente. La necesidad de salir al día con las cuentas la llevaron a aventurarse en el comercio informal, y empezó a dedicarse a la venta de ropa y joyería los sábados y
los domingos, cuando no había casas para limpiar.
“Entre semana tengo mi trabajo de limpiar casas, pero a veces el dinero que hacía no era suficiente para pagar la renta, el transporte y todos los gastos. Pensé que vender cositas así podía ser una entrada extra de dinero que me podía ayudar con los gastos”, dice la salvadoreña, mientras desenreda unas cadenas para su venta.
Sin embargo, no ha sido fácil para las salvadoreñas dedicarse a esta actividad. Antes de septiembre pasado no podían vender tranquilas. Ambas pagaron varias multas de cientos de dólares a la municipalidad de Los Ángeles y algunas veces tuvieron que esconder su venta para evitar problemas con la policía local.
“Me ha tocado pagar varias multas para poder seguir vendiendo, y las multas no son sencillas. Pero ahora creo, con esto de la legalización, que vamos a estar mejor porque esta es nuestra forma de sobrevivir en este país, porque al nuestro no volvemos a menos que nos manden de regreso”, dice Sandra y luego se tira una carcajada.
María, en cambio, piensa que en el futuro podría regresar a El Salvador y dedicarse también al comercio informal. “Tal vez en unos años, ya cuando hayamos arreglado todo. A veces pienso que si me regreso podría poner mi ventecita para pasar tranquila, pero quién sabe, a veces uno se desanima al ver cómo están las cosas en el país”, dice la mujer oriunda de Cabañas.
“Entre semana tengo mi trabajo de limpiar casas, pero a veces el dinero que hacía no era suficiente para pagar la renta, el transporte y todos los gastos”.
MARÍA,
MIGRANTE SALVADOREÑA
“Cuando recién llegué aquí tenía tres trabajos para poder salir con los gastos y para poder mandarle dinero a mi mamá en El Salvador. El trabajo era muy pesado”. SANDRA, MIGRANTE SALVADOREÑA
“Con esto de los permisos y de que ya no habrá multas nos sentimos mejor. Antes nos daba miedo venir a vender porque nos cuesta juntar lo que ganamos”. MARÍA, MIGRANTE SALVADOREÑA