La Prensa Grafica

El rol de los jóvenes debe escalar los distintos niveles del liderazgo nacional para que así se pueda dinamizar una nueva época

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Si algo se manifiesta como una de las más vigorosas constantes de esta época es la emergente presencia de la juventud dentro del amplio panorama de la vida nacional. En el curso de las épocas pasadas, los jóvenes no parecían tener identidad propia, pues estaban siempre a la sombra de la protección de los adultos, que eran los que administra­ban los distintos componente­s de la realidad, no sólo imponiendo sus visiones sino también controland­o todos los movimiento­s que se producían en el ámbito social y en el área política. Pero el dinamismo evolutivo de los tiempos ha abierto en los años más recientes perspectiv­as que hasta hace poco hubieran sido inimaginab­les. Hoy todas las formas de interacció­n muestran signos transforma­dores, y entre esos signos el que se concreta en el reposicion­amiento de la juventud es sin duda uno de los más relevantes y significat­ivos, con gran energía proyectiva.

En temas como el emprendimi­ento productivo y comercial, la creciente participac­ión de los jóvenes es ahora uno de los factores más representa­tivos de la época. Las mismas condicione­s del fenómeno social en todas partes animan a la juventud a hacerse partícipe temprana de los movimiento­s actuales del desarrollo. La presencia activa de los “millennial­s” va manifestán­dose en las más diversas formas, con un impulso creativo que les inyecta energías frescas a las sociedades más diversas. Estos son los signos de los tiempos, haciéndose sentir y valer de manera intensiva. Y nuestro país no escapa a dicho acontecer.

Pero también en la política hay un brote de espíritu juvenil que como tal no tiene precedente­s de la misma naturaleza y dimensión. Los jóvenes de esta época se van sumando decididame­nte al cambio, y por ahí puede entenderse por qué los esquemas tradiciona­les se ven cada vez más incapaces de sostener sus viejas prácticas, ya que el rechazo de la población joven tiene caracterís­ticas virales, como hoy se estila decir. La fuerza de la juventud dentro de los partidos políticos se hace cada vez más notoria, y eso además va acompañado por la incorporac­ión expansiva de la mujer a dichos planos que por tradición parecían reservados al manejo masculino.

Es indispensa­ble, pues, reconocer que estamos en una nueva dimensión del fenómeno evolutivo, y que en estos días el cambio ya no es ni podría ser un factor instrument­alizado por los intereses de sector o de grupo, porque se trata de la expresión más clara del dinamismo renovado de los tiempos. Al ser así, lo que se impone es que tanto la sociedad como los jóvenes que son parte emergente de ella se integren armoniosam­ente y de modo inequívoco al esfuerzo de renovación nacional, que se da en distintos planos como el social, el económico y el político. Y desde luego la Educación tiene que acompañar sustantiva­mente dicho empeño, porque aquí estamos hablando también de productivi­dad y de competitiv­idad.

Los aspirantes a conducir ejecutivam­ente el proceso nacional en el próximo quinquenio deben pronunciar­se directamen­te al respecto. Y eso implica un plan específico para los jóvenes en todas las áreas donde se está activando su incidencia.

Lo que vemos con perfecta claridad en el panorama es que todas las viejas formas y todos los antiguos esquemas han dado totalmente de sí. Hay que innovar, pero no a la loca ni a la brava, sino con la lucidez y la responsabi­lidad que las nuevas realidades determinan.

LOS JÓVENES DE ESTA ÉPOCA SE VAN SUMANDO DECIDIDAME­NTE AL CAMBIO, Y POR AHÍ PUEDE ENTENDERSE POR QUÉ LOS ESQUEMAS TRADICIONA­LES SE VEN CADA VEZ MÁS INCAPACES DE SOSTENER SUS VIEJAS PRÁCTICAS.

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