Hay que reconocer sin reservas que la única opción de progreso real y sostenido es la democracia abierta, responsable y solidaria
ESTÁN HOY EMERGIENDO LIDERAZGOS DE EXTREMISMO RETÓRICO QUE CHOCAN CONSTANTEMENTE CONTRA LA REALIDAD. HAY AHORA MISMO GOBERNANTES QUE ESGRIMEN SU FANTASÍA FANÁTICA A DIARIO, HACIENDO USO SOBRE TODO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN VIRTUAL QUE ESTÁN EN BOGA.
Durante muchísimo tiempo los extremismos excluyentes quisieron aparecer como expresiones progresistas e inevitables dentro de la dinámica evolutiva del fenómeno mundial. Así fue como aparecieron esquemas avasalladores como el comunismo y el nazismo. Éste último desató un conflicto bélico de proporciones extremas con el claro propósito de imponerse en todas las latitudes como una fuerza incontrastable; y por fortuna, de dicho conflicto, que fue la Segunda Guerra Mundial, tal pretensión resultó derrotada, desapareciendo de inmediato. El comunismo soviético, heredero del marxismo decimonónico, se instaló en Rusia en 1917, dando lugar a un poder expansivo que resultó victorioso de aquella misma Guerra, con lo cual se abrió paso la bipolaridad entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que de inmediato estarían envueltos en la llamada Guerra Fría. Y tal situación pareció insuperable por bastante tiempo.
Todo lo anterior es totalmente evidente, y ni siquiera habría necesidad de traerlo a cuento; pero hay que hacerlo porque si bien los hechos están ahí, con evidencia incuestionable, lo que viene faltando es el análisis proyectivo de los referidos hechos, para saber y entender en todas sus expresiones el fenómeno vivido en función del fenómeno por vivir. ¿Qué quedó después del colapso de la Unión Soviética y de la consecuente implosión de la bipolaridad? Un montón de cuestiones por descifrar a fondo; y entre ellas, la principal: cómo construir una nueva plataforma de avance hacia el futuro, ya no sobre la base de ningún esquematismo prepotente sino a partir de lo único que ha quedado intacto como posibilidad de avance, que son los ejercicios de la libertad en clave de vivencia democrática.
Y aquí nos topamos con una dificultad que es básicamente de percepción, de actitud y de compromiso: los seres humanos, en todos los tiempos y en todas las latitudes, pareciera que nos acomodamos mejor en el orden forzado que impone el poder absorbente que en las opciones creativas que ofrece la libertad en movimiento. Esto es lo que hay que superar a fondo, y es lo que afortunadamente la realidad actual nos impone. Trabajo arduo que a la larga es el que resulta fuente de progreso y de inspiración. La democracia, entonces, no tiene alternativas válidas; y eso tenemos que llegar a reconocerlo todos, para alejarnos del error histórico en el que siguen atrapados algunos países del entorno cuyos nombres ni siquiera es necesario recordar.
Como resabio de lo que no se resigna a morir del todo, pese a que todas las evidencias vayan en la línea del desaparecimiento de lo caduco, están hoy emergiendo liderazgos de extremismo retórico que chocan constantemente contra la realidad. Hay ahora mismo gobernantes que esgrimen su fantasía fanática a diario, haciendo uso sobre todo de los medios de comunicación virtual que están en boga; pero ya se ve que eso, aparte de complicar las relaciones en un mundo profundamente perturbado, no trae cómo prosperar. Repitámoslo hasta el cansancio: sólo la democracia seria y consecuente es capaz de sostenerse y salir adelante.
El obstáculo principal para que eso se concrete y se mantenga son las resistencias intransigentes y las reacciones fuera de control. Pero afortunadamente ya no hay en pie fórmulas de vida política y socioeconómica que puedan generar la creencia de que son expresiones visionarias capaces de transitar por mandato histórico hacia el futuro, como ocurrió en su momento con el comunismo disfrazado de ley de vida. Hoy tenemos que apostarle a lo previsible pero a partir de nuestra propia capacidad de mover la evolución en función de la razón.
Para los salvadoreños fue una tremenda suerte que nuestro conflicto bélico interno, dibujado sobre los planos distorsionados de la Guerra Fría, no concluyera en ninguna de las distorsiones ideológicas posibles, sino que le abriera paso a la democratización que aún seguimos construyendo piedra sobre piedra. Vamos, pues, por el buen camino, aunque sea arduo el avance y los obstáculos aparezcan a cada paso. Por fortuna, no hay alternativas.
Lo que nos toca, como tarea inesquivable y definitiva, es empeñarnos cada vez más denodadamente en el desarrollo de la democracia, con todos los costos de voluntad y de eficiencia que ello implica. Vamos en la ruta de los tiempos, pese a que surjan tantas dudas y ansiedades al respecto. Perseverar es el verbo ineludible.
Hay que dejar a un lado el escepticismo para abrirle brechas a la sana convicción. Hay que apostarle siempre a la confianza para no gastar energías en vano. Y hay que apuntarle al éxito para que la atmósfera esté sana.