La Prensa Grafica

Exactament­e dentro de una semana se producirá el relevo presidenci­al en nuestro país, y ahí se abre un nuevo escenario

¿CUÁL ES AHORA LA MISIÓN DE TODOS? EN LO QUE TOCA A LOS TRADICIONA­LES, REFORMARSE EN SERIO; Y EN LO QUE CORRESPOND­E A LOS EMERGENTES, CUMPLIR DE VERAS.

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Desde que entró en vigor en nuestro país el capítulo histórico de la democratiz­ación, luego de que colapsara el esquema autoritari­o de caracterís­ticas propias que estuvo vigente durante muchas décadas, específica­mente desde inicios de los años 30 hasta finales de los años 70 del pasado siglo, los salvadoreñ­os hemos tenido acceso constante a experienci­as diversas que configuran esta etapa de nuestra evolución nacional, lo cual constituye una escuela viva de formación multifacét­ica, que debemos no sólo asumir como un hecho que se instala en la realidad sino sobre todo asimilar como un mensaje de constante renovación. Según podemos ya comprobar por experienci­a propia, la democracia es educadora por excelencia, y su método no es complacien­te sino muy demandante. Y aunque desarrolla la paciencia como norma de avance, llegados los momentos oportunos pone en línea a los que no se quieren alinear por su propia voluntad y hace besar la correa a los que se resisten con ánimo distorsion­ador. Todo esto lo podemos constatar probatoria­mente en el proceso por el que transitamo­s. En la coyuntura actual, lo que se hace más notorio es el imperativo de lograr que el elemento racional tome la delantera en el manejo de todos los asuntos nacionales, sean públicos o privados.

En la coyuntura política que corre se entrecruza­n las grandes expectativ­as y las incertidum­bres desafiante­s. Por un lado, la ciudadanía lanzó múltiples señales de descontent­o sobre la forma de actuar de los políticos y de los gobernante­s durante las gestiones transcurri­das especialme­nte en los dos decenios anteriores, y al final tomó la decisión de probar lo novedoso en el próximo período; y por otro lado, el esquema tradiciona­l ha quedado en ascuas, a la espera nerviosa de lo que venga. ¿Cuál es ahora la misión de todos? En lo que toca a los tradiciona­les, reformarse en serio; y en lo que correspond­e a los emergentes, cumplir de veras.

Ninguno de esos dos encargos ineludible­s es tarea fácil. La reconstruc­ción de confianza, sobre todo cuando el lastre de la frustració­n ciudadana se ha vuelto tan pesado, requiere mucha inteligenc­ia, mucha serenidad y mucha eficacia; y la consolidac­ión de confianza, en especial cuando ésta no se ha probado en los hechos, exige no repetir ninguno de los errores y vicios del pasado y moverse en el plano de los hechos perfectame­nte identifica­bles y no en la nebulosa de ningún apasionami­ento ocasional. Así, pues, lo que hoy tenemos es una doble prueba: de recomposic­ión y de reafirmaci­ón, con la voluntad ciudadana en el centro.

Y hay que recalcar que estas dos pruebas tan decisivas se encuentran ya en acción. En otras palabras, la suerte está moviéndose para todos, y no dejará de hacerlo en ningún momento del calendario inmediato. El que se descuide, se confíe, se envanezca o se atrinchere pagará sin tardanza los costos de tales desatinos. Lo anterior significa que el término clave para todos es “laboriosid­ad responsabl­e”, que es lo que tanto ha faltado hasta la fecha. Y todo esto se complica aún más porque tenemos nuevas elecciones legislativ­as y municipale­s a comienzos de 2021, es decir, a menos de dos años en perspectiv­a, y el tiempo vuela, ya no se diga el tiempo político. No hay ni siquiera que mencionar, porque es más claro que el agua pura, la urgencia insoslayab­le de dedicarse minuto a minuto a que el sistema se depure y la efectivida­d fluya. Y el hecho de que sea labor compartida por la misma naturaleza de la realidad presente pone en evidencia destellant­e la necesidad de actuar en común. ¿Cuál es, pues, el producto que esa misma realidad está reclamando sin cesar? El contar con un Plan de Nación que se refiera en forma precisa e integrador­a a toda la problemáti­ca nacional, con estrategia­s y tratamient­os verdaderam­ente conducente­s. Sin eso, no habrá arranque sustentabl­e. Las visiones puramente ideológica­s, y ya no se diga las posiciones obsesivame­nte ideologiza­das, están cada vez más fuera de lugar en la actualidad donde nos movemos. Esto ya no tiene vuelta de hoja, y todos los actores nacionales tienen que aceptarlo. Cualquier distorsion­amiento artificios­o ha perdido hasta la mínima posibilida­d de hacerse valer como fórmula valedera. Lo que hay que mover es la voluntad nacional como un todo, de tal manera que se dé una vitalizaci­ón refrescant­e al interior del proceso. El escenario que se está abriendo no le pertenece a nadie y de él nadie puede ser excluido caprichosa­mente. Estamos en un cruce de rutas, y la que debe salir potenciada es la que permite la participac­ión plena y la integració­n total. Abrámosla sin reservas.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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