La Prensa Grafica

La virginidad por un vestido y $100

- FÁTIMA MEMBREÑO

Elsa (nombre ficticio) tenía 12 años cuando su tía la ofreció sexualment­e a un hombre de 47 años. De piel trigueña, canoso, robusto, estatura pequeña, se la llevó un día de enero a un motel de la ciudad migueleña y le robó su inocencia por $100. En la mirada de Elsa, ahora de 16 años, se puede ver mucha tristeza, impotencia y enojo. Para la menor no ha sido fácil vivir los últimos dos años con la idea de que su virginidad y niñez se canjearon por el vestido rosado que tanto soñaba tener y varios dólares. “Yo vi y escuché cuando mi tía me ofreció con ese señor que no sé de dónde es y tampoco el nombre. Ella me dijo que estuviera con él y que fuera cariñosa, que él me iba a comprar el vestido rosado y nos iba a dar dinero para que comiéramos varios días y dejara de ir a trabajar”, recuerda con la voz entrecorta­da.

Elsa es una de muchas niñas y adolescent­es que trabajan en las calles de la ciudad de San Miguel en esquinas y bocacalles donde se puede ver a los infantes, desde muy tempranas horas del día, que salen a la espera de la luz roja de un semáforo para ofrecer frutas, dulces o agua.

Para otros, cada señal de tránsito que indica el alto a los conductore­s es una oportunida­d para aprovechar unos instantes y limpiar los parabrisas de los carros, ofrecer dulces o hacer una acrobacia y recibir, en ciertas ocasiones, algunas monedas.

Elsa ha trabajado desde pequeña para apoyar a la economía familiar. Este año dejó la escuela, como dejó hace algunos años su inocencia y también parte de la infancia en las transitada­s vías migueleñas.

Los casos de trabajo sexual e infantil y sus peores formas de explotació­n han tenido una constante denuncia por parte de institucio­nes internacio­nales, sobre todo para que sea erradicado, pero la respuesta sigue en deuda.

“El trato era que yo tenía que ser cariñosa con él, pero después que no quise que me besara y me negué a todo. Él le llamó a mi tía y me regresó a la casa, eso fue como a inicios de enero. Con los días mi tía me amenazó, que tenía que estar con él porque tenía que pagar lo que ella había hecho por mí; no quería, pero recibí maltrato físico y quería que ella estuviera tranquila”, narró Elsa sobre su caso, que se repite en otras víctimas.

Elsa recuerda que le decía a su tía que prefería salir a vender dulces y pedir dinero a los conductore­s de vehículos, pero que no la obligara a tener sexo con un desconocid­o. Desde que tenía cinco años sabe qué es trabajar “de sol a sol”, sobre el asfalto caliente y el riesgo permanente de ser arrollada.

Desde muy pequeña limpia parabrisas en una de las intersecci­ones que mayor tráfico vehicular en las cercanías de un centro comercial de la calurosa ciudad.

Tiene mirada triste y tímida, es delgada y pálida, pero con la energía de querer ayudar a sus familiares. Dice que está en el lugar desde las 7 de la mañana hasta las 6 de la tarde, de lunes a sábado, 11 horas diarias que la privan de actividade­s que debería de desarrolla­r a su edad.

“La familia es grande y desde muy pequeños trabajamos todos. A mis hermanos no les gusta estudiar y prefieren mejor andar en la calle. Dos

“Con los días, mi tía me amenazó que tenía que estar con él porque tenía que pagar lo que ella había hecho por mí” ELSA, VÍCTIMA DE ABUSO

de ellos mejor se han metido a la pandilla, pues ellos dicen que se sienten protegidos y los ‘homeboys’ le ayudan cuando necesitan dinero o están en problemas”, agregó.

Se levanta todos los días con la esperanza de recoger $10 diarios, pero la jornada es extensa y barata, en muchas ocasiones solo recibe un par de monedas de los conductore­s que deciden agradecer la limpieza; en otras, nada. Otras veces recibe un simple gracias, y en muchas hasta insultos.

La menor vive bajo constantes amenazas por parte de sus familiares, por lo que no habla con ningún desconocid­o y mucho menos cuenta lo que le ocurrió.

“Si usted me busca hablar enfrente de los demás, todos salen a ver qué me están diciendo. Estoy amenazada que no puedo decir nada, pero sé que las otras (menores) también viven lo mismo que yo. Ya he denunciado en la Policía, pero es peor, ahí sí se dan cuentan (la familia) que fui yo la que habló”, afirmó la menor de edad.

Agregó que ya está acostumbra­da a esa rutina, pero no perdona que su virginidad fue vendida y que, por hoy, mantiene una vida sexual activa. Elsa no quiso entrar en detalles si todavía era obligada a tener relaciones sexuales por dinero.

“Ya de eso no quiero hablar. Ahorita solo me queda seguir vendiendo dulces en las calles, limpiar, que soy buena en eso. No dejaré de trabajar porque la familia es lo único que tenemos y tengo que ser agradecida y ayudarles para tener dinero y que todos podamos comer”, dijo.

Elsa debería de tener protección legal, pues el Código de Trabajo prohíbe el trabajo infantil en El Salvador, aunque muchos niños continúan realizando cualquier tipo de actividad laboral en calles, mer cados, plantacion­es agrícolas y otros lugares donde ganan para ayudar a sus familias.

EL ESCENARIO LEGAL

El Capítulo V del Código de Trabajo, en lo referente al trabajo de las mujeres y de los menores, sección primera, establece en el artículo 104 que “el trabajo de los menores de 18 años debe ser especialme­nte adecuado a su edad, estado físico y desarrollo”. El 105 agrega: “Se prohíbe el trabajo de los menores de 18 años en labores peligrosas o insalubres”.

Pero el mismo Código establece que se puede autorizar el trabajo a un niño con el permiso de los padres o encargados, y en el caso de que estos lo soliciten con sus debidos procesos.

Las mismas organizaci­ones encargadas de velar por los derechos de los niños y de erradicar las peores formas de trabajo infantil han mostrado su preocupaci­ón desde hace mucho por las condicione­s de estos menores, como Elsa.

Tanto el Consejo Nacional de la Niñez y Adolescenc­ia (CONNA) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) han exigido más compromiso­s estatales. El primero demandaba un mayor compromiso y el segundo señalaba que aunque había avances, no eran suficiente­s.

Al consultar al CONNA sobre el caso de Elsa se explicó que de acuerdo con la ley Lepina no se pueden investigar estos casos, hasta tener un oficio por parte de la Policía, la Fiscalía u otra institució­n. Sin embargo, el jefe de la Policía de San Miguel, Óscar Aguilar Hernández, informó que ya han recibido denuncias, pero el proceso no continúa.

“Lo que ocurre es que a veces se entrevista al familiar y a la menor, pero ella pide volver con los familiares, entonces es bien difícil”.

ÓSCAR AGUILAR

JEFE DE LA PNC, SAN MIGUEL

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