La Prensa Grafica

Sólo por medio de una planificac­ión verdaderam­ente funcional se hará posible abrir y despejar vías de progreso

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SLO PRIMERO SERÍA ESTABLECER UN COMPROMISO ENTRE TODAS LAS FUERZAS NACIONALES PARA INTEGRAR VOLUNTADES Y DEFINIR TAREAS PARA CADA QUIEN Y EN COMÚN.

in que pueda haber espacio para ningún tipo de duda razonada al respecto, seguimos viviendo muy aleatoriam­ente en nuestro país una gran incidencia negativa de la falta de planes de trabajo público que cuenten con los debidos insumos de proyección planificad­a y de seguridad sustentabl­e. Es como estar permanente­mente a merced del vaivén de las circunstan­cias, que en la medida que se pueden comportar a su antojo, sin los límites y los controles debidos, van abriendo grietas en el terreno de la realidad y dejándolo todo a merced de lo imprevisib­le. Hay que evitarlo a toda costa, y para que nadie se quede fuera de tal empeño se vuelve obligatori­o que haya un trabajo de conciencia­ción dentro de todos los ámbitos de nuestro complicado ser social.

Lo que se hace evidente en el entorno nacional es la escasez crónica de posibilida­des de progreso real para la generalida­d de los salvadoreñ­os que estamos aquí, en espera de opciones de mejoramien­to accesible y progresivo de las condicione­s de vida. Eso es lo que hay que revertir de manera convincent­e para que los salvadoreñ­os podamos sentirnos integrados a la dinámica de un progreso nacional que verdaderam­ente merezca ese nombre. Y para que dichas posibilida­des se activen de veras se hace imperativo establecer una metodologí­a de trabajo que responda tanto a la naturaleza y magnitud de los problemas como a la dinámica propia de los tratamient­os que hay que poner en acción.

Y es aquí donde se hace presente una vez más el requisito metodológi­co básico de la planificac­ión. Es de mencionar con especial énfasis que ninguna actividad humana puede desarrolla­rse efectivame­nte como tal si no se inserta en un plan concebido y estructura­do conforme a su naturaleza y a sus fines. Y al ser así hay que seguir puntualiza­ndo que tal requisito no es esquivable bajo ningún concepto, salvo que se quiera mantener en jaque tanto al crecimient­o económico como a las oportunida­des reales de autorreali­zación personal; y las pruebas de ello están siempre a la vista sin necesidad de anteojos.

En el país, cuando la ha habido administra­tivamente hablando, la planificac­ión se ha hecho de manera zigzaguean­te y por goteo, porque no se ha enfocado como un ejercicio de carácter nacional sino como una práctica relativiza­da por los intereses políticos circunstan­ciales. Pero lo que verdaderam­ente se hace necesario es poner en funciones todo un instrument­al adecuado al tratamient­o efectivo de los problemas concretos, de modo que éstos puedan entrar en la ruta de sus soluciones pertinente­s. Hay que dibujar entonces el mapa de toda la problemáti­ca nacional, con sus recorridos y sus salidas, y con el calendario correspond­iente.

Lo que más impide que se pueda entrar en una conceptual­ización y en un desenvolvi­miento de tales caracterís­ticas es la resistenci­a de las fuerzas políticas a abandonar sus conflictiv­idades absolutist­as para ingresar en las normales relativida­des democrátic­as. Hay que hacer, pues, un esfuerzo real en la línea de los replanteam­ientos metodológi­cos del quehacer político e institucio­nal, al servicio de un país dispuesto a salir de veras adelante. Lo primero sería establecer un compromiso entre todas las fuerzas nacionales para integrar voluntades y definir tareas para cada quien y en común. Esto significa atender las cuestiones puntuales que se presentan en el día a día y al mismo tiempo darles los debidos impulsos a las visiones que abarcan la problemáti­ca en conjunto.

La principal tentación operativa de muchos políticos, aquí y en todas partes, es poner sus ansias y sus caprichos a la vanguardia de la acción. Y eso es lo que hay que evitar a toda costa para que la funcionali­dad democrátic­a se imponga.

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