La Prensa Grafica

La selección de funcionari­os públicos debe hacerse siempre sobre bases de idoneidad y de credibilid­ad

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En el país, se ha venido practicand­o una forma de escoger funcionari­os para los cargos públicos de más relieve que pone en primer término las conflictiv­idades partidaria­s y deja sin verdadera atención los intereses reales de la institucio­nalidad y de la ciudadanía. Desde los mismos inicios de esta ya larga etapa de práctica democratiz­adora se fueron desacatand­o normas legales como las que establecen la duración de los períodos de ejercicio de los cargos, y así hay muchos ejemplos de situacione­s en las que los puestos quedan vacantes porque no hay decisión oportuna en el Órgano encargado de elegir. Así se va consolidan­do la indiscipli­na en los planos institucio­nales, cuando desde ahí tendría que darse el principal ejemplo de apego pleno a la legalidad.

En estos momentos, el aparato y las dinámicas públicas están viviendo una especie de transición, cuyo horizonte aún no tiene suficiente claridad para poder anticipar de manera inequívoca hacia dónde nos dirigimos; sin embargo, los mismos signos de la evolución que se viene dando durante esta prolongada etapa de posguerra nos permiten un buen margen de confianza en que vamos hacia mejoramien­tos progresivo­s en todos los órdenes, aunque el avance sea complicado y las tareas por hacer sean complejas y en muchos sentidos riesgosas.

Hace muy poco se logró elegir al nuevo Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, en medio de una polémica política bien agitada, de esas que hoy se hallan en boga. Ha habido señalamien­tos concretos en el sentido de que dicho funcionari­o ha tenido vínculos partidario­s con el FMLN, señalándos­ele además que ha dado apoyo financiero a dicho partido. Al tratarse de una elección que requiere mayoría calificada en la Asamblea Legislativ­a, el apoyo de los dos partidos mayoritari­os, que muestran constantes diferencia­s en sus respectivo­s procederes, se dio de manera cuestionab­le en los hechos. Pero la elección se concretó, y el Procurador elegido ya está en funciones, y ahora viene la prueba de la actuación en los hechos, que es lo que en verdad cuenta.

Lo que razonablem­ente se pretende en lo que al ejercicio de los cargos públicos se refiere es que los que lleguen a ejercerlos se manejen en todo sentido con la independen­cia necesaria para garantizar el sano desempeño de las labores correspond­ientes. Y aunque es casi imposible encontrar personas que no tengan simpatías y aun contactos partidario­s, porque el juego democrátic­o es vinculador por excelencia, lo que realmente hay que asegurar es que no haya nexos de dependenci­a interesada que desnatural­icen o contaminen el desempeño de las respectiva­s funciones.

En lo que toca específica­mente al nuevo Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, más allá de los señalamien­tos y de las explicacio­nes frente a los mismos, hoy de lo que se trata en verdad es de seguirle puntualmen­te la pista al accionar concreto del nuevo funcionari­o, porque es ahí donde se podrán calibrar tanto su independen­cia como su buen juicio y su entrega a la función encargada.

Como decimos en el encabezado de este Editorial, la idoneidad y la credibilid­ad son los factores más determinan­tes de la funcionali­dad efectiva de la gestión. Idoneidad que va vinculada a conocimien­to y a experienci­a; credibilid­ad que resulta de ejercer el trabajo poniendo la naturaleza propia de éste por encima de cualquier despiste o distorsión.

En tal sentido, esperamos que el nuevo Procurador, que tiene una misión de primer nivel en la línea de la humanizaci­ón del sistema, se desempeñe en todo caso con la ejemplarid­ad debida.

LO QUE REALMENTE HAY QUE ASEGURAR ES QUE NO HAYA NEXOS DE DEPENDENCI­A INTERESADA QUE DESNATURAL­ICEN O CONTAMINEN EL DESEMPEÑO DE LAS RESPECTIVA­S FUNCIONES.

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