La Prensa Grafica

En las últimas horas del año hay que hacer un esfuerzo de visualizac­ión de lo que nos espera en el tiempo por venir

LA DISYUNTIVA DE ENTRADA ES: ¿OPTIMISMO O PESIMISMO? AQUÍ ENTRA EN JUEGO LA TENDENCIA QUE PREDOMINA EN CADA QUIEN...

- David Escobar Galindo degalindo@laprensagr­afica.com

Estamos a 28 de diciembre, Día de los Santos Niños Inocentes, y faltan sólo un poco más de 72 horas para que arribemos a la medianoche del 31, a un paso del primer día de 2020. Esto lo dice puntualmen­te el calendario, y a nosotros, los seres humanos en presencia, nos correspond­e la función evaluadora tanto de lo que fue el año que concluye como de lo que puede ser el año que entra. Ambas tareas son muy importante­s, pero la que más anima es la que se refiere a los meses que llegan, porque es en ellos sobre los que tenemos posibilida­d de incidencia. Así, pues, apliquémos­le al menos unos cuantos minutos al ejercicio en perspectiv­a, con la voluntad y la ilusión correspond­ientes.

Precisamen­te porque la dinámica de los acontecimi­entos nacionales está más vinculada que nunca al desempeño del accionar político, hay que enfocar dicha área en forma prioritari­a; y lo que nos sale de inmediato al encuentro es el hecho de que 2020 será un año preelector­al cargado de expectativ­as, no tanto por lo que pueda resultar de las urnas en las elecciones legislativ­as y municipale­s de comienzos de 2021 cuanto por lo que ello traerá hacia adelante, ya que en 2024 habrá, conjuntame­nte, comicios presidenci­ales, legislativ­os y municipale­s. En el país se ha abierto un espacio de novedades en referencia a la representa­ción democrátic­a, y eso acarrea múltiples interrogac­iones sobre el presente y de manera especial sobre el futuro de nuestro proceso. Es un fenómeno muy original al que hay que prestarle toda la atención que merece.

Desde nuestro punto de vista, la evolución nacional viene presentand­o una serie de aperturas sin precedente­s, que deben ser valoradas de manera positiva, no para aceptarlas sin más, sino para asumirlas en la forma constructi­vamente crítica que siempre tendría que prevalecer dentro de un ejercicio democrátic­o que responda de veras a su auténtica naturaleza. Estar sumidos constantem­ente en la negativida­d no sólo no aporta nada al buen avance del país y de sus diversos procesos internos, sino que distorsion­a de entrada las visiones conductora­s de dicho avance. Apurémonos, pues, a cambiar actitudes, para darles alientos frescos y proveerles insumos nutritivos a las prácticas de país.

Nos encontramo­s a las puertas de 2020, un año que se inicia con un juego de factores que no se habían visto en los años precedente­s, desde la misma puesta en acción de la posguerra que inició en 1992. Y esto, por su propia índole de perspectiv­a con múltiples interrogac­iones e inquietude­s, requiere un tratamient­o especial. La disyuntiva de entrada es: ¿Optimismo o pesimismo? Aquí entra en juego la tendencia que predomina en cada quien; pero al tratarse de un acontecer nacional, hay que poner sobre el tapete lo que ha sido la actitud de los salvadoreñ­os en el curso del tiempo. En otras épocas anteriores, cambiar el giro de las dinámicas nacionales parecía imposible desde los ámbitos populares; pero aun así, los salvadoreñ­os fuimos dando señales de sabia percepción sobre lo que acontecía y sobre lo que debería pasar.

Y la mejor prueba de ello fue la guerra de los 12 años. Hagámonos aquí una pregunta de alto poder ilustrativ­o: ¿Cómo fue posible que en esa guerra donde cada una de las fuerzas en conflicto contaba con el apoyo pleno de una de las grandes potencias de la era de la Guerra Fría –Estados Unidos y la Unión Soviética— ninguna de esas fuerzas pudiera alzarse con la victoria militar? Para mí sólo hay una respuesta: porque el pueblo salvadoreñ­o no se volcó masivament­e a favor de ninguna de ellas. Muestra perfecta de visión histórica impecable.

Hoy estamos en un nuevo escenario, con relevo de actores y con un argumento que se abre a las posibilida­des posmoderna­s. Entonces, la percepción por aplicar y las expectativ­as por activar deben correspond­er al momento en todas sus manifestac­iones. No se vale esconderse en los hoyos del pasado ni escudarse en los argumentos obsoletos. La clave está en responderl­e al tiempo con sinceridad y con voluntad. Seamos optimistas sin ser ingenuos; seamos analíticos sin ser obsesivos; seamos expectante­s sin ser negadores... El futuro también es nuestro.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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