En las últimas horas del año hay que hacer un esfuerzo de visualización de lo que nos espera en el tiempo por venir
LA DISYUNTIVA DE ENTRADA ES: ¿OPTIMISMO O PESIMISMO? AQUÍ ENTRA EN JUEGO LA TENDENCIA QUE PREDOMINA EN CADA QUIEN...
Estamos a 28 de diciembre, Día de los Santos Niños Inocentes, y faltan sólo un poco más de 72 horas para que arribemos a la medianoche del 31, a un paso del primer día de 2020. Esto lo dice puntualmente el calendario, y a nosotros, los seres humanos en presencia, nos corresponde la función evaluadora tanto de lo que fue el año que concluye como de lo que puede ser el año que entra. Ambas tareas son muy importantes, pero la que más anima es la que se refiere a los meses que llegan, porque es en ellos sobre los que tenemos posibilidad de incidencia. Así, pues, apliquémosle al menos unos cuantos minutos al ejercicio en perspectiva, con la voluntad y la ilusión correspondientes.
Precisamente porque la dinámica de los acontecimientos nacionales está más vinculada que nunca al desempeño del accionar político, hay que enfocar dicha área en forma prioritaria; y lo que nos sale de inmediato al encuentro es el hecho de que 2020 será un año preelectoral cargado de expectativas, no tanto por lo que pueda resultar de las urnas en las elecciones legislativas y municipales de comienzos de 2021 cuanto por lo que ello traerá hacia adelante, ya que en 2024 habrá, conjuntamente, comicios presidenciales, legislativos y municipales. En el país se ha abierto un espacio de novedades en referencia a la representación democrática, y eso acarrea múltiples interrogaciones sobre el presente y de manera especial sobre el futuro de nuestro proceso. Es un fenómeno muy original al que hay que prestarle toda la atención que merece.
Desde nuestro punto de vista, la evolución nacional viene presentando una serie de aperturas sin precedentes, que deben ser valoradas de manera positiva, no para aceptarlas sin más, sino para asumirlas en la forma constructivamente crítica que siempre tendría que prevalecer dentro de un ejercicio democrático que responda de veras a su auténtica naturaleza. Estar sumidos constantemente en la negatividad no sólo no aporta nada al buen avance del país y de sus diversos procesos internos, sino que distorsiona de entrada las visiones conductoras de dicho avance. Apurémonos, pues, a cambiar actitudes, para darles alientos frescos y proveerles insumos nutritivos a las prácticas de país.
Nos encontramos a las puertas de 2020, un año que se inicia con un juego de factores que no se habían visto en los años precedentes, desde la misma puesta en acción de la posguerra que inició en 1992. Y esto, por su propia índole de perspectiva con múltiples interrogaciones e inquietudes, requiere un tratamiento especial. La disyuntiva de entrada es: ¿Optimismo o pesimismo? Aquí entra en juego la tendencia que predomina en cada quien; pero al tratarse de un acontecer nacional, hay que poner sobre el tapete lo que ha sido la actitud de los salvadoreños en el curso del tiempo. En otras épocas anteriores, cambiar el giro de las dinámicas nacionales parecía imposible desde los ámbitos populares; pero aun así, los salvadoreños fuimos dando señales de sabia percepción sobre lo que acontecía y sobre lo que debería pasar.
Y la mejor prueba de ello fue la guerra de los 12 años. Hagámonos aquí una pregunta de alto poder ilustrativo: ¿Cómo fue posible que en esa guerra donde cada una de las fuerzas en conflicto contaba con el apoyo pleno de una de las grandes potencias de la era de la Guerra Fría –Estados Unidos y la Unión Soviética— ninguna de esas fuerzas pudiera alzarse con la victoria militar? Para mí sólo hay una respuesta: porque el pueblo salvadoreño no se volcó masivamente a favor de ninguna de ellas. Muestra perfecta de visión histórica impecable.
Hoy estamos en un nuevo escenario, con relevo de actores y con un argumento que se abre a las posibilidades posmodernas. Entonces, la percepción por aplicar y las expectativas por activar deben corresponder al momento en todas sus manifestaciones. No se vale esconderse en los hoyos del pasado ni escudarse en los argumentos obsoletos. La clave está en responderle al tiempo con sinceridad y con voluntad. Seamos optimistas sin ser ingenuos; seamos analíticos sin ser obsesivos; seamos expectantes sin ser negadores... El futuro también es nuestro.