2019 ha sido un año en el que muchos cambios han estado emergiendo, y el balance inicial debe servirnos para seguir adelante
LO QUE ESTAMOS NECESITANDO ES PONER EN FUNCIONAMIENTO LA RACIONALIDAD EN TODAS SUS EXPRESIONES, PARA DARLE AL PROCESO NACIONAL LOS INSUMOS CONDUCTORES QUE REQUIERE.
En este último día del año que concluye los salvadoreños nos hallamos directamente abocados a un momento de reflexión constructiva sobre lo que ha sido nuestra experiencia nacional en los tiempos más recientes, y sobre todo en el curso de este año que ha traído tantos signos novedosos y ha dejado tantos mensajes renovadores. Nuestro proceso democrático, que está por concluir su cuarta década de ejercicio ininterrumpido, está entrando en una nueva fase de su desenvolvimiento histórico, y es desde ahí que hay que enfocar todo lo que está pasando en nuestro ambiente, con fluidez y con naturalidad, como corresponde a la naturaleza de la coyuntura actual.
Desde luego, cuando las condiciones tienen las características que son propias de estos tiempos, como decir la originalidad y la volatilidad, se vuelve imperativo hacer valer al mismo tiempo la valentía y la cautela, lo cual exige mucho equilibrio en todas las reacciones que se van dando progresivamente en el ambiente. Pero hay que hacer notar, para no reincidir en distorsiones de ninguna índole, que tanto la valentía como la cautela a las que nos estamos refiriendo no tienen nada que ver con la impulsividad ciega ni con la cobardía estratégica. Por el contrario, lo que estamos necesitando es poner en funcionamiento la racionalidad en todas sus expresiones, para darle al proceso nacional los insumos conductores que requiere.
Las cuestiones más cruciales que se hallan en la primera línea de la agenda nacional, como decir la seguridad, la activación económica y el saneamiento institucional, deben ser reasumidas en este momento con una visión que se ajuste a las exigencias de una actualidad que no admite estancamientos ni mucho menos retrocesos de ninguna índole. No se trata de partir de cero, lo cual sería recaer en la tentación de la irrealidad ilusoria y del despiste autocomplaciente, sino de recoger todos los elementos y componentes que vienen resultando del avance transcurrido, para a partir de ahí movernos como sociedad y como institucionalidad hacia los espacios de un futuro que sea estratégicamente alcanzable.
En el tema de la seguridad hay que continuar consolidando el Plan Control Territorial, promoviendo los programas y desplegando las adaptaciones que se vayan imponiendo como factores habilitantes. Nada es perfecto de entrada, pero entonces hay que poner todo lo que sea necesario para que las buenas iniciativas sigan prosperando, sin que las neurosis confrontativas se impongan. De lo que en verdad se trata es de que la colectividad nacional en su conjunto vaya consolidando sus mecanismos de normalidad, en clave de sostenibilidad permanente. Hay que factibilizar el mejoramiento continuo para que la sociedad respire tranquila.
En cuanto al impulso del crecimiento económico, hay que tomar la debida conciencia de que esta no es una cuestión exclusivamente técnica o política, sino que responde a toda una serie de factores que se dan en el seno de la sociedad en su conjunto, como son la educación actualizada y generalizada, el despliegue de estímulos productivos puestos al día, la apertura a todos los mercados disponibles en el mundo de hoy y la predictibilidad estabilizadora en lo político y en lo social. Y aquí empalma el saneamiento institucional como tarea que hay que mantener en la primera línea de los objetivos nacionales más apremiantes e ineludibles.
Hagamos, pues, el debido balance de lo que se ha estado dando en estos y en muchos otros puntos de gran trascendencia para la suerte de nuestro país y de su gente, y tengamos a la mano los resultados de dicho balance para orientar las acciones que vienen. Es dentro de esa lógica operativa que hay que desearles a todos los salvadoreños un 2020 pleno de realizaciones positivas y motivadoras.