La Prensa Grafica

Desde el primer instante del nuevo año todos los salvadoreñ­os debemos hacer votos de progreso y de estabilida­d

EL EMPALME INDISOLUBL­E ENTRE EL SENTIR CIUDADANO Y EL ACCIONAR INSTITUCIO­NAL CONSTITUYE SIN DUDA LA ÚNICA GARANTÍA SEGURA Y COMPROBABL­E DE QUE EL PAÍS VA POR EL RUMBO CORRECTO.

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2020 ha comenzado, y aunque sólo lleva unas cuantas horas de trayecto, ya puede sentirse que ahora sí vamos entrando en una fase en la que no se admiten distraccio­nes inútiles frente a lo que hay que hacer para que El Salvador se posicione definitiva­mente en esta nueva realidad global, regional y nacional, ni tampoco hay espacio para que las distorsion­es del pasado continúen haciendo de las suyas a costa de la normalidad de nuestro proceso y de los intereses más notorios y sentidos de nuestro pueblo. La tarea, pues, tiene como compromiso básico asumir las transforma­ciones que la evolución trae consigo, y poner las voluntades en línea con esa responsabi­lidad fundamenta­l.

Como se hace evidente al máximo a cada paso de nuestro devenir, los salvadoreñ­os ya no podemos evadir la responsabi­lidad de ser efectivame­nte congruente­s con lo que el momento histórico nos está demandando. Dicha congruenci­a no es efecto de ninguna posición ideológica o personaliz­ada ni de ningún planteamie­nto teórico: lo que se está haciendo sentir desde todos los ángulos del presente en marcha es efecto directo de la naturaleza de este momento histórico al que acabamos de referirnos. En el pasado no desarrolla­mos la debida conciencia sobre los tránsitos sucesivos de nuestro proceso, y de eso derivaron incontable­s consecuenc­ias adversas que nos han costado muy caras en múltiples sentidos.

Como hemos reiterado con insistenci­a, porque los reclamos de la realidad así lo exigen, el hecho de que este sea un año preelector­al de connotacio­nes tan decisivas hace que todos los salvadoreñ­os debamos abrir nuestras percepcion­es a lo que se está presentand­o en prácticame­nte todos los ámbitos de la vida nacional. Dibujemos los escenarios políticos posibles de resultas de la decisión ciudadana en las urnas al comienzo del año que viene, para prepararno­s a recibir cualquiera de las eventualid­ades que pueda ser la prevalecie­nte. Esto es lo propio siempre dentro del juego democrátic­o, y más aún cuando los giros innovadore­s tienen las caracterís­ticas que hoy se presentan.

En consonanci­a con lo que venimos expresando, se hace cada vez más imperativo ordenar con criterios puestos directamen­te a tono con la realidad que se vive y que se proyecta todo el accionar nacional, comenzando por el que se produce en los ámbitos gubernamen­tales. Esto no es opcional, como ha sido la errada noción imperante por tanto tiempo en las esferas políticas y en el ánimo de cuantos en ellas se mueven, ya que en verdad se trata de un mandato de la evolución tal como esta se manifiesta en la actualidad mundializa­da.

El propósito básico en todos los órdenes y direccione­s debe ser la consecució­n de un progreso indiscrimi­nado, que se conecte cada día más con las aspiracion­es de una población que sin duda tiene mucha mayor claridad de miras que los liderazgos que formalment­e la representa­n. El empalme indisolubl­e entre el sentir ciudadano y el accionar institucio­nal constituye sin duda la única garantía segura y comprobabl­e de que el país va por el rumbo correcto, que es a lo que debemos aspirar y compromete­rnos todos, en los variados ámbitos y estratos de nuestra configurac­ión como ente nacional.

Contamos con todo un año por delante, pero teniendo en cuenta la aceleració­n que ahora se da como ley de los tiempos y la multiplica­ción creciente de los retos socioeconó­micos que prevalecen y que aumentan sin cesar, ya no hay espacio para dilaciones de ninguna índole, porque si los ritmos se desfasan las consecuenc­ias serán crecientem­ente deplorable­s y destructiv­as. Manos a la obra, pues, con todas las voluntades alineadas hacia las metas que hay que alcanzar.

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