“No es falta de conocimiento... es falta de alimentos”
En los 1970, durante mi entrenamiento en pediatría en hospital de niños, con devastadora frecuencia hospitalizamos niños menores de 5 años de edad sufriendo de severa desnutrición y deficiencias vitamínicas, muchas veces complicadas con infecciones pulmonares. Hacíamos lo mejor para mejorarles el precario estado nutricional y entregárselos a sus familias. Pero, después de pocas semanas, estos mismos niños regresaban al hospital en iguales condiciones nutricionales.
Algunos residentes abordamos este problema con la administración de hospital. Esta recomendó que nutricionistas ofrecieran educación nutricional a las familias. Implementamos programa hasta que un grupo de madres acentuó: “Disculpen, señoritas, no es falta de conocimiento, nosotras sabemos cómo preparar las comiditas de nuestros hijitos... es la falta de alimentos... y no tenemos los medios para obtenerlos”.
Casi medio siglo más tarde, nada ha cambiado. Reciente informe: casi 1 cada 3 niños menores de 5 años sufre de desnutrición. Estos niños provienen de familias para quienes hoy es como ayer, un mundo sin futuro. Causas: extrema pobreza, alto costo de vida, pobre salud de los padres, hogares incompletos causados por enorme emigración y, literalmente, salarios de hambre.
Como pediatras, nuestra responsabilidad es asegurarnos que los niños crezcan y se desarrollen normalmente. Esto es prácticamente imposible lograrlo, cuando los niños no tienen que comer y esto va más allá de sentir hambre. Niños en edad preescolar y escolar que no comen, no rindan bien en la escuela y no progresan en su educación, desarrollan enfermedades crónicas, depresión y ansiedad. Un círculo vicioso interminable.
Como médicos, enfrentamos complejos problemas de salud que usualmente interpretamos en términos biológicos. Sin embargo, estos problemas están influidos por fuerzas sociales, económicas y políticas; por lo tanto, debemos reconocer que los problemas de salud no son inherentemente biológicos y evitar pretender que la salud es apolítica.
La pregunta esencial a los problemas que enfrentamos: ¿Pueden las demandas de un movimiento radicalizado de ciudadanos descontentos –mayoría jóvenes frustrados y conocedores de las redes sociales– de mejor educación y salud; renuncia de corruptos dinosaurios en asamblea legislativa y transparencia gubernamental, ser resueltas por la élite económica que se ha mostrado, hasta ahora, ciega a las necesidades de la gran mayoría de nuestra población?
Los ejemplos de Chile, Ecuador y Colombia evidencian la lucha perpetua de América Latina por justicia e igualdad. Nuestra situación también es una bomba de tiempo. Ni populismo, demagogia o amenazas de represión militar la desactivarán. Ya se escucha el intenso galopear de indignado pensamiento de nuestro sufrido pueblo víctima de pajas politiqueras.
No debemos esperar masivas protestas para actuar contra la obscena y rampante corrupción en todas las esferas gubernamentales, asfixiante costo de vida, bajos salarios y particularmente, enorme desigualdad originada por el arcaico sistema socio-económico imperante que continúa creando más compatriotas sumidos en la pobreza.
Queda por ver si el nuevo gobierno realmente actuará y con ejemplos contra abominable corrupción, nepotismo y despilfarros en viajes que innecesariamente incluyen familias, o si simplemente está consolidando el poder para garantizar su parte (El Faro.net).
Hijos de hermanos lejanos educándose en Estados Unidos están preguntando a sus padres por qué ellos no exigen al Gobierno de El Salvador el derecho de votar en el extranjero y demandar mayor inversión de las remesas en educación y salud. ¡Una nueva y prometedora generación con raíces salvadoreñas!