ES FUNDAMENTAL QUE NOS VAYAMOS UBICANDO EN ESTA NUEVA EXPRESIÓN DEL MUNDO GLOBAL PARA NO QUEDAR ESTANCADOS EN LOS VIEJOS ESQUEMAS
Esta situación debe servirnos para ya no continuar esgrimiendo excusas ni poniendo pretextos para mantenernos en las mismas, ya que de hacerlo estaríamos apostándole a la disfuncionalidad permanente.
Lo que esta nueva etapa del fenómeno evolutivo nos está trayendo es, en primer término, un conjunto de imperativos de conducta pública destinados a responder de manera eficiente y consecuente a los distintos estragos que ha dejado y continúa dejando el acontecer pandémico que no acaba de resolverse, y que en muchos sentidos sigue complicándose, especialmente por las decisiones que se toman de manera tan improvisada y repentista desde los centros del poder político. El deslave económico causado por la crisis sanitaria y sus diversas consecuencias no se puede dejar pasar al estilo tradicional en nuestro ambiente, y eso agrega exigencias de disciplina pública y privada que nunca han tenido tanta fuerza como hoy. El deterioro económico que el país padece, en áreas tan cruciales como la caída del empleo, el descenso vertiginoso del PIB y la vulnerabilidad extrema del emprendimiento, es algo que hay que atender a diario, minuto a minuto, para tratar de contener los males ya existentes y evitar males sucesivos.
Para un país como el nuestro, que ha estado en tanto rezago de muy distintas formas, el hecho incuestionable e ineludible de que nos hallemos cada vez más inmersos en una atmósfera virtual es no sólo un signo de los tiempos, que ha venido manifestándose sucesivamente de manera cada vez más notoria, sino un efecto clarísimo de cómo las nuevas emergencias van impulsando las nuevas prácticas en todos los órdenes. En otras palabras, el cambio acelerado que se está produciendo como una expresión natural de la época lo penetra todo; y la virtualización es una de las muestras más elocuentes de ello.
Para nosotros, los salvadoreños, la situación global que ahora prevalece prácticamente en todas partes es un privilegio que no hubiéramos podido ni siquiera imaginar hasta hace muy poco, porque nos posibilita opciones y oportunidades que abren otros horizontes de proyecciones ilimitadas, ya sin los límites que parecían insuperables. La tendencia que ha prevalecido en el ambiente ha sido el sometimiento a lo tradicional, lo cual coincidía con la marginación a la que hemos estado sometidos desde siempre. El fenómeno globalizador viene a traernos, entonces, una apertura que al mismo tiempo que nos favorece sin precedentes nos compromete a fondo. Y en ese compromiso está el punto central de esta nueva etapa de desarrollo, tal como hay que verlo y tratarlo en estos días. Todo esto es al mismo tiempo un reto y una opción, y por consiguiente hay que hacer un enfoque integrador, que no deje ningún elemento fuera.
En términos generales, los costos de la pandemia han abarcado todas las áreas de la realidad, sin que queden áreas por fuera, y en consecuencia nadie ha resultado ajeno a los efectos de la crisis; y esto tiene que ser manejado en forma no sólo inteligente sino proactiva. Desde luego hay aspectos desafiantes a los que hay que responder en forma prioritaria, lo cual es determinante para atender lo más consistentemente posible toda la agenda que siempre tenemos pendiente y a la espera. Esta situación debe servirnos para ya no continuar esgrimiendo excusas ni poniendo pretextos para mantenernos en las mismas, ya que de hacerlo estaríamos apostándole a la disfuncionalidad permanente, que es lo peor que podría pasarnos.
Hagámonos cargo tanto de las responsabilidades acumuladas como de las que trae cada momento específico, y este muy en particular. Esa es la lógica que esta crisis nos ha puesto ante los ojos de modo incuestionable, y eso es lo que más hay que aprovechar. En verdad, aunque no lo parezca en un enfoque superficial, estamos ante un cúmulo de oportunidades que hay que valorar como aperturas hacia la estabilidad y la prosperidad.