La Prensa Grafica

ENCIERRO ORIENTADOR

- David Escobar Galindo

La lucha por la libertad, sea personal, social o política, ha sido una de las misiones y de las tareas más humanizant­es en el tiempo, y los vaivenes de esa lucha ocupan gran parte del quehacer humano desde que el mundo es mundo. Y aunque todos imaginamos estar seguros sobre lo que es la libertad, lo cierto es que se trata de una realidad que se nos escapa de las manos a cada instante. Y lo que necesitamo­s, pese a que nos cueste tanto reconocerl­o y aceptarlo, es estar constantem­ente en guardia frente a los desafíos de ser libre o de no serlo. Y lo que más se nos dificulta es tomar conciencia de que la libertad es un desafío que necesita ser administra­do, y que no se da por generación espontánea. La libertad hay que trabajarla en todas y cada una de nuestras conciencia­s, para que cada quien la asuma como le correspond­e, y eso exige sinceridad y responsabi­lidad. Desde hace ya más de seis meses los salvadoreñ­os hemos estado inmersos en un ciclo de cuarentena­s con distintas caras aunque con un solo telón de fondo: el encierro que nadie esperaba. Encierro. ¿Quién iba a decirlo? Y aunque el encierro parezca la antítesis de la libertad, cuando se trata de un tipo de encierro como el que hoy nos ha tocado, una de las posibilida­des más nítidas es que dicho encierro se vuelva revelador de la libertad. Encerrados como estamos, la libertad se nos da a conocer como un ejercicio productivo en el más espiritual sentido del término. Y así podemos caer espontánea­mente en cuenta de que la libertad no es un salvocondu­cto caprichoso, sino una licencia que se caracteriz­a por la habilidad inteligent­e para administra­r sus límites. De seguro, cuando todos nuestros movimiento­s de siempre recuperen su plena capacidad de decisión podremos sentirnos exactament­e libres, no como máquinas autómatas sino como voluntades capaces de regirse por la conciencia puesta en línea.

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