El afilador de cuchillos, un oficio casi extinto
Uno de los pocos afiladores de cuchillos que aún recorren las calles de los municipios de La Paz, es Jorge Alberto Ramírez.
El trabajo de afilar cuchillos va desapareciendo con el paso del tiempo debido a la modernidad y a las características de los nuevos productos que se encuentran en el mercado, sin embargo, siempre hay clientes que demandan los servicios de las personas que se dedican a esta oficio, que antes era muy valorado.
Este es el caso de Jorge Alberto Ramírez, de 60 años, quien desde hace diez años se gana la vida dándole filo a diferentes utensilios del hogar. Él recorre seis días por semana varios municipios de los departamentos de La Paz y San Vicente, ofreciendo sus servicios. ¡Se afilan cuchillos!, grita durante sus recorridos.
“De esto como, de esto me calzo, de esto me visto, de esto pago mi casa. Es un hábito salir a trabajar todos los días, y Dios lo bendice a uno porque no sale a perder el tiempo sino que a laborar”, manifestó don Jorge.
Comentó que la cuarentena por la pandemia del covid 19 paralizó su trabajo durante cuatro meses. “Me sentía desesperado, tenía mis ahorritos y la pandemia me dejó sin nada, ya cuando vi que solo me quedaban cinco dólares, al día siguiente salí a trabajar”, mencionó, y afirmó que él no ha sido beneficiado con programas de ayuda gubernamentales.
Don Jorge, detalló que el oficio de afilar cuchillos lo aprendió desde pequeño trabajando en las algodoneras.
Actualmente, para hacer su trabajo debe cargar sobre sus hombros una mesa, el esmeril y las diferentes piedras de afilar que necesita, lo que hace un peso de más de 30 libras, ya que va a pie casa por casa anunciando su servicio en las diferentes ciudades que visita. “A veces termino con los dedos engarrotados de tanto afilar, pero gracias a Dios así saco mi cominda”, manifestó.
El precio de la afilada depende del tipo de herramienta. El afilado de los cuchillos pequeños cuesta $0.50 centavos, los corvos, $1.50 o $2; las hachas usadas $1.50 y las nuevas $5, porque asegura que cuesta darles filo, por los serruchos cobra $5 y por las cuchillas de las máquinas para cortar cabello también $5. Manifestó que no ha estado exento de accidentes y que se ha cortado sus dedos y el brazo varias veces, pero dice son gajes del oficio.
Don Jorge afirma que seguirá trabajando hasta que Dios se lo permita. “No hay límites, será Dios el que decidirá cuando será el día que deje de trabajar, porque hay que seguir manteniendo el hogar, a pesar que mis dos hijos ya son grandes e independientes”, mencionó. q