LOS MINISTRO S: ¿MAYORDOMOS DEL PRESIDENTE O TÉCNICOS AL SERVICIO DE LA NACIÓN?
Nelson Fuentes, el único miembro del gabinete de Sánchez Cerén que mantuvo su posición tras el ascenso de Bukele, renunció luego de ser presionado para hacer persecución política desde esa cartera de Estado.
La perspectiva de una administración no puede ni debe depender de las personas que la conforman; sin embargo, la calidad de los personeros, su compromiso, inspiración y disciplina son importantes indicativos. Ya hemos discurrido sobre lo que consideramos es la principal deficiencia del actual gobierno de nuestro país: la ausencia de un plan, de una hoja de ruta. Si el barco no se dirige a puerto alguno, la diferencia entre el extravío y el naufragio es estrictamente semántica. Y conectada con ese diagnóstico figura otra tesis, la de que la principal pretensión de Bukele es acumular poder porque sí, para ponerlo al servicio del grupo que lo acompaña en la construcción de una nueva tecnocracia y de una nueva facción proto económica.
En la medida que el gabinete se va configurando con la salida de algunos nombres, la recurrencia de otros en distintos puestos pese a su reputada incapacidad y la promoción de nuevos elementos, va quedando en claro que el mérito, el conocimiento y la experticia no son rasgos fundamentales, o en todo caso pasan a un segundo plano si no van acompañados del componente preferido del mandatario: obediencia. Así, lo que es obvio y literal en el caso de la milicia y de los cuerpos de seguridad, a quienes el jefe del Ejecutivo les ordenó "defender a nuestra patria de las amenazas y enemigos internos y externos", es un juramento tácito en el caso de sus otros ministros y cuadros clave. En ese juramento hipotético, entenderíamos que se incluya no comunicar otra cosa que sumisión total a las ideas del mandatario, hacerlo en tono lisonjero, prestarse a la narrativa audiovisual dictada desde la Secretaría de la Presidencia aunque les haga quedar en ridículo. Pero la pregunta que inquieta a la nación en esta hora es si la promesa de lealtad al líder de nuestros principales funcionarios supone desobedecer reglamentos y normas de ser necesario.
Una reciente publicación del periódico digital El Faro apuntaría en esa dirección. En ella se sostiene, a partir de filtraciones de miembros de la administración, que el ministro de Hacienda Nelson Fuentes, el único miembro del gabinete de Sánchez Cerén que mantuvo su posición tras el ascenso de Bukele, renunció luego de ser presionado para hacer persecución política desde esa cartera de Estado. Independientemente de las credenciales de Fuentes frente a las de su sucesor y de si uno estaba más capacitado que el otro, comparación que sólo el tiempo pondrá en su justa perspectiva, no podemos ignorar el perfil beligerante de Alejandro Zelaya. En lugar de una figura técnica que traduzca en presupuesto la visión de la administración, el actual titular de Hacienda ha sido vocero de la cruzada electoral alrededor del FODES, de tal suerte que su última visita a la Asamblea Legislativa terminó con un lamentable cruce con empleados de ese órgano. Asimismo, desde julio el presidente de la República ha anunciado en diferentes eventos públicos las investigaciones impositivas contra empresarios que han sido críticos de su gestión o han tenido diferencias ideológicas con él en el pasado, así como contra el mismo periódico El Faro.
En resumen, que es más fácil continuar prestando servicios en el Gobierno si el funcionario en cuestión elige y participa activamente de la narrativa guerrerista y maníquea del Ejecutivo contra otros actores, sectores y poderes del Estado, que si se enfoca en lo específico o en lo técnico, salvo raras excepciones.
Si se sigue perdiendo la necesaria frontera entre el servicio público y el servicio a la causa ni siquiera del oficialismo sino de la cruzada del presidente de la República, dentro de una dialéctica que mantiene estresada sin tregua a la institucionalidad a la que deberían preservar, se corre el grave peligro que el funcionamiento del Estado quede discapacitado. Si los que deberían garantizar que los motores de cada cartera continúen activos se enfrascan en la dinámica electorera, el que lo sufrirá es un país ya arrodillado por la pandemia.