EL 2020 INICIÓ UN CAMINO SIN RETORNO
De alguna manera el concepto de la “nueva normalidad” representa el hecho que el mundo que conocimos antes de 2020 no volverá y que para atrás, ni para agarrar impulso. Aprendimos que son pocas las cosas que en realidad necesitamos para vivir, que todas las necesidades creadas sin prescindibles. Reconfirmamos el valor real de estar cerca de Dios, quién nos dio la vida y quién nos mantiene vivos en este mundo hasta que podamos gozar de la vida eterna. Nos enseñó que nadie muere ni un minuto antes, ni un minuto después del que le toca. También nos recordó el profundo valor de la familia, que la “activitis” en la que vivimos tan afanados no vale la pena y que al final del día es más valioso el tiempo que podamos compartir con nuestra esposa y nuestros hijos, porque la vida se va en un abrir y cerrar de ojos.
Así como hubo un antes y un después de Cristo, me parece que 2020 será un parteaguas en nuestra historia. Recibimos un gran llamado de atención de Dios. Todas las falsas seguridades, todas aquellas metas materiales que nos hayamos puesto en 2019 o en años anteriores, todos aquellos paradigmas de lo que representa el ser exitoso o fracasado, deben cambiar, porque hay valores superiores que han sido relegados en la prisa que teníamos por destacar en nuestros campos profesionales.
Volvimos a lo básico y eso nos demostró que nuestros antepasados que llevaban una vida más tranquila, probablemente eran más felices que nosotros. Habíamos perdido la capacidad de asombro, todo tenía que ser más espectacular para llamar la atención de los demás. Si alguien se casaba tenía que contratar a alguien que le organizara la boda porque había que tener las mejores ideas para que la fiesta fuera inolvidable, pero con la pandemia nos dimos cuenta de que igual se puede casar alguien por Zoom, con una reunión muy pequeña, que con una fiesta enorme en un lugar de ensueño. También aprendimos que un bautizo se puede realizar por TEAMS y que lo importante es tener a un sacerdote que oficie, que esté presente el bautizado, sus padres, padrinos y un grupo muy pequeño de familiares. Nos recordó que lo importante es el compromiso ante Dios para que un matrimonio dure para toda la vida y que los demás sacramentos deben vivirse con profundidad y sin superficialidades, volvimos a apreciar el privilegio de poder comulgar y de poder asistir a una iglesia.
En el plano laboral aprendimos que no necesitamos una oficina para poder trabajar, que la vestimenta de trabajo pueden ser jeans o shorts y que lo importante es el compromiso con el trabajo bien hecho. También nos dimos cuenta de que hay que saber parar. Que a pesar de que estemos trabajando en la casa, eso no implica que vamos a estar trabajando 24 horas, siete días. También volvimos a apreciar el valor de tener una casa donde vivir y las comodidades con las que contamos. Nuestra casa se convirtió en la oficina, el restaurante, el hotel, el gimnasio, el salón de belleza, el club social y pudimos apreciar que tenemos todo lo que necesitamos para poder compartir con nuestra familia más cercana.
Hay que recordar las lecciones presupuestarias que nos dejó la pandemia. Nos enseñó que podemos vivir con poco, que podemos ahorrar si no gastamos en cosas innecesarias, que el dinero alcanza cuando no lo gastamos en cosas superfluas. Que la felicidad no radica en las cosas que tenemos o en las cosas que compramos. Ojalá que esas lecciones no se nos olviden nunca y que esta Navidad la vivamos a plenitud, como si estuviéramos encuarentenados.
No debemos esperar que 2021 vuelva a ser igual a 2019 o los años anteriores. Hemos tenido la gran oportunidad de poder detenernos, de poder reflexionar sobre lo que estamos haciendo en este mundo y sobre el daño que le estamos haciendo a nuestro planeta. No tomemos esas lecciones como algo que queremos olvidar, sino como una oportunidad para ser mejores seres humanos, que seamos más solidarios con los necesitados, que seamos menos materialistas, que dejemos atrás el consumismo y que nos concentremos realmente en ganarnos la vida eterna, que es lo único que nos llevaremos del paso por este mundo. ¡Feliz Navidad y que el niño Jesús nazca y permanezca en nuestros corazones!
Volvimos a lo básico y eso nos demostró que nuestros antepasados que llevaban una vida más tranquila, probablemente eran más felices que nosotros.