LOS MOTIVOS DE DIOS
Recién ha pasado el día en que aclamamos el nacimiento de Cristo, e independientemente si el Jesús histórico nació el 25 de diciembre o no, la verdad es que lo importante es la evocación del que habría de cambiar la historia al redimir a la humanidad. La tradición judaica que inició con la justicia retributiva, en donde se estableció que ya no era lícito segar la vida del adversario para pagar por un delito menor, y que entonces por un ojo, solo se podría quitar otro pero no más; ahora cambiaba a partir de las enseñanzas de Jesucristo, pasando a ser un acto de amor supremo: “ama a tus enemigos y bendice a los que te maldicen” (Mt 5:44).
San Agustín de Hipona, en su obra “Civitas Dei”, expone entre otras cosas, muchas cuestiones profundas de la teología, como el porqué del sufrimiento de los justos y la existencia del mal; hablando además que en este mundo, muchas veces parece que la maldad y los perversos triunfan, presentando la historia de la humanidad como un conflicto entre la Ciudad Terrenal y la Ciudad de Dios; un conflicto que está destinado a terminar con la victoria de esta última, la que está marcada por personas que renuncian al placer terrenal para dedicarse a las verdades eternas de Dios; en tanto la ciudad del mundo está formada por personas que se han sumergido en los placeres mundanos y para quienes las malas acciones no son un impedimento, puesto que solo buscan el Poder temporal como el fin.
Estas consideraciones, dichas en este artículo de forma superficial por motivos de espacio, explican por qué muchas veces los malvados parecen ganar y por qué muchos gobiernos, como los que presiden los populistas del planeta, con frecuencia aparentarán ser inmunes ante la verdad que los expone como mentirosos o como personas malvadas. En todo caso, la tesis es clara: este mundo es transitorio, pero en la eternidad el bien siempre prevalecerá.
La cosa es que el verdadero amor y las enseñanzas cristianas exigen compromiso y la lucha contra la mentira, las malas acciones y la injusticia; por lo que no debe confundirse la mansedumbre con la indiferencia ante el mal; ya que como escribíamos recientemente en otro artículo, aquel que cierra los ojos para no ver un crimen, es cómplice de aquello que no quiso ver; y por eso mismo ni debemos, ni podemos enmudecer ante la injusticia, porque como dice San Lucas, sobre la verdad: si nosotros calláramos, las piedras gritarían.
Las nuevas ideas que parecen prevalecer en el presente son malas ideas, dichas por gente peor que se contenta con engañar y manipular a los más vulnerables, haciéndoles cambiar principios por un puñado de dólares, ofreciendo dádivas para acallar conciencias; y por ello quienes sigan lo correcto, no podrán permitirlo.
Ha pasado recién la Navidad y esta, para muchos solo fue un motivo para intercambiar regalos o una excusa para estar en la playa o de descanso; de hecho, para los paganos, el recuerdo de Cristo ni siquiera se contempla y es sustituido por un bufón vestido de rojo al que le llaman santa claus y acaso por ello, los gobernantes idólatras del mundo, en su mensaje navideño ni siquiera mencionan el objeto real de estas festividades; pero el sentido último y el primero de las celebraciones, como decíamos al inicio, debería ser recordar el nacimiento de Jesús, y para los que somos cristianos vivir de acuerdo con Sus enseñanzas; porque Dios es amor, pero también es justicia; y la una sin la otra, no existen. El universo fue creado en un plan perfecto, proveyendo de inteligencia a los Hombres y también de libertad. Somos nosotros los que decidimos si cumplimos o no con nuestro deber.
¡Feliz Navidad para todos!
Las nuevas ideas que parecen prevalecer en el presente son malas ideas, dichas por gente peor que se contenta con engañar y manipular a los más vulnerables.