SIETE DÍAS EN HUELGA DE HAMBRE DENTRO DE UNA MAQUILA
La mayoría de las 113 mujeres que se mantienen en huelga ya no son aceptadas en otros trabajos debido a su edad. Algunas se han quedado sin lugar donde vivir y no pueden pagar sus deudas.
Cumplan ya la ley a favor de Florenzi, exigimos medidas cautelares”, narra el texto de una pancarta pegada en el portón deteriorado que da acceso al lugar donde 113 mujeres se mantienen en huelga de hambre para pedir justicia al Estado, por el cual aseguran haber sido abandonadas desde que fueron despedidas de manera injustificada hace siete meses.
Carmen está sentada en una de las colchonetas tendida sobre el suelo polvoso en la antigua fábrica Florenzi, en Soyapa ngo. Relata cómo las mujeres del Colectivo Femenino Florenzi han vivido los meses posteriores a sus despidos y sin obtener respuestas legales de instituciones del Estado antes las que han denunciado.
“No ha sido fácil. La mayoría de mujeres tienen préstamos, han llegado a sus casas a decirles que les van a decomisar las cosas, que las van a sacar. A una compañera el dueño le dio ocho días para que desaloje y tenía diez años de vivir en la casa. No tenemos cómo pagar lo que debemos porque nos despidieron”, cuenta Carmen, una mujer de 40 años que representa al colectivo.
La situación laboral y la disminución de los ingresos, que fueron mayormente afectados por la pandemia del covid-19, ha deteriorado la vida de más de cien mujeres que trabajaban para Industrias Florenzi y que llevan siete meses manifestándose y exigiendo sus derechos laborales. Cuando fueron despedidas no les dieron sus indemnizaciones ni varios sueldos atrasados.
“Alrededor del 70% de las 113 mujeres que permanecen en la lucha por sus derechos laborales sobrepasan los 50 años. El porcentaje restante son menores a esa edad y son las que, en algunos casos, han logrado conseguir otro empleo, porque la mayoría hemos sido discriminadas por ser mayores”, agrega Carmen.
De acuerdo con un informe de 2020 del Worker Right Consortium ( WRC), la mayoría de los ingresos de las trabajadoras y trabajadores de la confección en maquilas cayó por la crisis sanitaria. En la mayoría de los casos, muchos perdieron permanentemente sus empleos sin recibir indemnizaciones.
“En marzo de 2020 nos comenzaron a suspender el salario. Luego anunciaron que iban a cerrar en julio con todo eso de la pandemia. Desde entonces no hemos tenido respuestas. Ya fuimos al Juzgado de lo Laboral, a la Fiscalía, al Ministerio de Trabajo, a la PDDH y seguimos en huelga de hambre para hacer justicia y que nos escuchen”, sostuvo.
El documento del WRC también deja ver que los contratos unilaterales entre las marcas y los proveedores produce salarios “crónicamente bajos” en las maquilas y que estos propiciaron que las trabajadoras fueran sumamente
“Toda esta situación comenzó en 2015. Después se puso más crítica porque pagaban salarios incompletos y luego nos despidieron sin indemnizarnos”.
vulnerables a las conmociones económicas en el contexto de la pandemia.
“Yo cuando estaba aquí laborando el salario no me alcanzaba, a nadie le alcanzaba. Ganaba $123 quincenales, en un horario de 7:00 de la mañana hasta las 4:30 de la tarde. La empresa no daba prestaciones a las trabajadoras, únicamente el salario, que ni siquiera lo pagaban a tiempo”, lamentó Carmen.
Worker Right Consortium revela que las malas condiciones en los salarios de trabajadoras de fábricas las hizo entrar en crisis sin ningún margen de seguridad económica. Los salarios en la industria de maquilas en El Salvador son de alrededor de $1 o $1.50 por hora y no generan un sueldo neto suficiente para que la mayoría de los trabajadores puedan acumular ahorros.
“La mayoría trabajábamos con dinero prestado. Algunas tenemos préstamos en el banco, otras con usureros de la zona, que con todo esto ya no podemos seguirlos pagando. Varias tienen hijos que mantener, enfermedades crónicas y diferentes problemas que con esta situación se agravaron porque ahora además tienen dificultades para sostener a sus familias”, relata.
Deudas con bancos y prestamistas, familias que sostener, enfermedades crónicas, amenazas por no poder pagar préstamos, no tener una vivienda donde permanecer son algunos de los factores que aseguran tener en común todas estas mujeres y por los que luchan y exigen al Estado que les brinde respuesta después de tanto tiempo. Y no les importa si tienen que pasar más días sin comer para ser escuchadas.