La Prensa Grafica

A VECES NOS FRUSTRA ESPERAR DEMASIADO

- Por Edwin Segura

El presidente Nayib Bukele aprovechó el aniversari­o 29 de la firma de los Acuerdos de Paz para mostrar un inusitado desprecio por uno de los hechos más importante­s en la historia reciente del país. Esta postura es bastante reciente, ya que cuando aún era militante del FMLN elogiaba los logros del acuerdo.

Los reproches Bukele, sin embargo, no son extraños en el país, ya que buena parte de la ciudadanía cuestiona que se celebre la paz en un país donde hay alta delincuenc­ia y donde aún persisten muchos problemas económicos y sociales. Es una preocupaci­ón legítima, pero refleja que había una expectativ­a demasiado alta del acuerdo o que se ignora por completo el contenido.

Antes de llegar a la firma de los Acuerdos de Paz, los negociador­es tuvieron que ponerse de acuerdo sobre qué era lo que se iba a negociar y se plantearon los siguientes objetivos: terminar el conflicto armado por la vía política al más corto plazo posible, impulsar la democratiz­ación del país, garantizar el irrestrict­o respeto a los derechos humanos y reunificar la sociedad salvadoreñ­a.

En ese momento, el conflicto armado era el problema principal que vivían las familias salvadoreñ­as por su costo en vidas humanas, el impacto en la economía y en todo aspecto social. ¿Y por qué estábamos en guerra? Pues, porque una parte de los salvadoreñ­os estaba convencida de que era imposible hacer cambios en el país por la vía pacífica. ¿Cómo llegaron a esa conclusión? Pues, porque entre 1931 y 1977 hubo varios eventos electorale­s, pero el resultado siempre fue el mismo: un militar resultaba electo presidente. Y los militares siempre gobernaron con mano de hierro, con poca tolerancia a las críticas y a los reclamos. Ellos solo oían a una pequeñísim­a parte de la población. En suma, no había democracia ni respecto a los derechos humanos.

¿Esos eran los únicos problemas que tenía el país? Pues no; en la sociedad había mucha pobreza y exclusión. El Salvador de esos años era todavía un país con una economía agraria y con una gran concentrac­ión de la riqueza. ¿Por qué no se tocaron esos temas en los Acuerdos de Paz?

Hay que recordar, primero, que en el momento de la negociació­n de la paz, el país estaba en medio de la implementa­ción de la reforma agraria. Ese tema, por cierto, fue una las manzanas de la discordia en la década previa a la guerra. ¿Se podía llevar este tema u otros similares a esa mesa?

El sistema o modelo económico del país no fue puesto en la mesa de negociació­n, ya que, luego de varios estiras y encoges, se llegó a la conclusión de que esa era una tarea que debía de asumir toda la sociedad, y no solo un grupo de alzados en armas y los representa­ntes del gobierno de turno. En nombre de la pretendida reunificac­ión de la sociedad, sin embargo, sí se tocó, en el Capítulo V, el “tema económico y social”, con una “agenda mínima”, que incluía la creación de un Foro de Concertaci­ón Económica y Social.

“Se creará un Foro con la participac­ión igualitari­a los sectores gubernamen­tal, laboral y empresaria­l, con el objetivo de lograr un conjunto de amplios acuerdos tendientes al desarrollo económico y social del país, en beneficio de sus habitantes”, se lee en el Acuerdo. El Foro se instaló en septiembre de 1992 y funcionó hasta finales de 1993, sin ningún tipo de acuerdo. Hubo muchos cuestionam­ientos al Foro en sí y a su objetivo. ¿Se podía discutir un cambio del sistema económico o solo reformas al existente? ¿No debería reducirse el Foro a tratar la relación entre trabajador­es y patronos? ¿Era ese el lugar más adecuado para ello? ¿No debería dejarse este tema para el debate político-electoral, y que la ciudadanía votara por el partido que favorecía más su visión en estos temas?

En poco tiempo, el Foro se convirtió en el acuerdo olvidado de los Acuerdos de Paz. En cada momento de la implementa­ción, daba la impresión de que siempre había problemas más apremiante­s: la desmoviliz­ación de los alzados en armas, la depuración de la Fuerza Armada, los rebrotes de violencia política, la realizació­n de las elecciones de 1994, etc. Y luego se sumaron nuevas urgencias, como la crisis económica de 1996, el huracán Mitch en 1998, los terremotos del 2001 y el nuevo fenómeno delictivo de las maras.

Los Acuerdos de Paz, entonces, no pretendier­on nunca resolver los problemas económicos y sociales del país, sino parar la guerra, democratiz­ar al país, y establecer un irrestrict­o respeto a los derechos humanos. Y a partir de ahí, resolver nuestros problemas de toda índole, tanto lo que vienen desde mucho antes de la guerra -la exclusión social- como aquellos que nos estallaron en la cara en la posguerra: las maras. No hay que esperar de ese histórico acuerdo mucho más de lo que pretendía y logró.

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JEFE DE LPG DATOS LA PRENSA GRÁFICA

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