A VECES NOS FRUSTRA ESPERAR DEMASIADO
El presidente Nayib Bukele aprovechó el aniversario 29 de la firma de los Acuerdos de Paz para mostrar un inusitado desprecio por uno de los hechos más importantes en la historia reciente del país. Esta postura es bastante reciente, ya que cuando aún era militante del FMLN elogiaba los logros del acuerdo.
Los reproches Bukele, sin embargo, no son extraños en el país, ya que buena parte de la ciudadanía cuestiona que se celebre la paz en un país donde hay alta delincuencia y donde aún persisten muchos problemas económicos y sociales. Es una preocupación legítima, pero refleja que había una expectativa demasiado alta del acuerdo o que se ignora por completo el contenido.
Antes de llegar a la firma de los Acuerdos de Paz, los negociadores tuvieron que ponerse de acuerdo sobre qué era lo que se iba a negociar y se plantearon los siguientes objetivos: terminar el conflicto armado por la vía política al más corto plazo posible, impulsar la democratización del país, garantizar el irrestricto respeto a los derechos humanos y reunificar la sociedad salvadoreña.
En ese momento, el conflicto armado era el problema principal que vivían las familias salvadoreñas por su costo en vidas humanas, el impacto en la economía y en todo aspecto social. ¿Y por qué estábamos en guerra? Pues, porque una parte de los salvadoreños estaba convencida de que era imposible hacer cambios en el país por la vía pacífica. ¿Cómo llegaron a esa conclusión? Pues, porque entre 1931 y 1977 hubo varios eventos electorales, pero el resultado siempre fue el mismo: un militar resultaba electo presidente. Y los militares siempre gobernaron con mano de hierro, con poca tolerancia a las críticas y a los reclamos. Ellos solo oían a una pequeñísima parte de la población. En suma, no había democracia ni respecto a los derechos humanos.
¿Esos eran los únicos problemas que tenía el país? Pues no; en la sociedad había mucha pobreza y exclusión. El Salvador de esos años era todavía un país con una economía agraria y con una gran concentración de la riqueza. ¿Por qué no se tocaron esos temas en los Acuerdos de Paz?
Hay que recordar, primero, que en el momento de la negociación de la paz, el país estaba en medio de la implementación de la reforma agraria. Ese tema, por cierto, fue una las manzanas de la discordia en la década previa a la guerra. ¿Se podía llevar este tema u otros similares a esa mesa?
El sistema o modelo económico del país no fue puesto en la mesa de negociación, ya que, luego de varios estiras y encoges, se llegó a la conclusión de que esa era una tarea que debía de asumir toda la sociedad, y no solo un grupo de alzados en armas y los representantes del gobierno de turno. En nombre de la pretendida reunificación de la sociedad, sin embargo, sí se tocó, en el Capítulo V, el “tema económico y social”, con una “agenda mínima”, que incluía la creación de un Foro de Concertación Económica y Social.
“Se creará un Foro con la participación igualitaria los sectores gubernamental, laboral y empresarial, con el objetivo de lograr un conjunto de amplios acuerdos tendientes al desarrollo económico y social del país, en beneficio de sus habitantes”, se lee en el Acuerdo. El Foro se instaló en septiembre de 1992 y funcionó hasta finales de 1993, sin ningún tipo de acuerdo. Hubo muchos cuestionamientos al Foro en sí y a su objetivo. ¿Se podía discutir un cambio del sistema económico o solo reformas al existente? ¿No debería reducirse el Foro a tratar la relación entre trabajadores y patronos? ¿Era ese el lugar más adecuado para ello? ¿No debería dejarse este tema para el debate político-electoral, y que la ciudadanía votara por el partido que favorecía más su visión en estos temas?
En poco tiempo, el Foro se convirtió en el acuerdo olvidado de los Acuerdos de Paz. En cada momento de la implementación, daba la impresión de que siempre había problemas más apremiantes: la desmovilización de los alzados en armas, la depuración de la Fuerza Armada, los rebrotes de violencia política, la realización de las elecciones de 1994, etc. Y luego se sumaron nuevas urgencias, como la crisis económica de 1996, el huracán Mitch en 1998, los terremotos del 2001 y el nuevo fenómeno delictivo de las maras.
Los Acuerdos de Paz, entonces, no pretendieron nunca resolver los problemas económicos y sociales del país, sino parar la guerra, democratizar al país, y establecer un irrestricto respeto a los derechos humanos. Y a partir de ahí, resolver nuestros problemas de toda índole, tanto lo que vienen desde mucho antes de la guerra -la exclusión social- como aquellos que nos estallaron en la cara en la posguerra: las maras. No hay que esperar de ese histórico acuerdo mucho más de lo que pretendía y logró.