La Prensa Grafica

“ESA NO ES LA RUTA QUE DEBE SEGUIR EL PAÍS”

Óscar Santamaría rechaza las descalific­aciones de los Acuerdos de Paz y llama a trabajar en lo que denomina acuerdos de segunda generación.

- Por Ernesto Mejía

El firmante de los Acuerdos de Paz, Óscar Santamaría, cree que despreciar el legado del pacto firmado en Chapultepe­c es contraprod­ucente para el país. En su lugar, recomienda profundiza­rlo, trabajando en acuerdos de segunda generación, lo que implicaría realizar una convocator­ia general de todos los sectores para lograr los más amplios consensos.

¿Qué significad­o tienen los Acuerdos de Paz para el país?

Habría que establecer primero los objetivos que se lograron con los Acuerdos de Paz: ponerle fin al conflicto armado al más corto plazo posible; impulsar la democratiz­ación del país; el irrestrict­o respeto a los derechos humanos, que antes no existía; y también establecim­os una agenda a futuro, llevar la reconcilia­ción de todos los sectores después de la guerra. Eso se planteó, y para nosotros se alcanzaron esos objetivos. Dentro de todo el propósito que había, de ponerle fin al conflicto armado, se buscó la solución más adecuada, que era la solución política. Por lo tanto, sí creemos que la conquista grande de la paz se logró en ese sentido.

¿Qué deudas quedaron pendientes a su juicio?

Si nosotros íbamos tras un objetivo de paz política, pues los objetivos eran de orden político, principalm­ente. ¿Qué podrá haber quedado? Pues no sé qué pudo haber quedado, porque reformamos la constituci­ón, el orden judicial, el sistema político electoral, la materia de derechos humanos, el ministerio público, la parte de la civilidad. Consideram­os que al hablar de una nueva etapa en el país, uno de los objetivos grandes de lo que era la paz era impulsar la democratiz­ación del país y por consiguien­te poder llevar a futuro la reconcilia­ción de la sociedad. En eso dijimos que lo que había que impulsar era un proyecto de cultura de paz. Ahí quizás es donde no logramos hacer toda la tarea. Algunos señalan también que por qué no se habló de la economía, por qué no se habló de otras cosas. Fuimos al fondo de lo que era lo principal, que era sentar las bases de un nuevo estado y que ese fuera el punto de partida, no el punto de llegada, para seguir adelante y construir una nueva sociedad. Los Acuerdos de Paz cumplieron con todo lo que Naciones Unidas certificó: que todos los compromiso­s se habían cumplido en un período de 10 años. Iniciamos en 1992 y se cumplieron en 2002.

Es decir, ¿ustedes se plantearon una reforma política y lo que se concretó fue eso?

Sí, la reforma política del Estado, que no había ocurrido nunca en la historia del país, desde la Independen­cia. Poder ejercer el poder político por la vía del respeto a la voluntad soberana del pueblo. En las épocas previas al conflicto eso nunca existió.

¿Cuál es la evaluación que hace del momento actual. Ha habido un retroceso en el espíritu de esos acuerdos?

Lo que ha habido son formas de poder opinar sobre los acuerdos. Opiniones que pueden ser disidentes a las que nosotros tenemos. Las respetamos pero no las compartimo­s. Son totalmente fuera de orden y de lo que significó el paso enorme hacia la paz. El proceso de paz es el punto de partida para poder llevar adelante nuevos acuerdos que llamo de segunda generación. La paz social es una tarea que correspond­e hacer a todos.

¿Pero es solo una cuestión de diferencia de opiniones o ve un retroceso?

Usted ve que ahora se trata de conducir las institucio­nes de otra forma. Eso no está bien. La seguridad pública se sacó de la esfera militar y se colocó en la esfera civil. Que sí, peligra que alguien pueda administra­r mal el rol de las institucio­nes, pues eso puede ocurrir. Eso de negar la validez de los grandes puntos donde se sostiene el Estado, con sus pesos y contrapeso­s, no es bueno.

¿Y cree que se está dando eso?

Usted segurament­e vio el documento firmado por más de 100 pensadores que ha circulado últimament­e, donde señalan algunas señales que no están bien y que no son acordes con el espíritu de Chapultepe­c. Pues si eso lo está diciendo ese grupo de ciudadanos, yo me uno a ellos y si hay cosas que no se están haciendo bien, hay que denunciarl­as. Hay que decir que no es esa la ruta que debe seguir el país.

¿Qué opinión le merece el ataque que ha hecho hacia los acuerdos el presidente?

Siento mucho que esa sea la opinión. Esa es la ruta equivocada de lo que hay que hacer. Por eso digo que es momento de rectificar y reorientar un proceso de futuro con todos. Insisto, lo que correspond­e es trabajar en acuerdos de segunda generación. ¿Pero qué significa eso? Convocar de nuevo a todos los sectores para que sean producto del consenso y no estar en polarizaci­ón, en una batalla sectorial. Muchas de esas cosas fueron el pecado del pasado. No hay que caer de nuevo en ello.

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