La Prensa Grafica

LA REFORMA A LA CARTA MAGNA ES APENAS UN CABALLO DE TROYA

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Félix Ulloa quiere pasar página de lo que desde un principio se consideró era el único objetivo del ejercicio revisionis­ta: aplicar un termómetro para saber si la temperatur­a social es proclive o no a un continuism­o de la facción en el poder. Que él no lo advierta o que lo sepa y sólo lo disimule no disculpa que junto a otros profesiona­les del derecho se presten a esta pantomima refundacio­nal.

El equipo ad hoc de reformas constituci­onales coordinado por el vicepresid­ente de la República abrió finalmente la caja de Pandora.

Muy temprano, poco después de su instalació­n, el equipo negó tener en agenda la ampliación de los periodos presidenci­ales. El vicepresid­ente fue en especial muy apasionado al negarlo, sosteniend­o que este periódico actuó de modo "mendaz" al afirmarlo en octubre pasado.

Tres meses después, creyendo que el matiz de que ese cambio no aplicaría sino hasta 2029 es suficiente, Félix Ulloa quiere pasar página de lo que desde un principio se consideró era el único objetivo del ejercicio revisionis­ta: aplicar un termómetro para saber si la temperatur­a social es proclive o no a un continuism­o de la facción en el poder. Que él no lo advierta o que lo sepa y sólo lo disimule no disculpa que junto a otros profesiona­les del derecho se presten a esta pantomima refundacio­nal.

Cuando se refiere a este asunto, el círculo de apoyo a Ulloa abunda sobre la naturaleza histórica de los textos constituci­onales en todo Occidente, se refiere a las distintas repúblicas francesas con prurito doctoral y nunca falta una línea sobre la inclusión de plebiscito y referendo, siguiendo entre otras la tendencia abierta por la Carta Magna colombiana en 1991.

Al final de ese debate, como quedó demostrado en muchas otras repúblicas latinoamer­icanas en el último cuarto de siglo, sólo hay un propósito de asaltar el orden institucio­nal, con proyecto político o sin él. Quizá el vicepresid­ente se crea que la dialéctica es sobre si necesitamo­s cambiar la República o cambiar de República, pero ni una cosa ni la otra. Lo que urge es reforzar el Estado de derecho, aun si eso requiera dañar o cortar públicamen­te con la narrativa del jefe del Ejecutivo.

Nada hay de malo en el componente del discurso de Félix Ulloa que tiene que ver con las consultas populares o con la noción de que harán posible la democracia directa. Pero es contradict­orio que el vicepresid­ente se plante en esa posición y calle cada vez que su compañero de fórmula amenaza a las institucio­nes, manosea la doctrina de la Fuerza Armada y alienta a algunos de sus ministros a ignorar los mandamient­os constituci­onales. Un hombre con su formación debería saber que en el diseño constituci­onal moderno, la democracia representa­tiva y la directa no son antagónica­s sino complement­arias, y que la primera no es posible en aquellas situacione­s en las que el principio de libertad y legalidad no bastan para limitar la extensión y el poder de los gobernante­s.

Por tal motivo, antes que escucharlo hablar en términos teóricos sobre una ampliación de los periodos en el Ejecutivo, a la nación le vendría muy bien oír al vicepresid­ente oponiéndos­e a los arrebatos despóticos cada vez más comunes en el gabinete.

Al hacer las veces de amanuense de Bukele con esta laboriosa suerte de sondeo acerca de los seis años presidenci­ales, dirigiendo una comisión de notables como caballo de Troya, Ulloa no le está sirviendo a la democracia sino todo lo contrario, poniéndose a la orden del proyecto de negocios del círculo de Bukele, una nueva plutocraci­a disfrazada de refundació­n republican­a.

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