RECONOZCAMOS QUE LA EVOLUCIÓN ES UNA TAREA PLENAMENTE COMPARTIDA, Y DESDE AHÍ HAY QUE ENFOCAR EL FUTURO
Lo más revelador de todo es que nos hallamos ubicados en la vanguardia de las nuevas realidades; y esto es así porque le estamos apostando al futuro, aunque la apuesta esté cargada de incertidumbres y de inconsistencias.
Una de las cosas más aleccionadoras que vamos aprendiendo en el curso del tiempo es que todo viene vinculado en la dinámica evolutiva, y esto no está determinado por las emociones o las obsesiones del poder, aunque éstas incidan casi siempre de manera distorsionadora en el curso del proceso. Todo lo humano se interrelaciona e interactúa constantemente, y la sabiduría progresiva consiste en hacer y dejar actuar todos los elementos del devenir, que van conformando sin descanso la cadena de la realidad humana en conjunto. Este proceso nunca se detiene, aunque los políticos, en todas las latitudes, vivan creyendo, con inmadurez incorregible, que sus voluntades y sus acciones son los motores de todo lo que pasa o puede llegar a pasar.
La época presente, desde hace ya bastante tiempo, se ha manifestado como un escenario en el que ya no es posible ocultar los verdaderos movimientos de la evolución, y el trastorno pandémico ha sido una especie de sacudida inesperada en esa línea. Alguien podría preguntarse, con ansiedad esotérica: ¿Es que las fuerzas superiores nos están enviando un llamado de alerta sobre los avatares que nos rodean y nos envuelven? No hay cómo afirmarlo ni cómo negarlo, y tal indefinición se nos presenta como un signo más de que estamos ya en la era de los mensajes que se gobiernan por su cuenta.
En esta línea, lo que queda claro, sin posibilidad de negaciones al viejo estilo, es que los compromisos ineludibles del presente tienen al mismo tiempo identidad de mensajes y revelación de proyecciones. ¿En qué era estamos, entonces? Hay que preguntárselo con total apertura de ánimo y de mente, para que las respuestas estén perfectamente ajustadas a la índole de los tiempos que corren. De lo que se trata, en realidad, es de reconocernos como factores humanos plenamente identificados con las condiciones del presente, a fin de poder incidir, desde las respectivas ubicaciones personales, en el desenvolvimiento del nuevo esquema de realidad que se nos presenta hoy como tarea ineludible.
En el caso específico de nuestro país, lo más revelador de todo es que nos hallamos ubicados en la vanguardia de las nuevas realidades; y esto es así porque le estamos apostando al futuro, aunque la apuesta esté cargada de incertidumbres y de inconsistencias, porque nadie parece entender que de lo que se trata es de poner el componente racional en primer plano, porque es lo único que nos daría seguridad de avance consistente. Tengámoslo claro: nadie puede imponerse por su sola voluntad, ya que las condiciones actuales del proceso ya no admiten manipulaciones interesadas sino que nos están exigiendo a todos, sin excepción, asumir la responsabilidad del desempeño respetuoso y consistente.
En estos tiempos que nos han tocado, lo primordial es responder a las demandas de la realidad dejando de lado toda tentación distorsionadora. Viendo las cosas como se presentan esa parece ser una aspiración sin asideros; pero afortunadamente no hay alternativas, y eso lo tenemos que tener claro hasta en los detalles que parecen más insignificantes. Aceptemos que somos protagonistas del presente, disponiéndonos a aceptar los retos que eso trae, para volvernos dignos de recoger las ventajas que también se presentan, que son múltiples y muchas de ellas completamente inesperadas. Esto nos abre caminos de realización que conducen a todos los futuros imaginables.
Si de algo podemos estar seguros es de que el futuro va hoy a nuestro lado, ayudándonos a cargar buena parte de nuestro equipaje existencial.
¡Feliz recorrido!