EN LA ZONA RURAL DEL PAÍS SE DIFICULTA LA EDUCACIÓN VIRTUAL
Muchos estudiantes en las zonas rurales tienen grandes problemas de conectividad. Las guías educativas y la ayuda de sus padres son sus únicos recursos.
Carmen García, de 36 años, camina todos los jueves 20 minutos desde su casa hasta el Centro Escolar Caserío El Tempisque, ubicado en el municipio de Santa Catarina Masahuat, Sonsonate. Allí, entrega las Guías de Continuidad Educativa que sus dos hijos han resuelto con esfuerzo y recoge las nuevas, que tendrán que desarrollar durante la semana.
Esas guías, que provee la escuela, son la única opción viable para Amílcar Méndez, que cursa quinto grado y Rafael Méndez, que va en segundo grado.
“En la escuela me dan las guías en papel y le ayudo a mis hijos hacerlas, luego las tengo que ir a dejar otra vez y me dan las nuevas”, explica Carmen.
En casa de Carmen no hay teléfonos, tampoco tienen televisión, su familia vive del campo. El método más fácil para contactarla es llamar a su vecina, quien le hace el favor, a ella y a otros miembros de la comunidad, de prestarle el teléfono.
“La señal siempre da problemas, se logra hablar, pero se corta y luego uno no escucha nada”, explica y asegura que lo mismo pasa con los datos móviles de internet. Cuando las personas en la comunidad pueden obtener teléfonos “Siempre dan problemas” para comunicarse.
Por eso, las guías que lleva y trae son tan importantes. Sus hijos no tienen los recursos tecnológicos para llevar el proceso educativo virtual que propone el Ministerio de Educación, y los niños de las zonas que los tienen, igual tienen problemas de conectividad.
Sin duda, tener un teléfono inteligente, una tablet o una computadora les podría facilitar las cosas, pero Carmen asegura que también necesitan ayuda reparando la “señal”. Solo eso le facilita incluso comunicarse con la maestra de sus hijos.
Una vez en la escuela, Carme recibe indicaciones de las maestras de Rafael y Amílcar individualmente. Con paciencia le explican cómo desarrollar las actividades, cómo hacer los ejercicios de matemáticas y cómo explicar los contenidos a los niños, con quienes tendrá que cumplir la función de maestra durante la semana.
Esa es una tarea complicada para Carmen. Ella cursó hasta el cuarto grado, hace casi 26 años, por lo que desarrollar los nuevos contenidos a sus dos hijos le resulta difícil.
Admite que ayudar a Rafael es algo que puede hacer sin mucha dificultad, pues la mayoría de contenidos de segundo grado son manejables, pero Amílcar ya avanzó un grado arriba de lo que ella cursó.
El año pasado, cuando las clases presenciales se suspendieron la pandemia de covid-19 y él iba en cuarto grado ya implicaba un grado mayor de complejidad recordar los temas, especialmente de matemáticas. Este año, es como si ella estuviera cursando el quinto grado por primera vez y también tuviera que enseñarle a alguien más.
En un par de ocasiones, Amílcar y Rafael , han tenido la oportunidad de escuchar la franja educativa en la radios nacional, pero lograrlo también es difícil, porque al no tener muchos recursos tecnológicos, una señal de radio débil y horarios diferentes de transmisión de contenidos por grado, no han podido coordinarse para que los niños reciban todos los contenidos.
De regreso a casa, tras otros 20 minutos de caminata desde la escuela, Amílcar y Rafael reciben las guías escolares que su madre recibió de la escuela y dicen que extrañan ir a la escuela para convivir con otros niños.
Como Carmen hay muchas madres, que deben enseñar a sus hijos en la zona rural con el único material disponible, las guías que sus maestras les proveen.
“En la escuela me dan las guías en papel y le ayudo a mis hijos hacerlas, luego las tengo que ir a dejar otra vez y me dan las nuevas”.
Carmen García,
MADRE DE FAMILIA.